El curso
MANUEL RIVAS
Las orejas del bachillerato
Efrén Cañedo Granado
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Grado, Asturias
EL PAÍS
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Opinión – 22-09-2007
Ser un estudiante a pesar del tópico social
no es ni mucho menos un paseo por la playa. Todos y cada uno de los que estamos
metidos en este asunto vivimos sumidos en una extraña presión al empezar
el curso terminal, 2º de bachiller, que nos ha de preparar para recibir una
formación universitaria.
Después de una escasa, insuficiente y mohosa educación secundaria
obligatoria, en la que parece que el único objetivo de los centros educativos
es perder de vista a la mayor parte de alumnos, tocamos otro terreno, un
terreno en el cual se debería de tomar la batuta de la vida para que dependiendo
de la opción elegida por el alumno vaya arañando sus horizontes, fijando
su mirada en un futuro a corto y largo plazo.
Pues bien, como miles de veces ha quedado de manifiesto, tanto
el personal docente como los alumnos vamos haciéndonos más vagos, pasotas,
bajando el nivel de conocimientos, y este déficit hace que la esperada llegada
al último curso de formación no sea un curso que funcione correctamente.
A veces, la expresión "estoy cursando 2º de bachillerato" lleva una connotación
negativa unida, arrastrándola como las cadenas de un fantasma. Lo que quiero
decir con esto es que hay que llegar a un punto, pero el punto de partida
para llegar a él está bastante retrasado debido a circunstancias acumuladas
durante los cursos anteriores, evadiéndonos, evitando empaparnos de la mayor
cantidad de materia posible. Todo esto hace que el último curso sea una odisea
para muchos alumnos, un muro con el que muchos se topan y caen de bruces.
¿Profesores culpables? ¿Alumnos culpables? ¿Todos culpables?
En mi opinión, unión de ambos estamentos; así es como lo veo a mis 17 años.
Fracaso escolar: un problema social
José Antonio Pozo Maqueda
EL PAÍS
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Opinión – 22-09-2007
Lo de la "cultura del esfuerzo" parece haberse
puesto de moda (que hay que fomentar dicha cultura ya se lo he oído a políticos
como Sarkozy o Esperanza Aguirre). Así, nos dice Federico Gómez Pardo desde
Girona (Cartas al Director, 14-9-2007), que la principal causa de fracaso
escolar no es otra que la falta de esfuerzo por parte de los alumnos. De
acuerdo, a menos esfuerzo personal peores resultados, es algo obvio. Pero
también lo es que son los hijos de las familias más desfavorecidas socialmente
los que acusan mayor fracaso escolar; fracaso que disminuye a medida que
ascendemos en la escala social. Dicho con otras palabras, la falta de esfuerzo
que lleva aparejado el fracaso escolar está mediada socialmente.
En consecuencia, el señor Gómez yerra en el blanco cuando
transforma el fracaso escolar en sólo un problema individual cuando lo es
también social, lo cual es muy importante porque el considerarlo de uno u
otro modo incidirá en el modo de afrontarlo. Por otra parte, el convertir
problemas que tienen un origen social en problemas personales es una tendencia
muy arraigada en nuestras sociedades globalizadas, en las que la dimensión
social del Estado pierde cada vez más peso, como han visto muy bien sociólogos
como Ulrich Beck o Zygmunt Bauman.
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