Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

17 de maig de 2008
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La batalla del Ebro

E. CERDÁN TATO

EL
PAÍS – 09-02-2008

Respuesta a Fraga

J. LUIS LÓPEZ DE GUEREÑU
POLÁN – Pontevedra

EL
PAÍS – Opinión – 07-03-2008

 

Por una Iglesia de todos

CÉSAR ROMERO GARCÍA
– Esplugues de Llobregat, Barcelona

EL
PAÍS – Opinión – 06-03-2008

 

Rouco y el PSOE

JON GARCÍA –
Bilbao

EL
PAÍS – Opinión – 07-03-2008

 


El cardenal Rouco y el laicismo

Al reivindicar un Estado laico no se pretende eliminar a las religiones de la
vida pública como dicen los integristas. Se trata de crear un marco donde
quepan todas las creencias en igualdad de condiciones

JUAN JOSÉ TAMAYO

EL
PAÍS – Opinión – 07-03-2008


La batalla del Ebro

E. CERDÁN TATO

EL
PAÍS – 09-02-2008

Hoy mismo, Majoy, general en jefe del ejército
nacionaltrasvasista, hará pública la capitulación de sus posiciones fluviales,
que con tanta temeridad como impericia ha defendido. Previamente, Majoy, en la
intimidad, practicó la denostada memoria histórica y tuvo conciencia de su
estrepitoso fracaso. Unas décadas antes, el sublevado general García Valiño,
con otros altos jefes militares, había ganado la batalla del Ebro, que ahora él
perdía ostensiblemente, para levantarle una patria ensangrentada, represiva y
sumisa al nacionalcatolicismo. Majoy, acuciado por la adversidad, y, en
secreto, abominó de algunos mandos de su estado mayor, que, en su
enfrentamiento de míseros intereses, lo habían echado, como una piltrafa, a los
pies de los caballos de su enemigo. Meditó, aunque tardíamente ya, acerca de
sus consejeros más buñoleros que áulicos, Zapullo y Azebón, que con sus
cuchilleos en spanglish le transmitían a todas horas las revelaciones
del supremo Buhznar, hasta dejarlo hecho un pasmón. Pero lo que nunca esperó ni
siquiera supuso el general Majoy fue la dureza con la que se acometieron las
legiones populares mañas del coronel Alcaide y las unidades de voluntarios del
pelotazo inmobiliario levantino, a las órdenes del gótico Champs. El coronel
Alcaide, en un arrebato de celo, amenazó con entregarle el sable al general en
jefe Majoy, si salía un solo hilo del Ebro, aunque fuera en los papeles,
mientras el mariscal Champs y sus más fieles oficiales garantizaban a sus
huestes que reivindicarían a toda costa sus aspiraciones hídricas: vosotros,
tranquilos, que pronto veremos pasar las aguas del Ebro por las puertas de
nuestros cuarteles. Pero Majoy, que se la juega y sabe por dónde van los tiros,
no estaba dispuesto a tolerar más insubordinaciones y les cantó las cuarenta a
los disidentes de los voluntarios levantinos, y Champs se envainó la espada y
guardó el silencio de la derrota, después de tan ardientes y reiteradas
promesas; qué fidelidad al poder la de este sacrificado mariscal. Entre tanto,
el coronel campeón Alcaide dijo la mentira que se dice en estos casos:
“Tú, ni vencedores, ni vencidos, ¿eh?” Hasta la palabra trasvase se
suprimirá en el preámbulo de la capitulación, advirtió cautelosamente Majoy, y
en su lugar emplearemos transferencia, que parece más templada. Majoy se rinde
acosado por su enemigo y por la crisis interior, que socava sus fuerzas. Y para
colmo, se lamentaba el general en jefe, me avisa confidencialmente el Vaticano
de que el infierno no es un estado de ánimo, ni chorrada por el estilo, sino
quemaduras de tercer grado para arriba, y que a ver qué ungüentos y pomadas me
recetan, porque andando las cosas como andan, ya ni se sabe. Solo algún jefe
tribal, como el Pimpoll, de las comarcas del sur, se ha echado al monte
Benacantil y por allí va haciendo nada, que es lo mejor que sabe hacer. Pero
Majoy es consciente de que esta batalla del Ebro la han ganado quienes también
debieron ganar la otra. Y que su colega Pissarro no es un artista como su
homónimo, sino un pintamonas estentóreo. Y a estas alturas, qué. Nota del
autor: cualquier coincidencia no es coincidencia.

 

Respuesta a Fraga

J. LUIS LÓPEZ DE GUEREÑU
POLÁN – Pontevedra

EL
PAÍS – Opinión – 07-03-2008

He
oído decir al señor Fraga que le gustaría disponer del Libro Blanco de Zapatero
para usarlo como papel higiénico. Este señor es un perfecto mal educado desde
su más tierna juventud. Podría usar como papel higiénico una copia de la Ley de Prensa que hizo aprobar
y que mantuvo a los periodistas con la espada de Damocles de ser apresados o
represaliados durante años… o una copia del acuerdo del Consejo de Ministros
por el que se confirmaba la sentencia a muerte de Julián Grimau (juzgado sin
garantías jurídicas e inocente al fin); o una copia de tantos acuerdos por él
tomados que vulneraban derechos fundamentales de los españoles. ¿O estos
documentos no son lo suficientemente suaves para el culo del señor Fraga.

 

Por una Iglesia de todos

CÉSAR ROMERO GARCÍA
– Esplugues de Llobregat, Barcelona

EL
PAÍS – Opinión – 06-03-2008

No
esperaba gran cosa de la elección del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal
Española, pero desde luego no me alegro de que monseñor Rouco Varela sea el
elegido. Como católico, me hubiera gustado más la continuidad de una persona
sensata y moderada como es monseñor Blázquez. Qué lejos quedan los tiempos del
Concilio Vaticano II, del cardenal Tarancón o de la efervescencia de la
teología de la liberación en América Latina.

Los prelados españoles han tomado por costumbre
meterse en cosas en las que no debieran opinar, porque no todos los fieles
comulgamos con su discurso ultraconservador. ¿Cómo es posible discriminar a un
cristiano por su orientación sexual? ¿Cuánto tiempo más vamos a consentir que
la mujer sea un mero apéndice del hombre en la Iglesia? ¿Qué sentido
tiene el celibato sacerdotal en el siglo XXI? ¿Por qué la opinión de las bases
es apenas tenida en cuenta por la jerarquía?

Espero que el próximo Gobierno sea firme en la defensa
de los valores democráticos frente a las presiones vaticanas de inmiscuirse en
las cosas de los hombres. Tampoco pienso financiar con mis impuestos a una
organización que me maltrata y conculca constantemente mis derechos. No
pretendo liderar una herejía, ni mucho menos. Pero Iglesia somos todos, y cada
uno vive el evangelio como cree. No nos callemos. Es importante y necesario que
los católicos que pensamos diferente a la jerarquía alcemos la voz. La Iglesia no es suya.

 

Rouco y el PSOE

JON GARCÍA –
Bilbao

EL
PAÍS – Opinión – 07-03-2008

Parece
que la Iglesia
ya tiene claro que Zapatero va a ser el ganador de estas elecciones. Y para
intentar paliar el daño que este hecho les supone, ha dispuesto al frente de la
conferencia episcopal al cardenal Rouco Varela, uno de los personajes más
conservadores, controvertidos e intransigentes de esta institución. La Iglesia barrunta la
amenaza de otros cuatro años más de gobierno del PSOE, que ya ha advertido que
si gana hará que se respire en España los mayores aires laicos que se han
respirado jamás. Con Rouco, la
Iglesia se garantiza un retroceso mínimo y una agitación
máxima, de producirse alguna nueva ley que vaya en detrimento de sus intereses.

 

El cardenal Rouco y el laicismo

Al reivindicar un Estado laico no se pretende eliminar a las religiones de la
vida pública como dicen los integristas. Se trata de crear un marco donde
quepan todas las creencias en igualdad de condiciones

JUAN JOSÉ TAMAYO

EL
PAÍS – Opinión – 07-03-2008

La
elección del cardenal Rouco Varela como presidente de la Conferencia Episcopal
Española va a dificultar todavía más el camino hacia el laicismo en nuestro
país. Así lo demuestran su oposición numantina al Gobierno socialista, su
alianza con el PP y su cruzada contra determinadas leyes adoptadas en la
legislatura recién terminada, como la del matrimonio homosexual, la de Memoria
Histórica, la de Educación para la Ciudadanía, el divorcio exprés o la LOE.

España no es, ciertamente, un Estado confesional,
como lo fuera durante el nacionalcatolicismo. Pero tampoco es un Estado ateo
que persiga a las religiones, o laicista que las recluya en los espacios de
culto o en la esfera privada. Todo lo contrario, las manifestaciones públicas
de la religión católica están a la orden del día: desde las declaraciones de
obispos y otros colectivos cristianos hasta las procesiones, pasando por los
actos religiosos celebrados en espacios públicos como la concentración por la
familia cristiana en la plaza de Colón.

Tampoco es un Estado laico que haya logrado la
total separación entre la
Iglesia y el Estado y la autonomía de la política respecto a
toda tutela religiosa. Quedan todavía importantes restos de confesionalidad en
la vida pública y continúa el trato de favor de los distintos Gobiernos de la
democracia hacia el catolicismo, incluido el actual, como reconocen los propios
dirigentes socialistas.

Hace un par de meses, José Blanco afirmaba que el
comportamiento del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero con la Iglesia católica “ha
sido exquisito”, y que el acuerdo de financiación “ha sido
cuestionado por buena parte de la sociedad y por muchos votantes del PSOE, y
nada tiene que ver con el trato a la
Iglesia católica en la Unión Europea”.
José Bono ha ido más lejos todavía al declarar que “no hay ningún país en
el mundo que trate a la
Iglesia católica mejor que España”.

El ejemplo más palmario contra la laicidad del
Estado ha sido el acuerdo estable e indefinido de financiación firmado por la Santa Sede y el
Gobierno español, por el que se incrementó la asignación a la Iglesia católica a través
de la recaudación del IRPF. ¡Sorprende la facilidad con que la Iglesia católica ha
conseguido lo que, tras años de lucha, no han logrado las organizaciones no
gubernamentales, que vienen reclamando en vano el 0,7% para proyectos de
desarrollo en el Tercer Mundo!

Este incremento contradice el propio acuerdo
económico entre la Santa
Sede y el Gobierno español de 1979, en el que “la Iglesia católica declara
su propósito de lograr por sí misma los recursos necesarios para la atención de
sus necesidades” (artículo 2.5). Con la fórmula actual vamos en dirección
contraria a la autofinanciación. Además, el actual modelo de financiación
incumple el principio de igualdad, reconocido en la Constitución, y es discriminatoria
para con las otras confesiones religiosas, a las que los declarantes que lo
deseen no pueden destinar el 0,7% en su declaración de la renta. Si el Acuerdo
de 1979 era anticonstitucional, el incremento actual lo es por partida doble.

Otro ejemplo de trato favorable al catolicismo es la Ley Orgánica de
Educación, que mantiene la oferta obligatoria de la religión en todos los
colegios -públicos, concertados y privados-, y que en todos los niveles de la
enseñanza escolar, desde la infantil hasta el bachillerato, considera la
asignatura evaluable y mantiene la alternativa.

En una muestra más de injerencia clerical y de
transgresión de las normas de acceso del profesorado a la docencia, los obispos
siguen detentando el privilegio de nombrar y cesar a los profesores de
religión, cuando es el Estado el que los contrata y paga.

La influencia de la Iglesia católica en el
Parlamento se ha demostrado en la elaboración de la ley que regula la
asignatura de Educación para la
Ciudadanía que, según confesión del embajador de España en el
Vaticano, Francisco Vázquez, fue negociada con la Santa Sede “para
obtener una pax con Roma” (¡Ya sabemos lo que implicaba la pax
romana!). Para ello hubo que eliminar del temario de la nueva asignatura
los puntos que pudieran entrar en colisión con la doctrina y moral católicas,
como el aborto o el matrimonio homosexual. A estas concesiones hay que sumar
otra más preocupante todavía: la adaptación de la asignatura al ideario de los
centros católicos para evitar el boicot con el que amenazaron los colegios
confesionales.

Tampoco dice mucho a favor de la laicidad del
Estado la reiterada presencia de representantes de las distintas instituciones
públicas -estatales, autonómicas y municipales- en ceremonias religiosas de
profundo significado simbólico, como procesiones, funerales católicos llamados
“de Estado”, elevación de obispos españoles al cardenalato,
canonizaciones, beatificaciones, etcétera. Esa presencia choca con la no menos
reiterada ausencia de autoridades políticas del mismo rango en actos de otras
confesiones religiosas.

Me parece bien que el Gobierno y el PSOE
respondieran “poniendo las cosas en su sitio” a las provocaciones de
algunos obispos que en la concentración del 30 de diciembre cuestionaron el
Estado de derecho. También que reaccionaran críticamente a la nota de la Permanente de la Conferencia Episcopal
Española emitida el pasado 30 de enero, que pedía implícitamente que no se
votara al PSOE. Pero no es suficiente.

Hay que pasar de las palabras a los hechos y avanzar
hacia la construcción del Estado laico, que no es contrario a ninguna religión
o ideología, sino que respeta la libertad de conciencia y la libertad
religiosa. El primer paso ha de ser, a mi juicio, la revisión de los Acuerdos
con la Santa Sede
y con las confesiones de notorio arraigo (islam, judaísmo, iglesias
evangélicas), que hoy resultan a todas luces anacrónicos. Anacronismo que será
más acusado cuanto más se tarde en revisarlos. Así se liberaría al Gobierno, a
cualquier Gobierno, de la atadura de pies y manos a la que se ve sometido ahora
en materia religiosa.

La revisión lleva derechamente a suprimir la
financiación a la Iglesia
católica y a no extenderla a otras religiones, y a sustituir la enseñanza
confesional de la religión en la escuela por la enseñanza laica de la historia
de las religiones, que contribuirá, sin duda, a superar el analfabetismo
religioso, a eliminar el carácter confesional de la escuela, a fomentar el
respeto y la actitud crítica hacia las religiones.

Es necesario, asimismo, elaborar una nueva Ley de
Libertad de Conciencia y Libertad Religiosa, que sustituya a la actual Ley
Orgánica de Libertad Religiosa, superada por los profundos cambios
sociorreligiosos producidos en la sociedad española en los últimos treinta
años, entre los que cabe citar: la secularización de la sociedad española, el
avance de las distintas manifestaciones de la increencia, el crecimiento
numérico de otras religiones distintas de la católica, la implantación de
nuevos movimientos religiosos, etcétera.

A estas dos medidas habría que sumar una tercera:
la elaboración de un estatuto de laicidad en todos los ámbitos de la función
pública, nacional, autonómico y municipal, que evitaría la confusión entre
religión y política actualmente reinante cuando las autoridades políticas en
cuanto tales participan -e incluso presiden- ceremonias religiosas.

Con estas propuestas no se pretende eliminar a las
religiones de la vida pública, sino hacer realidad el Estado laico, marco
político donde caben las diferentes creencias y no creencias en igualdad de
condiciones. Todavía es posible corregir el camino y enfilar la senda del
laicismo. Para ello hacen falta voluntad política, apoyo de la ciudadanía y
colaboración de las propias religiones.




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