L'Hereu Riera

El Dret Humà oblidat: el dret d'herència universal

De fanatisme en fanatisme fins a la victòria final

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“@jcgafo Els fanatismes no mereixen cap triomf i tu, amb el teu error, els hi has regalat”

Twitter de Carme Chacón, diputada del PSC per Barcelona

[Comentari de text:
La piulada de la reincident (també en aquesta secció) diputada Carme Chacón encapçalava avui la plana d’opinió del meu diari, que anava plena del mateix tema: la galinsogada del presumpte diplomàtic Juan Carlos Gafo, segon de bord del ministre d’Exteriors (de fora), que l’ha cessat de manera fulminant per la patinada.
Patinada? Vicent Sanchis ho veu com una manifestació més de la marca del bastó: Per això el director adjunt de la Marca España, escriu, «ha hagut de dimitir a la força després d’imitar el ministre d’Educació i Cultura i expressar clar i castellà què pensa dels catalans. Que no es mereixen res. La Marca España és afirmar que el valencià, com els catalans, són una merda».
(Quan vaig trobar la famosa piulada penjada al FB [“Catalanes de mierda. No se merecen nada”], hi vaig escriure aquest afegitó: «“No se merecen nada que no sea mierda”, vol dir, que és allò que “los catalanes de mierda” rebem d’Espanya: merda ben embolicada amb bonics insults de tots colors». Disculpeu la desfogada, però algú ho havia de dir).
Al costat, sota el títol “Som una na(ta)ció”, Carles Ribera, considerant que es tracta del departament del ministre Margallo, treia aquesta conclusió de la facècia d’aquell primari enviat pel ministre al racó de pensar: «Vist com ens estimen des de la Marca España, totes les delegacions que pugui tenir la Generalitat a l’estranger [de fora] són diners molt ben invertits», i que de tota manera, deixant de banda la cafrada d’aquest Gafo, que no és més que «la verbalització irada de la manera d’actuar pacient de tot un Estat», la xiulada que va sonar al Sant Jordi en la inauguració del mundial de natació al mateix temps que l’Himo nacional, i que tant va fer emprenyar tot l’orfeó imperial, demostra que els catalans hem perdut definitivament la por: «Ens hem tirat a la piscina per competir i ens mullem amb manifestacions, concerts, cadenes i també a les urnes, perquè no volem continuar vivint amb l’aigua al coll com els segons del castell que va emergir, potent, de l’aigua de la piscina».
En un altre bitllet (“Els primers separatistes”), el catedràtic Josep M Casasús, recolzant-se en documents de l’erudit Domènech i Montaner i d’Enric Vila Casas, situa el separatisme a la teulada castellana, i el fa recular com a mínim fins a Isabel I, dita “la Catòlica” (encara bo!). «El separatisme castellà ve de més lluny que el català. Els seus caps de fila d’ara ho declaren sense embuts. Esperanza Aguirre digué que Barcelona està “en el extranjero”. El ministre Wert tracta el català com una llengua estrangera. Els unionistes tenen feina a fer a Madrid».
L’advertiment podria anar per la tossudament agenollada Carme Chacón i la part del partit que la secunda, i de fet es nota el dolor (Espanya sempre “duele”, indefectiblement, i a propis i estranys, pura fatalitat) en la seva nota al twitter. Però ja es veu quina nota en pren, la noia, de tot plegat: la cagada del tal Gafo és munició per als fanàtics separatistes. La unió forçosa, feta a punta de baioneta i a còpia de bombardeigs periòdics i de repressió permanent, aquesta pudent Unidad, una fantasmada que no se la creuen de debò ni els mateixos que la prediquen, això és sensatesa, lògica cartesiana, virtut cristiana i democràcia de la bona. I la pretensió de desemmascarar-la i desmuntar-la, per aconseguir que la gent a la pell de brau pugui viure en pau i harmonia amb els veïns, això és fanatisme. Semblaria increïble, si no fos que en aquest país hem vist tant, en política colonial, que estem en perfectes condicions de creure’ns qualsevol cosa, per molt extravagant que sigui!

Tanmateix, per poder contrastar amb la ceguesa d’alguns catalans que tenen el cul llogat (no sé escatir per quines raons), invito el lector a compartir un article sorprenentment lúcid d’un personatge no català, Manuel Muela, de títol revelador (“La despedida de Cataluña como colofón”), publicat tot just dimecres passat a VozPópuli, i que va ser objecte d’un munt de comentaris tan explícits com es pot suposar. El copio sencer, que té miga, com diuen allà baix:

«Mientras el Estado se disuelve en medio de procesos judiciales por corrupción institucional y ajustes de cuentas en el seno de la derecha gobernante, una parte del mismo, Cataluña, va consolidando su propio guión para independizarse y buscar una vida mejor para los catalanes: el avance del nacionalismo desde la Diada de septiembre de 2012 está siendo espectacular, según cuentan los que viven y trabajan allí, no tanto por el mérito de los dirigentes nacionalistas como por la imagen de decrepitud y de falta de futuro que ofrecen las instituciones estatales españolas. La política española ha dejado de interesar en Cataluña y los partidos que se sustentan en la misma, PP y PSOE, van reduciendo su espacio electoral de forma significativa, cuestión verdaderamente grave en el caso del PSOE que hace bien poco era la primera fuerza parlamentaria allí. En el resto de España, triste y poco informado, las pulsiones de lo catalán se reciben como lejanas o sencillamente se despachan como chifladuras sin porvenir de cuatro nacionalistas. Un cuadro desenfocado que, a mi juicio, impide ver la nueva realidad política y social que emerge por una de las esquinas más ilustres del solar español, como colofón de ésta crisis española del siglo XXI.

El catalanismo político a la búsqueda de masa crítica

Después de la gran explosión de la última Diada, que sorprendió a propios y extraños, ya comenté que “la política del avestruz que parece inspirar la mayoría de las declaraciones gubernamentales no creo que merezca demasiado análisis, salvo el de constatar el grado de duda y de desazón que les plantea un proyecto de independencia que no estaba en su guión, aunque, como he tratado de resumir, no ha sobrevenido como una repentina tormenta de otoño, sino que es resultado y consecuencia de décadas de preparación”. Pero éstas y otras reflexiones análogas se han ido perdiendo en la selva del lenguaje administrativista de los portavoces oficiales, ¡como si la independencia catalana fuera un expediente administrativo más!, salpimentadas por un españolismo de brocha gorda, émulo del utilizado por algunos nacionalistas catalanes. Muy pocos han querido debatir y analizar el fenómeno desde la perspectiva social y constitucional para intentar su ordenación o corrección con el fin de evitar más daños al doliente cuerpo nacional. Por arte de esos comportamientos y con la ayuda inestimable de la depresión económica que no cesa, los catalanes parecen claramente decididos en pro de la independencia que, a su juicio, será el instrumento para aliviar sus problemas. La cuestión, por tanto, es saber con qué argumentos se les puede disuadir de su fijación. Me temo que nuestro Estado deshilachado tiene pocos por la vía democrática. Ni siquiera la hipotética e improbable apertura de un proceso constituyente sería bastante.

El catalanismo político cuenta más de cien años de existencia; siempre fue un proyecto nacionalista burgués, influyente pero no mayoritario socialmente, que era referente de la vida pública española y determinante en las etapas parlamentarias tanto de la Restauración canovista como en la Segunda República Española. Durante ésta última consiguió gobernar en Cataluña, aunque no obtuvo la anhelada mayoría social que es la pretensión de cualquier movimiento nacionalista para construir un Estado propio: la fuerza del anarquismo de entonces se lo impidió y, a la postre, fue una de las causas de la perdición de ellos, los nacionalistas, y de la propia República. El socialismo era prácticamente inexistente en Cataluña y las ilusas burguesías gobernantes en Barcelona fueron devoradas por los extremismos de una época trágica en España y Europa.

Con la Transición el nacionalismo ha conseguido la mayoría social

Pero ese cuadro tradicional ha ido cambiando a lo largo de la Transición: el nacionalismo burgués ha gobernado allí desde principios de los años 80 y ha sido referente importante de la vida parlamentaria en Madrid. Con gran decisión y no poca inteligencia ha trabajado todos estos años para obtener la mayoría social, que es un concepto distinto del de la mayoría electoral o parlamentaria; y en ese camino ha contado con la ayuda inestimable de los gobiernos españoles y la contribución definitiva del Partido Socialista de Cataluña, el socio del PSOE allí. Desaparecido el viejo anarquismo y devaluado lo español, resultaba más fácil aunar voluntades a favor del nacionalismo.

El cuadro político de la Cataluña de hoy se compone básicamente de dos fuerzas nacionalistas tradicionales, el centro derecha de CiU y el centroizquierda pujante de ERC, acompañadas por la izquierda nacionalista del PSC, de IU y de la CUP. Al margen de todos ellos, dos fuerzas no nacionalistas, el PP y Ciudadanos, que se disputan el mismo y exiguo espacio electoral. Ahora sí se puede afirmar que el independentismo tiene la masa social crítica suficiente para dar el paso hacia el Estado catalán. Y en esa tarea están los últimos nueve meses, aprovechando la crisis económica y la debilidad política y constitucional del Estado español. En los meses próximos, por consulta plebiscitaria o decisión del Parlamento catalán, podríamos asistir a la declaración de independencia. Saben de la incapacidad extrema de Madrid donde existe una mayoría absoluta que está siendo pulverizada por la insatisfacción ciudadana y las banderías suicidas de la propia derecha que la ostenta. Se han enajenado cualquier apoyo político o social con su arrogancia vacía.

Cuando se escribe el comentario estamos en la resaca de la declaración judicial del famoso tesorero que, cual nuevo Antonio Pérez, ha puesto en jaque al Poder, con la diferencia de que no existe Felipe II. Lo que existe es un presidente del Consejo de Ministros, ayuno de autoridad y asediado por los buitres de su partido, dispuesto a resistir y a ofrecer al Ruedo Ibérico el espectáculo a cámara lenta de su caída con la incógnita de qué se llevará por delante, además de a su propio partido. Las oposiciones parlamentarias, desconcertadas, acusan la rigidez del sistema y parecen bloqueadas para desatascar la situación. Volvemos a reeditar los finales de Felipe González que precipitaron, no lo olvidemos, los nacionalistas catalanes cuando le retiraron su apoyo. Ahora los nacionalistas no van a retirar apoyo alguno, sencillamente se van a marchar mientras aquí seguiremos discutiendo, o mejor dicho, lo discutirá el establishment castizo, si el PIB continuará más o menos plano o si la prima de riesgo sube o baja unos enteros. Nos duele la estampa dramática de un país que hace mucho que perdió el oremus».

(Els subratllats són de l’original)


Aquesta entrada s'ha publicat en Foto·xop el 23 de juliol de 2013 per mininu

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