¡A ver, el banderín…!
Deixa un comentari[En una ciudad mediana de una cierta Comunidad del noreste peninsular, el Ayuntamiento ha decidido poner la rojigualda, tal como lo dispone la reglamentación nacional vigente, en lugar bien visible… Diríase, inclusive, que se halla demasiado a la vista: ¿tal vez la Virreina aprecie en ello exageración a posta, es decir, ironía y sarcasmo? Con según quién, ninguna sospecha es gratuita…]
—Buenos días. ¿Puede Ud. indicarme, si es tan amable, por dónde se va al Ayuntamiento?
—Por supuesto. ¿Ve Ud. aquel humilde banderín? Pues es justo allí, no puede Ud. perderse.
—Muchísimas gracias.
—De nada. Vaya Ud. con Dios…
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[En una ciudad mediana de una cierta Comunidad del noreste peninsular, el Ayuntamiento ha decidido poner la rojigualda, tal como lo dispone la reglamentación nacional vigente, en lugar bien visible… Diríase, inclusive, que se halla demasiado a la vista: ¿tal vez la Virreina aprecie en ello exageración a posta, es decir, ironía y sarcasmo? Con según quién, ninguna sospecha es gratuita…]
—Buenos días. ¿Puede Ud. indicarme, si es tan amable, por dónde se va al Ayuntamiento?
—Por supuesto. ¿Ve Ud. aquel humilde banderín? Pues es justo allí, no puede Ud. perderse.
—Muchísimas gracias.
—De nada. Vaya Ud. con Dios…