El enfado de los obispos
ANDRÉS GARCÍA RECHE
Naturalmente, los prelados tienen perfecto derecho a decir y opinar lo
que les parezca oportuno sobre cualquier asunto de interés ciudadano.
Faltaría más. Afortunadamente ya no estamos en ese régimen que ellos
tanto apoyaron mientras transportaban bajo Palio, una vez tras otra, al
entonces Generalísimo de todas las Españas. Todo un ejemplo de respeto
a las instituciones que, cuando menos, debería haber tenido continuidad.
Ahora bien, una cosa es opinar, y otra, muy distinta, poner palos en
las ruedas del progreso social, o faltar el respeto a un Estado
democrático cuyas leyes, que nacen del órgano máximo de la
representación popular, son de obligado cumplimiento para todos.
Incluso para ellos mismos. Más aún cuando los demás no nos metemos en
sus asuntos por mucho que nos cueste. Porque, créanme, hay que tener
mucha serenidad y talante democrático para aguantar estoicamente sus
continuas intromisiones, proclamas y amenazas en torno a multitud de
problemas cuya respuesta corresponde exclusivamente al conjunto de los
ciudadanos, sean éstos religiosos o no. Viniendo aquellas además, como
vienen, de un grupo de personas que ni siquiera han sido elegidos por
los componentes de la comunidad a la que dicen servir.
¿Cómo pueden dar lecciones de moral quienes toleran, a través de su
doctrinaria radio, todo tipo de infundios políticos, agresiones
verbales y faltas al respeto más elemental de las personas, abusando de
la libertad que les concede precisamente un sistema del que ellos
parecen abominar?
Opinen lo que quieran, Señores obispos, pero, por favor, dejen de
darnos el coñazo al público en general. Diríjanse más bien a sus
feligreses. Son ellos los que han optado voluntariamente por sus
doctrinas, y son ellos, por tanto, los únicos que están obligados
moralmente a obedecerles. De hecho, es público y notorio que en la
España actual ningún católico se ha divorciado nunca, ni ejerce la
homosexualidad, ni ha usado jamás un condón, aunque todo ello sea
perfectamente legal. Menos aún desde que su jefe, Ratzinger, les
recordara hace poco que el Infierno todavía existe. Pero, para quienes
no formamos parte de su mundo, ustedes no tienen jurisdicción alguna,
por mucho que insistan en ello. Así son las cosas.
Y, por cierto, aunque no seamos creyentes, todos pertenecemos,
afortunadamente, al área de influencia de la cultura cristiana que
aprendimos desde niños. Créanme entonces si les digo que no recuerdo
nada, pero nada de nada, en ningún texto de los Evangelios (tomando los
cuatro juntos) que tenga que ver, ni de lejos, con la doctrina que
ustedes predican. Sinceramente me suena a chino cada vez que se
expresan sobre cualquier cuestión de orden moral. ¿No creen que ya va
siendo hora de que vuelvan a las fuentes y dejen de acumular por su
cuenta tan exótica como infundada jurisprudencia?
En fin, ahora todos esperamos que sus aliados políticos naturales, tan
liberales y católicos ellos (sic), encabezados por Rajoy, salgan a la
calle de nuevo y llamen a la rebelión, esta vez contra una humilde
asignatura, capaz ella sola de dinamitar la institución familiar toda.
No es una mala estrategia. Puesto que el 11-M no da más de sí; Navarra,
según todos los indicios, no parece que esté en venta, y las amenazas
de ETA han desmentido rotundamente las supuestas contrapartidas
políticas de Zapatero, Educación para la Ciudadanía puede ser el gran
chollo político del otoño para los ganadores morales de las elecciones
municipales.
¡A por ellos, entonces! Siempre puede haber un voto más detrás de una
multitudinaria manifestación callejera, adornada con una legión de
bondadosos hombres de fe portando la pancarta principal. Además, para
esta ocasión hasta podrían invitar a Blair que está a punto de pasarse
al bando del Papa. Imagínense la cabecera; Aznar y Toni juntos de
nuevo, esta vez por las calles de Madrid, con el apoyo a distancia del
mismísimo George desde una pantalla gigante en la Castellana. El vello
se me pone de punta con solo pensarlo. ¡Cómo echamos de menos al
cardenal Tarancón!
I ahir també venia a les pàgines de Societat (EDUCACIÓ) un llarg article sobre Jesús Robledo, El profesor novato pasa de curso. Si el voleu llegir, seguiu més avall. Gràcies.
El profesor novato pasa de curso
Jesús Robledo relata la experiencia vivida tras su primer año lidiando con chicos de secundaria
"House no sería un buen maestro"
C. M.
–
Madrid
Robledo también cree que los profesores han de empezar de verdad a
trabajar en grupo. "Predicamos mucho pero deberíamos alcanzar más
acuerdos. Somos fetichistas y no somos capaces de cambiar nuestros
métodos de enseñanza. Habría que unificar criterios para no marear a
los alumnos".
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Si els sociates hi posaran jacobinisme de pedra picada, por em fa aquesta "assignatura" en mans del PP. La Formación del Espíritu Nacional (ej-panyol, of course) la tenim ja a la cantonada!