Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

29 de novembre de 2009
1 comentari

Què ha dit una veu més autoritzada que la meua sobre José Ignacio Munilla, nomenat bisbe de Donòstia

Fa uns dies vaig dir-hi la meua i penjar algun article al voltant del nomenament d’aquest senyor com a bisbe de Donòstia. Algú em digué (i li ho agraesc) que l’impotrtant d’un bisbe és que fóra un bon pastor, cosa amb la qual estic totalment d’acord. Però en el cas de l’Església al nostre estat i en aquest cas en particular, m’agradaria equivocar-me però pense que no m’equivoque. Ací teniu l’article que Juan José Tamayo, director de la Càtedra de Teologia i Ciències de les Religions de la Universitat Carles III, escrivia dijous a EL PAÍS.

 
Munilla: espiritualidad y antinacionalismo 

JUAN JOSÉ TAMAYO 

EL PAÍS  –  Sociedad – 26-11-2009

El nombramiento de monseñor Munilla como obispo de San Sebastián se sitúa dentro de la lógica de la cúpula de la Iglesia católica, organización antidemocrática y fuertemente jerarquizada, en la que todo el poder y todos los poderes son detentados y controlados por una sola persona, el Papa. A la hora de elegir a sus representantes en las iglesias locales, los nombramientos -que no elecciones- recaen en personas de probada ortodoxia doctrinal, de indubitable obediencia al pontífice, así como de reproducción ideológica de la institución eclesiástica y de la estructura centralista de la Iglesia católica.

Esto es precisamente lo que ha sucedido con el nombramiento de monseñor Munilla, hasta ahora obispo de Palencia, para regir los destinos religiosos -¿y políticos?- de la diócesis de San Sebastián, liderada durante la última década por monseñor Uriarte, nacionalista confeso y convicto y teológicamente conservador, como ha demostrado en varias ocasiones prohibiendo a teólogos críticos intervenir en los espacios eclesiásticos controlados por él. Éste ha sido mi caso y el de otros colegas, que en la provincia de San Sebastián sólo podemos intervenir en los foros laicos que no caen bajo la jurisdicción de Uriarte.

 

Sinceramente, no entiendo la sorpresa y el malestar que ha provocado el nombramiento en el mundo político y eclesiástico, sobre todo en sectores nacionalistas y en ambientes católicos progresistas. ¿Qué esperaban? ¿Que el conservador Benedicto XVI, asesorado por los cardenales fieles al Vaticano Rouco Varela y Cañizares, pusiera los ojos en un obispo crítico, dialogante y con espíritu de reconciliación? Sería como pedir peras al olmo. Es una muestra más del idealismo y del voluntarismo que caracteriza a no pocos grupos políticos y religiosos. La jerarquía católica española, deben saberlo, está hoy enrocada en posiciones religiosas, éticas y políticas de trinchera contra el nacionalismo, el laicismo, la teoría de género y todo lo que se mueva en dirección a una sociedad plural.

 

El propio obispo saliente de San Sebastián, monseñor Uriarte -quien negoció su sucesión, con poca fortuna, a la vista de la imposición de un obispo que no respondía al perfil trazado por él ante las autoridades del Vaticano-, se ha rendido a la evidencia y, tras conocer el nombramiento, ha definido al nuevo obispo donostiarra como una persona de espiritualidad y ha pedido a los sacerdotes y feligreses de la diócesis que acepten y obedezcan al nuevo obispo.

 

Pero no ha dicho, no lo podía decir, aunque lo conoce por experiencia, que monseñor Munilla es uno de los representantes más pertinaces del sector conservador de la Iglesia católica española con inclinaciones integristas. Así lo ha demostrado en sus pastorales y, muy recientemente, al declarar cómplices de asesinato a quienes voten a favor de la futura ley del aborto. Lo que significa calificar de asesinos a más de la mitad de los diputados y senadores de las Cortes españolas y a quienes los han votado, más de 23 millones de españoles. Su mandato episcopal no puede comenzar de manera más beligerante. Pero eso sólo lo podemos decir quienes estamos fuera de la cadena de mando de la jerarquía eclesiástica y anteponemos la libertad de opinión y de expresión a la ciega obediencia eclesiástica. No pocos obispos, incluido el saliente de San Sebastián, han expresado en privado su desacuerdo con tal nombramiento, pero no pueden hacerlo públicamente por no romper la unidad del episcopado (eso dicen), y por miedo a represalias de Roma (eso no lo dicen).

 

Monseñor Munilla es, además, un antinacionalista confeso y convicto, como ha demostrado primero como sacerdote en Zumárraga y luego como obispo en Palencia. Con esa actitud anti, muy poco o nada va a poder contribuir a la construcción de una Iglesia sensible a la identidad cultural y, menos aún, a tender puentes con el nacionalismo, ideología y práctica políticas que comparten muchos católicos donostiarras. Auguro -ojalá me equivoque- que no habrá que esperar mucho tiempo para, pasado el tiempo de las declaraciones protocolarias y religiosamente correctas, escuchar sus ataques al nacionalismo político en la línea del documento de la Conferencia Episcopal de 2002, de claro matiz nacional y antinacionalista, aprobado sin el apoyo de la mayoría de los obispos catalanes y vascos.

 

Si éticamente condena a más de la mitad de la población española, si políticamente choca con un amplio sector de los ciudadanos y ciudadanas vascos, si religiosamente no es capaz de sintonizar con los sectores más abiertos de la Iglesia católica de la diócesis de San Sebastián, el conflicto multidireccional, que ya vive la sociedad vasca, lejos de resolverse, se agudizará. ¿Dónde queda la función reconciliadora que siempre se ha arrogado la Iglesia católica? El nombramiento de monseñor Munilla como prelado de San Sebastián va a tener un efecto similar al del líquido inflamable que se arroja al fuego para que se extienda más todavía. ¡Otra ocasión perdida!

 



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  1. Moltíssimes gràcies, Àngel, per reconèixer la meua intervenció com a detonant d’aquesta última entrada sobre el bisbe de Sant Sebastià (t’assegure que ni me’n recorde del seu nom). De fet això ens dóna l’oportunitat de continuar debatint, cosa que sempre està bé. Tanmateix pense que concedeixes una excesiva “auctoritas” a l’amic Tamayo. Personalment em sembla que aquest home s’ha constituït en una espècie de “teòleg orgànic” dels que se senten dipositaris del “veritable” missatge de Jesús de Nazaret, segrestat per les forces obscurantistes del Vaticà i bla,bla, bla. Perdon’m la ironia però és que vaig tindre oportunitat de sentir directament a aquest home (a Torrent, quan la sardana del “Jo no t’espere”) i em va semblar d’un prepotent i un fatu de no te meneges. Com observaràs, la crítica de Tamayo parteix d’una petició de principi, l’absoluta desautorització de l’Església Catòlica: “organización antidemocrática y fuertemente jerarquizada, en la que todo el poder y todos los poderes son detentados y controlados por una sola persona, el Papa”. Val, home, val, doncs fes-te’n protestant… El cas es que Tamayo es tant dialogant, obert, demòcrata i tota la pesca que quan comentà l’encíclica “Spe Salvi” pareixia un catedràtic de tarima que estava corregint el treball de fi de curs d’un estudiant mediocre (Ratzinger, que parla de tu a tu amb Habermas i l’escola de Frankfurt sencera!) i com el pobret del Papa no deia allò que ell pensava que era correcte, doncs, suspés.
    Àngel, quan el “No a la guerra” estava en els col.legis de mongetes perquè als instituts de directors filosocialistes encara no havia arrivat l’ordre de l’agitprop, el tartufo de Bono (catòlic a estones perdudes) va demanar l’excomunió dels diputats que votaren per l’entrada d’Espanya en la guerra d’Iraq… i ara ve el Tamayo sorprenent-se de que l’Església siga antiavortista i antilaicista… Pobre Tamayo “otra oportunidad perdida”… de que el facen Papa. No sé si te n’hauràs donat compte però el Tamayo en cau de p… pena.
    Una abraçada Àngel.
    P.D. això no lleva una cosa: que un bisbe, entenga i parle la llengua del poble i normalitze la litúrgia i això, és quelcom de desitgable i, fins i tot, d’exigible. El que ja no és tant evident és que haja de ser nacionalista, “equidistant” i li done la raó al Tamayo, el Miret Magdalena i tota la colla de “joves teòlegs” (es conya això de joves)

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