Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Cinema.
Publicat el 25 d'agost de 2012 per vicent montesinos
Se indignaron con las imágenes vivas que el próspero comerciante Bruno Crespi proyectaba en el teatro con taquillas con bocas de leon, porque un personaje muerto i sepultado en una película, y por cuya desgracia se derramaron lágrimas de aflicción, reapeció vivo i convertido en un árabe en la película siguiente. El público, que pagaba dos centavos para compartir vicisitudes de los personajes, no pudo soportar aquella burla inaudita y rompió la silleria. El alcalde, a instancias de Bruno Crespi, explicó mediante un bando que el cine era una máquina de ilusión que no merecia los desbordamientos pasionales del público. Ante la desalentadora explicación, muchos estimaron que habian sido víctimas de un nuevo y aparatoso asunto de gitanos, de modo que optaron por no volver al cine, considerando qe ya tenían bastante con sus propias oenas para llorar por fingidas desventuras de seres imaginarios.
Vaig viure, a l’illa d’Eubea, una situació semblant, quan un vella, d’aquelles que vesteixen de negre, amb mocador negre al cap, es va amagar en el moment que vaig treure la càmera de fotos a la taverna per fer unes fotos dels que estàvem sopant. No m’ho podia creure i vaig recordar que la les “pelis” els indis tambè tenien por a que la fotogràfia els robés l’esperit, com el personatge de l’Anthony Quinn a “Lawrence d’Aràbia”.
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