El Gatopardo, de Guiseppe Tomasi de Lampedusa.
Salina pensó en una medicina descubierta hacía poco en los Estados Unidos de América, que permetía no sufrir durante las operaciones más graves, permanecer sereno entre las desventuras. Llamaban morfina a este tosco sustituto químico del estocismo antiguo, de la resignación cristiana. Para el pobre rey la administración fantasmal hacia las veces de la morfina. Él, Salina, tenia otra fórmula más selecta: la astronomía. Y atrapando las imagenes de Ragatisi perdido o de Argivocale vacilante, se sumió en la lectura del último número de de Journal des savants, “Les dernières obsevations de l’Observatoire de Greenwich présentent un intérét tout particulier…”
Gran novel·la, però tinc l’assignatura pendent de veure la pel·lícula de Visconti, amb Burt Lancaster, fent de Príncep de Salina. Per cert, aquest monarca, també era un Borbó, però el nostre, enlloc de gestionar burocràcia inútil, mata elefants.