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EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

7 de gener de 2024
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Homilía Dominical- Bautismo del Señor ciclo B Por P. Humberto Aristizábal, CM

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,7-11):

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

Palabra del Señor

Homilía

Este domingo se clausura el ciclo de Navidad que comienza con la celebración del nacimiento de Jesús y se cierra con su bautismo. Hace ocho días celebrábamos la Epifanía (manifestación) del Señor a todos los pueblos, hoy celebramos otra Epifanía: la presentación de Cristo al mundo por Dios Padre como el Hijo de Dios, que siendo hombre es al mismo tiempo Dios, con el Padre y el Espíritu Santo.

Deseo que concentremos toda nuestra atención en la narración que nos presenta el evangelio según san Marcos sobre el bautismo de Jesús por Juan el Bautista. Ojalá pudieran revivir con su imaginación la historia que acaban de escuchar.

Para captar el mensaje de este acontecimiento tenemos que tener en cuenta que esto sucedió cuando Jesús tenía alrededor de 30 años (cf. Lc 3,23) y no se había manifestado todavía en público. Mientras que Juan el Bautista era un profeta famoso que vivía en el desierto y tenía sus seguidores.

Agruparé las reflexiones sobre esta historia del bautismo de Jesús en dos grupos. En el primero pondré lo que podría aprenderse de Juan y en el otro lo que podemos aprender de Jesús.

De Juan el Bautista podemos aprender a:

(1) Predicar a Jesús en todo tiempo; es lo que hacía Juan en el desierto de Judea. Podríamos comenzar por predicarnos la persona de Jesús a nosotros mismos conociéndolo mejor, apasionándonos por Él, buscándolo en la oración, en el silencio, en las Escrituras, en los sacramentos, en medio de los desconsolados de la tierra.
(2) Experimentar a Jesús como el Salvador; esto fue Jesús para el Bautista. Si nos predicamos suficientemente el nombre de Jesús a nosotros mismos, un día como Juan, experimentaremos a Jesús como el que es capaz de darle sentido a todo, y concede a quienes creen en Él la gracia de convertirse en hijos de Dios.
(3) Creer firmemente que Dios cumple sus promesas; pasaron 30 años y Juan no ve ninguna señal que le compruebe quién es Jesús. El evangelio de hoy nos da motivos para vivir en la esperanza cierta y segura de que las promesas de Dios se cumplirán, incluso cuando no vemos ninguna señal.

De la persona de Jesús toda gracia podemos esperar, pero además de su persona y del acontecimiento de su bautismo podemos aprender a:

(1) Vivir con amor y gratitud nuestro presente, huyendo de los aplausos y de los deseos humanos de grandeza, como lo hizo Jesús en su vida callada y sencilla en Nazareth. Jesús en Nazaret nos enseña que la grandeza del ser humano consiste en vivir para Dios y servir a los demás.
(2) Aguardar pacientemente los tiempos de Dios, madurando las decisiones en el alma y dando el paso en el momento justo, para salir al encuentro de las promesas de Dios. Jesús pasó 30 años en Nazareth, sin aparecer en público. De las prisas y sudores nuestros cosechamos amargura y frustración, de la espera activa y la confianza en Dios logramos lo que anhela nuestro corazón.
(3) Los cambios pequeños en la vida cotidiana y los desplazamientos físicos o espirituales, hacen que suceda lo imprevisible, lo extraordinario, lo anhelado, lo increíble. Lo único que Jesús hace en el evangelio que hemos escuchado hoy, es ir de Nazareth al río Jordán, y ¡allí sucedió aquello por lo que suspiró durante 30 años!
(4) Darle valor a las mediaciones que Dios usa para darnos sus gracias. Lo que dice el Bautista es verdad, no es digno ni siquiera de inclinarse para desatarle las sandalias a Jesús; pero Jesús en humildad se hace bautizar por Juan. Aprendamos a ser humildes como Jesús para aprender de otros, incluso cuando los juzgamos menos dignos, hábiles o inteligentes que nosotros o piensan distinto a nosotros.
(5) Convencerse de que Dios es inalcanzable, y de que Él es el quien nos alcanza a nosotros. Jesús se hace bautizar por Juan, pero en este momento que se besan los cielos con la tierra, Jesús no asciende a los cielos sino que Dios su Padre junto con el Espíritu descienden sobre Él. Como dice la palabra “el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Dios nos amó primero” (1 Jn 4,10).
(6) Avivar en nosotros el hambre y la sed de Dios (a eso dedicó Jesús sus primeros 30 años y toda su existencia) de modo que cuando Dios pase, nuestros sentidos internos y externos perciban su paso. Basta con buscar el rostro de Dios incesantemente y declararle siempre al Señor, que Él es lo único decisivo y necesario en nuestra vida.
(7) Mantener vivas las memorias de las visitas de Dios. Una vez que Dios nos haya visitado con su presencia e iluminado nuestro camino (como le sucede a Jesús en su bautismo) mantener como un tesoro, como una luz, lo que hemos visto, oído y palpado, e ir hacia adelante, incluso cuando tengamos la sensación de la ausencia y lejanía de Dios.

Tal vez debí haber dicho esto al inicio. Son dos cosas las que quise compartirles: 1º. El bautismo de Jesús nos recuerda que nacimos en el tiempo, lugar y familia correctos, porque estamos en este mundo por querer de Dios. Ahora nos corresponde averiguar a nosotros si tenemos que permanecer o desplazarnos física o espiritualmente al lugar correcto. 2º. El bautismo de Jesús nos recuerda también nuestro propio bautismo cuando nuestro Dios y Señor nos hizo sus Hijos a través de su hijo Jesús por el Espíritu Santo, y se comprometió con nosotros cuando todavía éramos nada, cuando ni siquiera podíamos pronunciar su nombre.


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