Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

5 de febrer de 2008
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MATÍ DE DIMARTS

Sense voler quasi em passa desapercebut un article de Javier Marías a EL PS de fa unes setmanes. Però no ha estat així. I ja que la CEE segueix amb les seues tretze i volen fer-nos creure que han estat insultats (inclús), no puc resistir-me a penjar-vos-el, no sense abans fer-me una pregunta en veu alta (i que conste que no prenc copeïna cada matí, sí prenc altres coses per la malaltia de les beates (menisc) que en aquests moments estic "patint"): Què fa FJL cada dia al seu programa? Insultar? Difamar? Mentir? Terrorisme? En fi, respongueu-vos vosaltres mateixos. Ací teniu l’article:

LA ZONA FANTASMA
No católicos sino catolicistas

Javier Marías

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EL PAIS SEMANAL – 19-01-2008 Está uno harto de recordar –y ustedes aburridos de que yo lo haga– el viejo adagio de mi familia: “Nunca se debe intentar contentar a quienes nunca se van a dar por contentos”. Y sin embargo es algo que en España hay que sacar a colación continuamente, como si no darnos nunca por contentos fuera uno de nuestros mayores vicios, o más bien ardides. Es este un país lleno de gente insaciable, a la que nada parece jamás bastante, que ve cualquier gentileza o concesión no como deseo de tener la fiesta en paz y llegar a acuerdos, ni como recapacitación y afán de ser justo, sino como síntoma de debilidad inequívoca de quien cede, y por lo tanto como señal para tirar de la cuerda y forzar aún más las situaciones. Lo más sorprendente es que nadie haga caso de ese adagio, que nadie se plantee lo inútil y aun lo contraproducente de intentar contentar a quienes jamás van a darse por satisfechos. No se lo dan ni se lo darán los nacionalistas varios, ni por supuesto ETA, ni el actual Partido Popular, ni –según comprobamos una y otra vez– los obispos y cardenales católicos.

Son sólo algunos ejemplos, de colectivos. Porque también los hay de millares de individuos, y estoy seguro de que ustedes se las habrán visto en la vida con alguna persona así. Habrán puesto paños calientes y tenido infinitas buena fe y paciencia con ellas, habrán procurado agradarlas y apaciguarlas, las habrán tratado con guante blanco ante su enorme susceptibilidad y su imparable exigencia …, y no habrán conseguido sino recibir reproches y broncas, se habrán sentido en insaldable y permanente deuda con ellas, habrán experimentado la desagradable e injusta sensación de que, por mucho que hicieran ustedes en provecho suyo, ellas no sólo no iban a agradecérselo, sino que lo iban a tomar como algo lógico y debido y además insuficiente. Son personas imposibles, desesperantes, con las que lo mejor que puede hacerse es romper todo vínculo y trato, no tenerlo malo ni esforzarse por tenerlo bueno (una quimera, esto último). Son individuos que en seguida pierden de vista lo que es una deferencia o un gran favor por nuestra parte, que consideran “derechos adquiridos” lo que graciosa y voluntariamente les otorgamos un día, que olvidan que no tenemos ningún deber para con ellos, y que, si les retiramos nuestra protección o beneficio, lo juzgarán una agresión, nada menos. Recuerdo haber tenido amigos a los que favorecía en lo posible: sugería su nombre para trabajos o viajes; lograba que se los invitara a donde no lo habían sido; hacía gestiones para que se los publicara o tradujera; los ayudaba a mejorar sus tarifas, sin llegar a la indecencia de recomendar públicamente lo que de ellos no me gustaba. Al terminar la amistad, me abstuve de perjudicarlos, pero sí dejé de echarles aquellas manos, y ellos entendieron la mera cesación de un apoyo –nada más comprensible, si yo me había considerado traicionado– como una declaración de hostilidades por mi parte. Hasta tal punto habían olvidado que se trataba algo espontáneo y amistoso, a lo que no estaba en modo alguno obligado.

La jerarquía eclesiástica –y por tanto la Iglesia Católica en su conjunto, que nada hace para moderar o reprobar a aquélla– ha demostrado sobradamente pertenecer a esa clase de personas u organizaciones. Con ella se han tenido todos los miramientos imaginables. Pese a ser España un Estado aconfesional desde hace treinta años, se le ha mantenido un trato de privilegio escandaloso. Se la ha seguido financiando –aún más desde 2006– con el dinero de todos los ciudadanos, profesen la religión que sea o ninguna; se le ha aumentado al 0,7% la cantidad que los contribuyentes puedan destinarle a través de sus impuestos, restándosela así al Estado; no se han cancelado los caducos acuerdos de 1979 con el Vaticano, tan beneficiosos para ella; se le permite apoderarse de las calles de todo el país durante siete días seguidos, los de la Semana Santa, algo que se impediría a cualquier otro colectivo, religioso o laico; para no irritarla, se han parado o descafeinado leyes, y a otras se ha renunciado; se ha tolerado que obispos levantaran falsos testimonios (“La sospecha del 11-M mira al Gobierno”, clamó el de Huesca) sin que sus pares los reconvinieran por la comisión de tamaño pecado en público; se le ha consentido difamar y mentir a través de su emisora, amoldar a su gusto la Educación para la Ciudadanía y despedir a su arbitrio a los profesores de Religión que ella no paga, en esos colegios “suyos” que en realidad sufragamos los españoles. No se le ha pasado factura por los cuarenta años en que gobernó y reprimió a la sombra –o al sol, descaradamente– de la sanguinaria dictadura de Franco, ni por su mucha opresión de tantos siglos, ni por su deliberada ignorancia y rechazo a cualquier avance. Se la ha tratado, en suma, con una generosidad que en poco grado merecía. Pero para la jerarquía nada es nunca bastante; los obispos, con cinismo, se dicen “acorralados” y “perseguidos” y jamás se darán por contentos. O mejor dicho, sólo se lo darían si acabaran con toda libertad y razón y pudieran imponer a todos, como en el pasado no lejano, sus creencias, mandatos y prohibiciones. Esto es, el día en que, de la misma manera que hay Estados islamistas que supeditan el poder democrático y civil al religioso, España volviera a ser un Estado no católico, sino catolicista. 
 

PD: I pel seu interés us deixe a continuació l’editorial d’EL TEMPS, Vergonya, cavallers, vergonya…


Editorial

Vergonya, cavallers…

"Vergonya, cavallers, vergonya!" va ser -diuen- el crit de Jaume I quan, a la batalla de Portopí, el Conqueridor va voler avançar i va veure que ningú no gosava fer ni un pas: un crit exigint dignitat.

Vuit-cents anys després, la situació del país demana a crits un esperit semblant, una reacció honorable, un líder amb coratge i visió de futur. No es tracta d’una situació conjuntural prèvia a les eleccions espanyoles. Ans al contrari: fa la sensació que les eleccions, passi què passi, no serviran per a redreçar una certa decadència econòmica i una inexplicable resignació de les elits, dels cavallers, dels polítics.

En poc més d’un any, al Principat ha estat possible convocar de dues manifestacions multitudinàries en defensa de la dignitat nacional ("Som una nació, no un preàmbul") i contra la marginació econòmica i social (contra "el dèficit en infrastructures"), però sembla impossible que els polítics (per molt que es posin darrere les pancartes a l’hora de la protesta) puguen -o vulguen o sàpiguen- actuar en coherència amb aquests principis. Almenys de moment cap no ha sabut entomar el malestar social que s’ha expressat en aquestes protestes i vehicular-lo amb energia cap a una fita nova, un model engrescador que porte -si més no- la gent a les urnes i trenque la inèrcia d’aquesta malfiança en els partits, les institucions i la casta política sencera.

Al País Valencià, la classe política dominant ha decidit, de fa temps, guanyar les eleccions traint el poble, la seua cultura i la seua llengua, tot alimentant falsos debats contra Catalunya i el catalanisme, contra el País Valencià i el valencianisme. Ara, el govern valencià de Francisco Camps ha iniciat una campanya hostil contra Acció Cultural del País Valencià, amb el tancament forçós dels repetidors de Televisió de Catalunya i l’objectiu triple d’ofegar Acció Cultural amb multes, aconseguir més canals digitals del ministeri i tallar l’emissió de TV3.

La resposta dels ciutadans de València, Alacant o Elx s’acabarà demostrant als carrers, de la mateixa manera que la ràbia dels catalans ha omplit de manifestacions els carrers de Barcelona. Però altra volta cal exigir una resposta digna dels líders polítics, tant del sud com del nord, en vista d’aquesta agressió a llengua i a la llibertat de comunicació.

De la mateixa manera que cal exigir-los que alcen el cap i actuen contra l’espoli fiscal, el dèficit d’infrastructures, la discriminació lingüística, la mentida racista, la desinformació calculada, la coerció mediàtica ultraconservadora, l’immobilisme burocràtic de l’estat i la subordinació econòmica, política, jurídica i administrativa.


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