PENSAMENTS I CIRCUMSTÀNCIES: JO

IRREFLEXIONS REFLEXIVES

UN RAP PARA SOÑAR: PORQUE PODEMOS

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RAP SOBRE EL DISCURSO DE PABLO IGLESIAS

Ya casi no la reconocíamos. Estaba sepultada bajo muchos instantes de temor, de incerteza, de decepción y del hambre que se camufla bajo abrigos de cuellos raídos por el uso. Cubierta por esos instantes que pesan tanto que son ellos los que toman el papel de nuestras piernas y manos y nos llevan, nos conducen, como puntos suspensivos que quedan suspendidos de la nada.

Hemos estado muy próximos a dejar de percibirla, a reconocerla en un gesto. Hemos estado en el mismo borde donde un paso más, una tristeza más, una mentira más, nos habría hecho perderla.

Era, es, la esperanza. La misma que nos había abandonado ¿O hemos sido nosotros quienes hemos huido de ella al sentir más fuerte que nunca la soledad, el hambre, el miedo, el pavor de intuir que nuestra responsabilidad para con nuestros hijos –un mundo mejor para ellos, una pedazo de pan, un libro, un sueño- iba a ser imposible de cumplir por el capricho insultante de la casta y los corruptos?

Estaba lejos, lejana de nosotros y alejada. La esperanza estaba tan más allá de los sueños que rumiábamos nuestra decepción y nuestra rabia -los que por azar aún teníamos la fuerza que da comer con un sueldo mínimo, congelado, pero existente-dejándolas resbalar en las conversaciones de calle, en los diálogos entristecidos de las sobremesas entre amigos y familiares tocados por el dedo rastrero de la realidad manejada y diseñada desde los despachos con miles de puertas y cajones de la casta.

No era fácil recordar el sabor de la esperanza, de ese impulso indescifrable que hace más ligero el pensamiento, y lo encamina a un lugar elegido por uno mismo y no impuesto por el otro; que hace más liviana la soledad y el miedo a la muerte y al fin que sabemos nos espera; que hace más justificable desear vivir y formar parte de una realidad hecha con trocitos de esperanza, de la esperanza de los que son como nosotros…No era fácil recordar su sabor, ni sentirla alojada en nuestros labios y en la espalda, en los talones de los pies caminantes, en las dedos de las manos hacedoras. No era fácil cuando el sabor que teníamos era el de la amargura, la rabia y la ira que crecen al chocar, de frente y sin razones, con el muro de la impotencia, de las libertades recortadas, de las mordazas de quienes sí tienen el sueño, fruto del robo de nuestros sueños, que es perpetuarse sobre nosotros, a nuestra costa.

No era fácil recordar que PODEMOS, que otras veces hemos podido, que siempre PODREMOS si no renunciamos a SOÑAR, HACER y COMPARTIR.

Ahora, después de un tiempo que nos ha azotado como el rayo que no cesa del poeta que murió para que sus ideas pervivieran, yo, y como yo miles de personas, sentimos que se conmueve nuestra esperanza casi muerta, casi asesinada, y volvemos a creer, al menos en el tiempo que viene, que ya es, que ya va siendo la oportunidad inaplazable nos tiende Podemos, la esperanza.

EL RAYO QUE NO CESA

(…)

Pero al fin podré vencerte,
ave y rayo secular,
corazón, que de la muerte
nadie ha de hacerme dudar.

Sigue, pues, sigue cuchillo,
volando, hiriendo. Algún día
se pondrá el tiempo amarillo
sobre mi fotografía.

(…)

Miguel Hernández

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