Josep Pastells

Inventari de sensacions

La distància més llarga entre dos punts

Publicat el 21 de juny de 2012 per giusepe

Ara fa uns mesos, el meu amic Eugenio López García em va demanar que escrivís el pròleg del seu últim llibre, més de quatre-centes pàgines atapeïdes d’històries que, ho vulguis o no, t’aboquen al més ferotge dels desconcerts. La distancia más larga entre dos puntos serà publicat properament per Novum Publishing. Mentrestant, amb el permís de l’Eugenio, penjo aquí el pròleg (en castellà, com el llibre).

UNIVERSO EUGENIO

La distancia más larga entre dos puntos puede ser un atajo, pero también la ruta espiral que eligen para encontrarse dos cuerpos en el vacío atraídos gravitacionalmente entre sí o, en el mejor de los casos, un libro formidable que, si nos dejáramos dominar por el afán de lograr un resumen imposible, podríamos describir, yo qué sé, como un delicado ejercicio estético sobre el sexo y la soledad, o como una obra clásica pero decididamente moderna, o como una serie de historias repletas de sabiduría sobre la tragedia de nuestras vidas. Pero no voy a intentar resumir nada. El libro de Eugenio López García hay que leerlo entero, sin saltarse ni una coma ni un acento, conscientes de que los cuerpos juveniles, endiosados y procaces ocultan en realidad crueles premoniciones, quebrantos definitivos e irreparables, convicciones irrefutables sobre la inutilidad de la esperanza. 

Los recovecos de la mente
Eugenio –poeta en cuerpo de boxeador, intelectual atado a unas anchas espaldas que no desentonan con el tamaño del cerebro que alberga entre su maraña de pelo blanquecino– exhibe a menudo en sus obras una tendencia casi enfermiza a diseccionar sin piedad los recovecos más ocultos de la mente humana. Con cinismo. Con pesimismo. Con una profundidad ácida y lúcida que ya quisieran para sí muchos escritores de postín que no le llegan ni a la suela de los zapatos. Leer a Eugenio duele. Duele mucho. Su poderosa visión personal de la absurda sociedad en la que nos ha tocado vivir, de las personas empeñadas en dañarse las unas a las otras y también, cómo no, a ellas mismas, está tan teñida de tristeza y melancolía que en ciertos relatos, en ciertos pasajes, el derrumbe del ser humano es percibido por el lector como una especie de fracaso personal y colectivo, como una incitación a acabar con todo de una vez. Por suerte, en los últimos años apenas se cuentan tres o cuatro casos de suicidio entre los seguidores de Eugenio. El resto, la abrumadora mayoría, seguimos leyéndole, ansiosos por saber hasta dónde llegarán esta vez los límites de la desgracia, los estados lastimeros y ruinosos de sus protagonistas, las desventuras de unos personajes que, por mucho que intentemos negárnoslo, nos recuerdan demasiado a alguien que conocemos muy bien.

Desesperanza extrema
La distancia más larga entre dos puntos es probablemente el libro más desesperanzador que he leído nunca. Provoca desazón, angustia, desamparo. Te hace sentir como una mosca chocando inútilmente contra el sucio cristal de una ventana, como alguien que corre hacia el abismo con la inequívoca intención de saltar mientras grita que esta vida es una puta mierda. Pero no puedes dejar de leerlo. No. Si tienes una mínima sensibilidad humana y estética (cada vez escribe mejor, ¡qué cabrón!) no puedes abandonar sus páginas y te sumerges con enorme y contradictorio placer en  una prosa que aúlla, en una poesía que ruge gracias a una clarividencia que sólo puede surgir de la pluma de un psicópata de las letras, de un personaje que ha nacido para leer y escribir, para follar y contar el mundo.

Risas y rabia
Debería ser obligatorio, este libro. Debería ponerse como ejemplo de estilo riguroso, de admirable forma de mezclar los géneros e incitar a la reflexión. ¿Las alegrías son tan efímeras como parecen?, ¿las frustraciones son siempre inevitables?, ¿tener fe en una vida absurda, demente y desesperada es necesariamente una locura? La distancia más larga entre dos puntos contiene muchos niveles de lectura. Contiene, me atrevería a decir, todo el universo del autor, filósofo oculto en la piel del artista. Y es, por encima de todo, un intento muy logrado de perturbar nuestro estado de ánimo. De conmovernos. De hacernos rabiar y, por supuesto, hacernos reír. No me atrevo a calificarlo de libro humorístico, pero que nadie dude que contiene mucho humor. Corrosivo, eso sí. Y tan certero y eficaz que nos arroja a un callejón sin salida, a un callejón tan especial que se amplifica hasta convertirse en un universo donde los cuerpos soberbios se marchitan como la leche agria, donde la gente se acumula con un halo de tristeza y derrota, como combatientes vencidos y mutilados volviendo de una guerra. El universo, al fin y al cabo, que frecuentan los perros apaleados por la vida, los mayores puteros, los hombres de barro e incluso las sirenas hermosas. Universo Eugenio, podría llamarse el libro, pero es un título tan malo que dudo que ni siquiera me permita colocarlo al inicio de este texto.