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VALÈNCIA: VANGUARDIA DEL VITRAL.

La vidriera nace, posiblemente, con la arquitectura románica, alcanzando su cenit cuando la tensión se torna esqueleto desmaterializando el muro por primera vez: es el gótico.

Grandes superficies restan por cubrir, y se recurre al vidrio en busca de la claridad en el espacio interno. La filtración de la luz a través de los vitrales provoca un efecto psicológico de elevación que se intenta inducir a la feligresía, toda vez que el vitral posee otra función: la didáctica de las Sagradas Escrituras.

           

Con la irrupción del Quattrocento……(…)

…., el vitral desaparece de las áreas de influencia italiana, manteniéndose la tradición en los Países Bajos e Inglaterra.

            Reapareciendo de nuevo de la mano del romanticismo, que revisa las arquitecturas desde una nueva óptica que desembocará, por un lado, en la necesidad de restauración ?tras la revolución de 1789- de las iglesias francesas. Son reproducciones fidedignas. Por el otro, la protagonizada por el movimiento Arts and Crafts inglés, con W. Morris y el prerrafaelista Burne-Jones a la cabeza, los cuales esbozan una concepción de diseño que no acaba de plasmarse.

            Recogiendo el testigo tres puntas de lanza de la arquitectura fin du siècle: Mackintosh, en Escocia; F. Lloyd Wright, en USA, y Gaudí, aquí, que diseñan y restauran vidrieras ya con la premisa del movimiento moderno de integración de las artes, es decir, el vitral como elemento al servicio de un entorno arquitectónico.

            Es contemporáneamente ?después de la segunda gran guerra y a raíz de las restauraciones, en Alemania, de las catedrales- donde la vidriera va tomando un valor intrínseco, junto a una (re)valorización del oficio de la mano de nuevos tratamientos y nuevas tecnologías para la manipulación del vidrio. En definitiva, el artesano deviene artista y su disciplina toma autonomía artística.

            De tal suerte que la vidriera puede alcanzar un doble uso, tanto como componente de un entorno arquitectónico, donde su función principal es la creación de un ambiente, como obra de arte con valor intrínseco. La vidriera, hoy, no imita la pintura; sus mismas transparencias le infirieren la condición de elemento mutante.

            Tan es así que no es extraño de encontrar vidrieras en museos, como es el caso de Narcissus Quagliata (Porca miseria) en el Metropolitan Museum of Art New York.

            Fácilmente, se observa que allá donde la impronta industrial y tecnológica es puntera, existen núcleos de artistas vidrieros, como es el caso de Alemania, USA, Canadá, Francia, Japón, Inglaterra, etc.

            En nuestro país existe un foco consagrado: Barcelona, con dos escuelas. La tradicional, a resguardo de la Escola Massana, con claros indicios de evolución, y la vanguardista, en torno al Centre del Vidre, de reciente creación.

            El otro foco que se ha ido fraguando a lo largo de la última década es el de València, impulsado fifty-fifty desde la Escola d?Arts Aplicades de València, por José I. Pertegaz (artista vidriero y profesor), y desde el autodidactismo, que a base de la suma de individualidades (Ernesto Gonga, Alicia Renau, Ximo Roca, Rocío Padilla, etc.) está creando un movimiento que intenta cristalizar en una asociación por tal de facilitar el montaje de exposiciones, introducción en la industria de sus productos y facilitar el feed-back de información internacional, a la vez de invitar a la Administración a colaborar y potenciar este mundo en expansión. Son artistas que exponen regularmente fuera de Valencia y del país, como es el caso de Francesc Maria (el Cabanyal, 1950) y Ernest Perales (València, 1958), que han obtenido el segundo premio del Salon International du Vitral Française, celebrado este año ?con la participación de 152 artistas seleccionados de veintiún países- con dos obras, una en Chartres y la otra en Nimes. En éstas introducen la tridimensionalidad en un objeto artístico que hasta hoy había sido per se bidimensional.

            En su Rebel.lió en el pla sobre una estructura ligera, los vidrios resbalan de su verticalidad al punto de flotar en el espacio, jugando con brillos y matices ante la ausencia de color en los vidrios utilizados.

            Mientras que, en su Unitat múltiple, los vidrios adquieren la condición de ménsula dentro de una estructura compacta y sobria que hasta hoy sólo se había conseguido de forma frágil. En ésta, el color toma un papel protagonista dentro de una escueta gama de ellos.

            Cabe destacar la simplicidad alcanzada, perseguida a través de toda su obra y que hoy, por fin, los eleva al rango de maestros.

 

 

                                                                             josep blesa i morante, arq.

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