SÁHARA DICHO CON NUESTROS LABIOS LIBRES
Sin entender cómo las mentiras
se rompen como la arena que pisan
pies desnudos de cuerpos delgados,
sin comprender que, al igual que sus granos,
el embuste se hace pequeño,
pero jamás desaparece,
hoy miro al infinito
buscando mi tierra,
esa que ayer fue de un pueblo
habitante libre de corazones nómadas.
Solo diviso dunas de telas viejísimas,
desgastadas velas de barcazas inexistentes,
dolor entretejido sin remedio
con el hilo grueso del silencio.
Ya no está, por detrás de la extensión
de un continente exhausto,
mi tierra apareciendo de la nada,
pues es la nada la que ocupa
el nombre que ayer nutría
la boca jubilosa de todos mis ancestros.
Quieren los halcones de muerte
que esta tierra sea morada
de los olvidados,
de esos que esperan
la muerte debajo de un sol con grilletes.
Ya han caído todos los relojes
y el tiempo es, cruelmente, demasiado:
vinieron con sus armas y tomaron
la silueta de mujeres como yo,
como mi hija y mis hermanas,
profanaron nuestros cuerpos
y la sangre tintó el suelo inválido.
Mutilaron nuestros brazos
para que jamás se abrieran o rozaran
más carne que la de la humillación
que trataron de tatuarnos.
Murieron la alegría y mil sonrisas
que todavía guardábamos en las copas
densas de las altas palmeras.
Nos ocuparon el cuerpo
como ocuparon nuestra tierra,
forcejeando en nuestra vida
casi muerta.
Pero encontramos un fusil en cada gesto,
el tesón que cubre las plantas encallecidas
de los pies doloridos que aún tenemos.
Jamás consiguieron que olvidásemos
pronunciar Sáhara con la voz de lo cierto.
Se caen las noches sin estrellas
como un manto que pesa demasiado
sobre nuestros hijos que lloran
al otro lado de su pueblo.
Pero como las hojas de té
que mi madre y su madre acariciaban,
como su verde color,
como su aroma intenso,
la libertad permanece latiendo en nuestros ojos,
latiendo para cuando tu nombre,
Sáhara,
sea dicho con nuestros libres labios.
Pura Maria Garcia
Escucha la voz de quienes sufren el conflicto saharaui