Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

9 de gener de 2008
0 comentaris

Abans d’anar -me’n al llit

Us vull deixar un article que ve a incidir en el que comentava fa uns apunts sobre el desconeixement que tenen els joves del món cultural de fa uns anys (i ja no dic de fa uns segles). Però aquest que tracta l’article de Carlos Berzosa és més preocupant (al meu entendre). En fi… llegiu-lo i penseu-hi. Gràcies

El olvido de la crueldad franquista

Los
estudiantes españoles saben más del nazismo, gracias al cine, o de las
dictaduras de Chile y Argentina, por las informaciones de los medios de
comunicación, que de lo que fue nuestra dictadura franquista

POR CARLOS BERZOSA

EL
PAÍS – Opinión – 07-01-2008

Antes de que tuviera ocasión de ver la película Salvador, acerca
de la ejecución de Salvador Puig Antich, había hablado con jóvenes que ya la
habían visto y que ignoraban por completo los hechos que narra. La mejor
descripción la hizo una chica, quien dijo que le pareció impactante. Realmente
lo es, y lo que más les extrañaba a estos jóvenes es que esos hechos pudieran
haber sucedido en la España
de los años setenta. Se enfrentaban, de esta manera, a través de la película,
al horror que había supuesto el franquismo, y lo hacían ya no sólo a través de
las ideas más o menos vagas que acerca de la dictadura les hubiesen contado en
los estudios de bachillerato o de lo que pudiesen haber oído en sus casas.

El mismo desconocimiento de estos
hechos recientes por parte de los jóvenes se ponía también en evidencia en una
tertulia de radio que, dirigida por Concha García Campoy, se emitía desde los
cursos de verano de la
Complutense en El Escorial y en la que tuve la ocasión de
participar. Al presentar a la actriz Leonor Watling, García Campoy señaló que
ésta acababa de terminar el rodaje de Salvador. La actriz mencionó
entonces que, antes del rodaje, ni ella ni el resto del equipo tenían
conocimiento de esa historia. José Luis Sampedro y yo hablamos en el programa
de radio de lo terrible que fue aquel suceso, de la conmoción que nos produjo y
de otras ejecuciones que se llevaron a cabo al final del franquismo. Pero es
que hay que admitir que resulta lógico que los jóvenes no sepan nada acerca de
estos hechos tan cercanos en el tiempo, pues nadie les ha hablado de ellos, lo
que es una muestra más de la ocultación a la que se encuentra sometida la
historia de España más reciente y lo ominosa que pudo ser aquella parte de nuestra
historia.

Esta falta de información me recuerda
la que también padecimos tantos jóvenes universitarios en la década de los
sesenta, incluso entre los que nos enfrentábamos al franquismo. Max Aub
arremete en La gallina ciega contra esa juventud que en 1969 no sabía
nada acerca de la Guerra
Civil, ni de lo que había representado la generación del
escritor en el ámbito de las ciencias, las artes y la cultura. Para el
catedrático de la
Universidad Autónoma de Barcelona Manuel Aznar Soler, que
hace un estudio introductorio a esta obra en la edición de Alba Editorial, este
ataque a cuenta de la desmemoria impuesta por el régimen franquista le parece
un tanto injusto, pues la culpa no podía ser de aquellos a quienes no se les
había enseñado nada de aquello a que se refería Aub o, en todo caso, se lo
habían transmitido totalmente deformado. En realidad, no podía ser de otra
manera ya que los libros más rigurosos acerca de la República y la Guerra Civil, como
los de Hugh Thomas y Gabriel Jackson, estaban prohibidos y no resultaba fácil
para muchos adquirirlos en el cuarto de atrás de determinadas librerías o
comprarlos en Francia.

Llegados a este punto, conviene
volver al principio: ¿cómo se encuentra el conocimiento de la juventud
universitaria hoy respecto a lo que fue el franquismo y su última etapa? Mi
experiencia como profesor universitario es que, salvo una minoría excesivamente
pequeña, la mayoría no tiene ningún conocimiento. Esto sucede, además, en un
contexto y en un tiempo en el que no es posible excusa alguna, pues ahora no
hay libros prohibidos y se han publicado muchos que permiten disponer de una
información documentada sobre lo que realmente pasó.

Un testimonio notable de todo este
desconocimiento lo ofrece Jordi Soler en su libro Los rojos de ultramar,
cuando explica el porqué de ese libro basado en las memorias escritas de su
abuelo. Pensó, en principio, que su publicación carecía de interés, aunque
fueran memorias noveladas, pues no dejaba de ser un libro más sobre la Guerra Civil. Sin
embargo, cambió de idea cuando, encontrándose impartiendo una conferencia en la Universidad Complutense,
un estudiante le preguntó cómo es que se llamaba Jordi y hablaba con acento
mexicano. Como contestación, contó la historia del exilio de su familia en no
más de 10 minutos. Cuando terminó su rápida explicación los alumnos se quedaron
mirándole desconcertados, como si acabara de contarles algo que hubiera
sucedido en otro país o en la época del Imperio Romano. Tras las preguntas y
las caras de asombro, dejó su conferencia de lado y habló largo y tendido sobre
el exilio republicano, sintiéndose un poco ofendido de que esta información
hubiera sido extirpada de la historia oficial de España.

Las razones de este desconocimiento
pueden ser muchas, pero algunas de las más inmediatas las he obtenido de las
explicaciones de mis estudiantes. Unos me señalan que los acontecimientos más
recientes apenas se abordan en la asignatura de historia del bachillerato,
debido a la extensión del programa, lo que hace que las explicaciones se acaben
cuando comienza el franquismo; otros apuntan que en esas clases percibían la
impresión de que los profesores, no todos, por supuesto, demostraban poco
interés en querer entrar en lo que parece ser un agujero negro en nuestra
historia.

Tampoco en las familias se habla del
tema, ni siquiera del tardofranquismo que han vivido sus padres. Hace pocos
años, hablando distendidamente con estudiantes de doctorado, me confesaban que
no conocían nada acerca de las muertes que se produjeron en el final del
franquismo y el inicio de la transición. No sabían nada acerca de la matanza de
Montejurra, ni de la de Vitoria, ni sabían nada acerca de la muerte de
estudiantes como Luz Nájera, Carlos González, ambos de la Universidad Complutense.
Algo sí sabían sobre la matanza de Atocha.

La idea que tienen los universitarios
del franquismo es generalmente vaga, algo así como que fue una dictadura y que
algunos de sus padres corrieron delante de los grises, planteándolo como algo
divertido y folklórico, sin que se sepa que detrás de esas carreras había
detenidos, torturas, expedientes de expulsión de la universidad, depuraciones,
exilios, e incluso muertes como la de Enrique Ruano.

Bien es verdad que este
desconocimiento procede tal vez del pudor de muchos padres de no hablar de esa
parte de la historia que hemos vivido. Y es que sobre el tardofranquismo,
aunque haya novelas extraordinarias como El vano ayer, de Isaac Rosa, se
ha escrito poco.

Mi experiencia como profesor me
indica que los estudiantes saben más del nazismo, gracias al cine, o de lo que
sucedió en las dictaduras de Chile y Argentina, por las informaciones de los
medios de comunicación, que de lo que fue nuestra dictadura, y, por supuesto,
que no tienen una idea exacta de la brutalidad que supuso el régimen de Franco.

Hay otro factor más que aclara este
escaso conocimiento sobre el ayer cercano, y es que, en la actualidad, la
curiosidad intelectual y la inquietud política y cultural es menor que la que
había en esos años sesenta. Asimismo hay una menor afición por la lectura y,
por tanto, también menos interés por averiguar por uno mismo, como se hacía
entonces, aquello que no se encuentra en los programas de las asignaturas
oficiales. El porqué esto es así tendría que ser objeto de un análisis sociológico
más profundo, que no es lo que pretendo hacer aquí ya que tan sólo quiero dejar
constancia de un hecho. Tampoco pretendo juzgar ni condenar a nadie por su
desconocimiento, aunque sí lamentar que esto suceda, ni comparar generaciones.
Son momentos diferentes que responden a realidades distintas, y en la
actualidad hay cosas mejores y otras peores, en lo que a preparación
intelectual se refiere y respecto a lo que sucedía en los años sesenta, que
tampoco debe ser un decenio ni mucho menos mitificado.

Creo necesaria, no obstante, la adaptación de la
enseñanza a los tiempos actuales, y también que no debemos consentir que la
historia de España más cercana haya quedado extirpada o deformada, máxime
cuando llevamos 30 años de democracia y ésta se encuentra ya consolidada


Us ha agradat aquest article? Compartiu-lo!

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Aquest lloc està protegit per reCAPTCHA i s’apliquen la política de privadesa i les condicions del servei de Google.