“El 28 de octubre de 1510 nacía en Gandia el primogénito de los duques don Juan de Borja Enríquez y doña Juana de Aragón Gurrea, a quien llamaron Francisco en agradecimiento al santo de Asís por su protección durante la gestación y el parto mismo.
Esta prematura relación del protagonista de esta historia con la orden de los mendicantes pobres se estrecharía tanto durante su vida que sigue siendo una incógnita en la biografía del santo duque por qué, llegado el momento, optó por la incipiente Compañía de Jesús en lugar de hacerse franciscano. El emperador mismo tampoco llegó a comprender del todo la opción religiosa de su buen amigo y albacea Borja, que sin duda tendría mucho que ver con la enorme capacidad persuasiva de alguien tan perspicaz como san Ignacio de Loyola.
El nacimiento del heredero del ducado de Gandia en 1510 no necesitaba otros aditamentos para convertirse en acontecimiento relevante, pues aquel niño resultaba ser bisnieto de un papa por vía paterna y de un rey por la materna. Su padre –el tercer duque de Gandia– había sido el primer nieto varón de Alejandro VI, mientras que el padre de la duquesa, monseñor Alfonso de Aragón (arzobispo de Zaragoza), era hijo natural de Fernando el Católico.
Pese a unos ancestros tan distinguidos y peculiares, una oportunista leyenda difundiría que aquel día de octubre quiso el cielo anunciar que en Gandia nacía un santo, haciendo brillar un astro sobre el palacio ducal en el momento mismo del alumbramiento. La estrella en cuestión, que sería caudata –con cola–, como la que guió a los Reyes Magos, figura en el actual escudo de la ciudad e inspira el logotipo de la Escuela Politécnica Superior de Gandia.
El cardenal Cienfuegos difundió esta leyenda, cuyo origen no parece descabellado relacionar con el fulgurante éxito del feliz descubrimiento, en 1572 –sólo semanas después de la muerte de Borja–, de una supernova en la constelación de Casiopea. El autor de tan reconocido hallazgo, a quien Federico II de Dinamarca hizo rico, fue el astrónomo danés Tycho Brahe, maestro de Kepler.
Para sus más devotos admiradores, el verdadero prodigio sería que aquel niño vendría a lavar la ignominia arrojada por el apellido Borgia(italianización del valenciano Borja) en la memoria de la Iglesia católica. Muy al contrario de esta piadosa leyenda, san Francisco de Borja no sólo no fue el expiador de esos pecados familiares sino que él precisamente institucionalizó, con éxito, en su palacio gadiense, una actitud de expreso reconocimiento hacia sus antepasados, origen de la casa ducal de Gandia. Se mostró especialmente agradecido con el papa Alejandro VI, como puede comprobarse en el Item 14 del testamento del propio Francisco o en el programa iconográfico con el que Tomás F. de Borja, décimo duque de Gandia, decoró el techo de la Galería Dorada, la última aportación borgiana a la casa señorial de su pueblo natal, donde se exalta a los Borja como ejemplo de familia y a san Francisco, en particular, como modelo de noble y cristiano.” (segueix)
Pasó unos años en Tordesillas, donde compartió juegos infantiles con Catalina, la hija menor de Juana la Loca y futura reina de Portugal, y completó su formación con su tío Juan, arzobispo de Zaragoza, quien había heredado la mitra de su padre.
En 1528 fue enviado a la corte. Pronto se ganó la amistad de los monarcas, sin que su estrecha relación con la emperatriz Isabel tuviera nada que ver con los amoríos que quiso imaginar el duque de Rivas como argumento literario de El solemne desengaño. Al año siguiente se casó con la dama portuguesa Leonor de Castro Meneses, con quien tuvo ocho hijos en total. El regalo de bodas del emperador fue la dote de la novia y elevar a marquesado la baronía borgiana de Llombay, preciado y muy apetecible título que en el futuro ostentaría siempre el heredero del ducado de Gandia.
En 1539 fue nombrado virrey de Cataluña, y fue el primer laico en ocupar esta alta dignidad en el Principat. Fiel a las severas instrucciones recibidas del emperador, su gran obsesión fue combatir el bandolerismo que asolaba la zona y fortificar la costa, empresa en la que no siempre contó con el apoyo de las fuerzas vivas del lugar, porque ni el propio cabildo catedralicio ni tampoco la nobleza autóctona colaboraron en su cometido.
En 1543 murió su padre, y Francisco se convirtió en el cuarto duque borgiano de Gandia. Su primera preocupación en este nuevo cometido sería el futuro de los 19 hermanos que quedaban a su cargo (contando a Juan Cristóbal, hijo extramatrimonial). Francisco cambió Gandia, donde impuso la estricta moralidad que comenzaba por aplicarse a sí mismo y a su familia; y puede decirse que Gandia lo cambió a él.
Fundó un convento de dominicos en Llombay (donde vivió san Luis Bertrán) y en la ciudad mejoró el hospital de San Marcos (antecedente directo del actual, denominado de San Francisco de Borja). Otra obra que mandó realizar fue un nuevo recinto amurallado, que tenía el objetivo de proteger el ensanche urbano por poniente (la Vilanova).
Pero lo más destacado fue que fundó el colegio de San Sebastián, que fue el primero de los de la Compañía en admitir alumnos laicos, y que inmediatamente se convertiría en la primera universidad en el mundo gestionada por los jesuitas.
http://www.magazinedigital.com/reportajes/los_reportajes_de_la_semana/reportaje/cat_id/81
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me ha gustado mucho. Sobre todo el sesgo del sr. La Parra, apellido que le viene al pelo. Me ha parecido brutal la referencia a la iglesia Il Gesù del Vignola al relacionarla con las iglesias barrocas. Don La Parra es un pozo de sabiduría. Por otro lado encuentro muy adecuado este serial de aquí hay tomate de familares del presunto antiagermanado Paco Borcha (voy a españolizarle yo también el nombre y apellido) que tuvo que salir por piernas cuando empezaron a pintar malamente las cosas para los amiguetes del emperador. Gran valenziano por otro lado. El apartado destinadoa explicar que la mitra de Zaragoza era hereditaria ha sido sublime. Se me han llenado los ojos de lágrimas en el apartado dónde los malditos y ateos franceses, durante la guerra de nuestra independencia saquearon los restos del insigne valenziano finalmente afincados custodiados en la recoleta calle de Serrano en Madrid.
Paco Borcha fue todo un sismo en la catolicidad reformada mediante la Contrareforma por ello lo han hecho patrón de los terremotos por ello, aquella ‘cantaora y bailaora’ , Rita, de pseudónimo, “La terremoto” llevaba siempre una estampita hincada en entre dos lóbulos, el de la oreja y el del cerebro a modo de naipe dalianiano.
Tú Ángel, que eres amigo, por lo que se ve, del sr. La Parra pídele otro artículo para intruirnos sobre la vida y milagros de cualquier otro gran santo. Verbigracia: beato D. Josemaria Escribá de Balaguer.
Quedo ansioso de leer este -o cualquier otro- bienhechor de la causa humana.
Cerraré escobariamente con un sentido y profundo: Y que viva España !
PS: gran diario el Levante-EMV.