Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

6 d'abril de 2010
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“Más latín y menos botellódromo”, d’Antonio Vergara (Levante-EMV)

I us deixe també el vídeo amb què una amiga m’ha felicitat avui pel meu aniversari (és demà).

Antonio Vergara


 

“El ayuntamiento de Alicante acaba de aprobar un «botellódromo» o «espacio de esparcimiento». Hasta no hace mucho tiempo, la terminación «dromo» se asociaba al lugar donde se organizan las competiciones de velocípedo y automóvil. El velódromo y el autódromo. Tal vez por estas referencias deportivas, la alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, ha autorizado la creación de un «botellódromo», o área donde el velocípedo y el automóvil serán sustituidos por botellas de alcoholes duros, licores dulzones y la mezcla, a veces, de los unos con los otros.
«Más deporte y menos latín», sentenció don José Solís Ruiz, Secretario General del Movimiento en el franquismo porque ambicionaba una juventud atlética, entregada al deporte y no a fomentar el cerebro y el pensamiento crítico. Esta aseveración fue muy reprobada por los demócratas, con razón. 
Sin embargo, ¿sería capaz de afirmar hoy que «más botellódromo y menos latín»? Es muy improbable, porque Solís ya sabía que no es lo mismo un «botellódromo» que un velódromo o un autódromo. Obligado a escoger hubiera defendido el latín antes que el «botellódromo», aunque sólo fuese por respetar el Concordato con el Vaticano.
A mayor abundamiento, el latín estaba incluido en los planes de estudio y varias generaciones de jóvenes lo aprendieron, con mayor o menor hondura, lo cual no les impedía ir a chatear (beber unos vinos, no perder el tiempo con el chateo en Internet) y relacionarse socialmente. Entonces surgía, espontáneamente, el fenómeno cultural «ad vinum diserti», elocuentes bajo los efectos del vino. 
El «botellódromo» de Alicante es otro signo de nuestros tiempos, como el de Granada. Da la impresión de que para los jóvenes –o un porcentaje de ellos, seamos justos- el ocio equivale a emborracharse con bebidas de 40º, o más. Objetivo: perder la consciencia velozmente. Es mentira lo que sustentan, demagógicamente, ciertos sociólogos oxidados de la izquierda de Mayo del 68: «El uso de las vías públicas para el esparcimiento nocturno, por el botellón, no puede criminalizarse» (Alberto Moncada). ¿No? ¿Y por qué? ¿Y el descanso de los vecinos, hollado? Y al botellón callejero le llama «esparcimiento nocturno». El mismo sociólogo ofrece la solución. Que los ayuntamientos instalen contenedores, papeleras y retretes portátiles.¿Y por qué no vomitorios? ¡Viva la Pepa!
Este tipo de argumentación suele complementarse con el tópico favorito. La juventud del botellón proviene –se dice- de la clase trabajadora («no tiene dinero»), víctima del capitalismo. Y así se desahoga de su explotación. Tampoco es verdad. El botellón es, paradójicamente, interclasista (pijos, estudiantes con papás ricos, mileuristas, parados) 
La cara ropa de marca no es incompatible con el botellón.
Si alguien consigue averiguar por qué miles de jóvenes relacionan el ocio no con la cultura, el deporte o el latín (no somos radicales hasta el punto de recomendarles dvd de Ingmar Bergman, Dreyer o incluso Otto Preminger) sino con la borrachera apremiante, que lo diga. ¿Tendrá la culpa el desastre de los planes de educación, otro reaccionario campo de batalla más entre el PSOE y el PP? ¿O los calamitosos modelos sociales de comportamiento expelidos por la televisiones a la búsqueda del share? 
Los expertos en drogodependencias aseguran que el botellódromo incitará al consumo de alcohol y ocasionará un «efecto llamada» en la provincia. Pero como nadie encuentra otra solución, y las calles de Alicante son durante los fines de semana lo más semejante a Apocalypse now, el apartheid del botellómetro logrará que los martirizados vecinos puedan dormir. Así están las cosas.”

 

 


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