PENSAMENTS I CIRCUMSTÀNCIES: JO

IRREFLEXIONS REFLEXIVES

ÉRASE UNA VEZ UN (SUPUESTO) SINVERGÜENZA CON BIGOTE: A (DES)PROPÓSITO DE AZNAR

Érase una vez un (supuesto) sinvergüenza con bigote, del que se cuenta demasiado poco, si lo comparamos con lo que se puede narrar. El supuesto sinvergüenza nació en la capital del reino submarino de España, llamado así desde hace unos años, precisamente relacionados con su “obra”, por hallarse sumergido bajo el mar de la miseria y el paro. De él y su bigote se rumorea (ya saben…rumore…rumore)  una bonita historia, que muchos susurran y pocos expresan, que lo achacan no a un rasgo estiloso sino a un labio superior, partido por otro varón (sin bigote y sin “b”) ante la actitud pesada del susodicho con una fémina de vida distraída, hecho que sucedió, según los mismos rumores, en la nocturnidad de Valladolid.

Como la Wikipedia es muy sufrida, si buscamos información sobre este individuo (el supuesto sinvergüenza con bigote, no el partidor de labios) nos encontraremos un rancio pasado (lo de rancio nunca fue mejor empleado): poseedor de la desfasada y devaluada denominación de origen de “político español”, el sesudo ejemplar intelectual ostenta el título de padre de familia de tres hijos (y un yerno con cara de Mortadelo, sin Filemón, en versión te-lo-juro-por-snoopy, del que en la segunda entrega de este artículo relataremos andanzas y vinculación con supuestos delitos); licenciado en derecho por la Universidad Complutense de Madrid (que en realidad debería llamarse “Computense” ya que estudiar en ella, por lo que se ve, computa para obtener cargos vitalicios, muy bien remunerados y obtener un salvoconducto para hacer el ridículo social más allá de nuestras fronteras); presidente, entre 1990 y 2004, del partido popular (que es partido porque, aunque se empeñen en ocultarlo, hay tantas facciones/fracciones como escándalos, y es popular, mucho, pero en los top ten de imputados e impresentables con cargo y coche oficial); presidente del (des)gobierno del reino submarino (cuando aún navegaba por encima de la procelosa mar del pseudo estado del bienestar) entre 1996 y 2004; presidente de la Junta de Castilla León, en cuya época, cuentan los rumores, mostró su insistente intención de suplir su escasa y física estatura con gestos de divinidad y power-ranger del panorama político, llegándose a decir que, en las sobremesas de las comidas de empresa-política, llegó a creerse la reencarnación, con apéndice capilar, del rey Fernando III de Castilla y, en la actualidad, Wikipedia dixit, presidente de la Fundación para el análisis y los estudios sociales (tan gran nombre es para referirse a un emporio de intrincados entresijos, la FAES, nido acogedor de políticos con aspiración a eternizar sus sueldos y primas, injerto casero, al más puro estilo spanglish, con pretensiones de ser la versión “olé mi spain” de un think-thank.

La misma fuente cibernética nos ofrece una reseña de su vida que no tiene desperdicio: “Nieto de Manuel Aznar Zubigaray, periodista, político y diplomático navarro e hijo del también periodista Manuel Aznar Acedo, que durante la dictadura ocupó diversos cargos en organismos de radiodifusión y propaganda. Durante su juventud, militó en el Frente de Estudiantes Sindicalistas (FES), sindicato estudiantil que fue embrión de Falange Española Independiente (FEI). Aznar fue uno de los muchos responsables del FES que dirigieron una actitud crítica hacia el franquismo postrero y su fachada política, el Movimiento Nacional, y que reivindicaban el pensamiento original del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera. Esta afiliación juvenil dejó paso a un pensamiento demócrata y conservador”. Hay que tener valor, cibernético, para  catalogar de “demócrata y conservador” el (supuesto) pensamiento, más bien la ausencia de ello, y el talante del señor en cuestión.

Lo que imagino que no cabe en la Wikipedia, por muy sufrida que sea, es la información que ni ella ni las memorias con las que el señor del bigote nos viene amenazando y que saldrán en unos días a la luz pública (una luz oscura y manipulada, por cierto) en forma de primer volumen (¿con cuántos nos castigará?) editado por sus amigos de Planeta. Las memorias del señor del bigote no son el primer intento, perpetrado por él mismo, para darse el autobombo que necesitan los políticos mediocres que, careciendo totalmente de cualquier carisma y liderazgo, necesitan buscar peso y proyección en la política exterior (lo que, en su caso, le llevo a injertarse un sobrero tejano en la extremidad supuestamente pensante); practicar hasta la extenuación (no de él sino de quienes le sufrimos en su “reinado”) el autoritarismo y el yo-mi-me-conmigo y, como colofón, el control más tendencioso de los poderes mediáticos. Antes de este intento (¿por qué le llaman memorias cuando quieren decir manual de incertezas y egocentrismo?) hubo otro realmente curioso. Cuentan, otra vez los rumores,  que hace un año, una señora con nombre de duquesa con medias de rejilla, gesto de muñeca barriguitas crecida y manoletinas de brocado, Cayetana Álvarez de Toledo, se disponía a redactar la biografía del señor del bigote. Los amigos del señor (es decir, los deudores de sus numerosos favores, pólizas de seguro que él fue fabricando para, cuando abandonase la presidencia del gobierno, obtener réditos vitalicios) le llamaron una biografía imparcial, hecho sospechoso ya que de una biografía, a no ser que se dé por supuesto su tanto por ciento elevado de mentiras, no se dice imparcial porque es un rasgo que se le supone. Pero, en este caso, el adjetivo era indispensable: la imparcial biógrafa había hecho carretón político en el pp, recomendada por el ppeppero de cara afable, flequillo a un lado y sonrisa profident, Acebes, quien, a su vez, recogió la tarjeta de recomendación emitida por otro espécimen, una especia a “des”-proteger: Pedro J. Ramírez. Extrañamente, la imparcial biógrafa, por arte de la magia que solo la varita mágica del pp atesora, iba en el lugar décimo de la candidatura, por Madrid, al congreso de los diputados. La improvisada escritora, cuentan los rumores, aterrizó en el top-ten no por sus habilidades sino porque fue directa y explícitamente rechazada  por el pp de Ávila, donde querían colocarla. Para darnos una idea de la imparcialidad y la calidad escritoril de la descrita, baste decir que el señor del bigote, así lo afirman algunos autores[1], era quien tenía que llamar a las víctimas-fuentes que debían ser entrevistadas para loar al futuro biografiado, para rogar encarecidamente que estos le abrieran la puerta y la escuchasen. Finalmente, y como prueba de que existe la fortuna, la biografía imparcial del señor imparcial no vio ni la luz ni la oscuridad pública.

Si bien el intento hace un año fracasó, el empeño del señor del bigote, con mucho tiempo libre dado su trabajo de consultor y sesudo  ideante de estrategias (¿?), ha dado fruto (en mi opinión el fruto debe ser un melón de varios tomos) y, si una catástrofe editorial no lo remedia, el día 26 de los presentes (día nacional del “porque yo lo valgo”) habrá una mesa enorme, con contertulios que se emocionarán mientras loan al del bigote y releen pasajes, escogidos “al aznar”, digo “al azar”, donde se narran con imparcialidad las grande dotes del señor-no-muy-alto.

Y por si creíamos que en pleno 2012 los secretos editoriales no pueden ser sospechosamente revelados, nos llegan, a través de los medios de (des)información, entre ellos EL MUNDO, algunas perlas que aparecerán en la inverazgrafia MEMORIAS I:

“La decisión más difícil que he tomado en mi vida fue la de mantener mi compromiso de no presentarme a un tercer mandato”

Sin comentarios. Resulta gravísimo reconocer, por escrito y sin vergüenza, que la decisión más difícil de una vida es iniciar el “mono” de la abstinencia del poder. Ni que decir tiene que tras el “poder”, el que le dio su cargo y el que él se procuró, debía haber algo muy tentador como para que la abstinencia fuera tan difícil, ¿verdad?

“La historia demuestra que, pasado un tiempo, uno se acaba convirtiendo más en un mecanismo de resistencia que en un factor de innovación”

Y dale. Y dale. Uno lo que se acaba convirtiendo, en su caso, no es en un mecanismo, sino en un mecano y no de resistencia, sino de obediencia, a  Bush (a quien hizo la pelota más que un alumno con un 4,90 a su profesor de matemáticas) y a otros “poderosos”. No crea que olvidamos que hace años usted escribió un artículo (insufrible, por cierto) en LE FIGARO para mostrar su tristeza ante el fin del mandato de ese político-muestra de lo que no ha de ser un político, Bush, con un título pelota y tendencioso: LO QUE DEBEMOS A BUSH. Usted se lo debería, y mucho, no el mundo, que acabó bastante peor en general como consecuencia de los despropósitos del yanki en cuestión. Hay que ser miope y pelota para decir sobre él, y por escrito, que “trazó el camino que debemos seguir en estos tiempos oscuros y difíciles” o que ““la Historia rendirá justicia” al republicano, aunque ahora no se reconozcan sus contribuciones a “defender la causa de la libertad”. Sin comentarios.

“Por encima de la gestión de mi propia pasión política, me preguntaba si la idea de dejar el gobierno después de ocho años sería una decisión acertada para España”

Y dale. Y dale. En lugar de hacerse auto-preguntas, ¿por qué no se molestó en preguntarnos a nosotros, a esa España a la que usted creía estar salvando? Le hubiéramos respondido con un “váyase, señor del bigote, váyase de una puñetera vez, a Texas o a Pernambuco.

TO BE CONTINUED, antes del día de publicación de la gran obra de las MEMORIAS DE AZNAR, en la segunda parte de este artículo.


[1] Eufemismo insertado muy a propósito (quien lo sabe, lo sabe)

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DESAHUCIOS: EL DECRETO-MENTIRA QUE TIPIFICA, AÚN MÁS, NUESTRA MISERIA

Viernes 16 de noviembre de 2012. Se espera que, después de saber que ayer “El Gobierno español aprobó un decreto ley con medidas para evitar los desahucios y sus efectos sobre los colectivos más vulnerables”, y dado el nivel de estupidez y alienación que nos suponen, nos pongamos a hacer la “ola” y coreemos, como un grupo de encendidos cantantes de gospel, el “aleluya-aleluya”.

Aquellos que esperan una muestra tan hipócrita y tan falta de crítica, si es por mí, van listos.

Van listos. El decreto ley tiene, para empezar, una nomenclatura que avisa sobre su verdadero carácter: es decreto, se ha redactado e impuesto, que no nos engañen, como decreto por decreto. Si el (des)gobierno afirma que se ha elaborado buscando el consenso, se contradice cuando, en su línea de prepotencia, no oculta que “Las medidas se van a tramitar como real decreto, lo que permitirá enriquecer el texto con las aportaciones de otros grupos políticos”. La traducción está clara: medidas que se fingen “in extremis”, sobre una ley de la que ningún grupo político había sospechado necesidad de cambio sustancial en los últimos…103 años.

Que no esperen mi “aleluya”.

En medio de la dosis de alegría que por sus santísimas narices este (des)gobierno y la (des)oposición quieren inyectarme en mi (des)ánimo social, escucho soberanas estupideces, dichas con tono de alumno de curso de oratoria, que pretenden además que parezcan creíbles, cuando en realidad son verdaderos atentados contra la dignidad colectiva, entendiendo por colectividad a quienes estamos, hacinados, en el interior de la deteriorada bodega de este barco que zozobra antes de hundirse.

“Las medidas han sido acordadas pensando en los ciudadanos que se han quedado en la calle y  en aquellos que tendrán que abandonar sus casas”. Tal frase la dice la portavoz del (des)gobierno, en una muestra de descaro, arrogancia e intencionalidad manipuladora. Es sutil, pero conviene reparar en los matices: la señora en cuestión no evita decir “en la calle” porque se está refiriendo a las víctimas del desahucio, no con pena –este (des)gobierno no siente pena más que por sus amigachos– sino achacándoselas al (des)gobierno anterior, su escudo cada vez que hay algún problema. En la segunda parte de la frasecita, también con sutileza, la portavoz rehúsa utilizar la misma expresión de “se quedarán en la calle” porque decirla en voz alta sería aceptar que ellos, el (des)gobierno está consintiendo el crimen de estado del desahucio, ahora que su psoe-escudo está abatido y en el suelo.

¿Cómo quieren obtener ni siquiera un minúsculo aleluya ante su sinvergonzonería?

Aún escucho más. En un programa radiofónico se le pregunta a un representante de la banca. Para empezar, hay que tener un par de no sé muy bien qué para consultar y escuchar, a estas alturas, a un espécimen de la clase humana más deshumanizada de todas, junto con la política. El representante de los bancos, en la tónica del “tenemos la sartén por el mango”, no se corta un ápice y, con voz que intenta parecer lastimosa, explica: “pretender que las medidas sean más indulgentes o que incidan con efecto retroactivo a las personas que ya han sido desahuciadas sería, además de imposible,  una irresponsabilidad ya que, en ese caso, los efectos económicos de las medidas, unas perdidas considerables, recaerían exclusivamente en un sector, los bancos, y eso sería claramente injusto”. No se puede tener menos vergüenza. Ahora va a resultar que la banca, después de haber sido cómplice activísimo de este viaje a la nada, laboral y económica, a la que nos han abocado, no puede asumir ninguna perdida. Bankia agujereó a un país al que mantuvieron, bancos, políticos y economistas, en el sopor justo para sobrevolarlo, como aves carroñeras, y espoliarlo. Su amigo el (des)gobierno nos saqueó (nos saquea) para recoger materia con la que sellar un agujero inacabable y, sin embargo, pretender mantenerse en una zona franca donde no les roce la mínima perdida. Es algo así como que la banca pretende permanecer en un idílico y falso paraíso, alejado de la mierda de los pobres pobres, a costa de abandonarnos en nuestro infierno.

Van listos. Van listos e intentan pasarse de ídem. Esconden su falta de sensibilidad y su indolencia ante lo que sucede a los pobres pobres (cuyo número total se obtiene al restar, de los habitantes de este país naufrago, el poco pero rico porcentaje de banqueros; políticos en (des)activo; políticos vitalicios; familias, amigos de los políticos y empresas, contratas y subcontratas de privilegios como las urdangarinmafias et alt.

Los políticos, el (des)gobierno y la (des) oposición se van a conformar con este acto de beneficencia mal entendida que es el recién aprobado “decreto de miseria pautada”. Lo van a hacer, aunque juguetearán a fingir que debaten, blablabean y practican el tira-y-afloja político, que parece más, y es, un regateo de miserables que un intento de iniciarse en la práctica de la empatía social, Nos van a restregar su “gran esfuerzo” en conseguir un decreto en el que pautan la pobreza, una pobreza que el propio estado consiente, tan democrático y justo como a bombo y platillo se autoproclama. Ellos, los indecentes ambiciosos que, cuando les interesa nos recuerdan que les sirve como argumento para ahogarnos las cifras de votantes ilusos que pusieron la papeleta de su color azul mentira en las urnas, no van a avanzar más en las medidas contra el desahucio, ni siquiera serviría si vieran que medio país seguimos el desesperado ejemplo de las personas que han perdido su vida porque la banca les ha ganado su hogar. Y no lo van a hacer porque son parte interesada: le deben tanto a la banca que agacharan su cabeza cornuda y no rechistarán, aunque lo disimularán. La banca les prestó, les presta, financiando campañas y tejemanejes. Ellos consienten a la banca, miran hacia otro lado cuando crecen sus privilegios, en un círculo vicioso y viciado que no les interesa romper. El decreto en el que tipifican la miseria, a su conveniencia, nos quiere demostrar que incluso  para ser pobres hay que cumplir los requisitos que ellos nos marcan. No es suficiente desistir a medio mes de toda expectativa, no tener para comer, esperar sin respirar que vengan los del desahucio y violen nuestro última, e indispensable, posesión. Las medidas anuncian una moratoria de 2 años en el pago de la hipoteca cuando SE CUMPLAN CIERTAS CONDICIONES como que en esa casa susceptible de ser robada por el estado entre menos de tres veces el indicador público de rentas de efectos múltiples (índice que ellos manejan con cierta gracilidad) o cuando la mensualidad de la hipoteca ascienda a más del 50% de los ingresos mensuales. Además, y por si fuera poco, de estar dentro de este grupo que ellos han creado -un frankestein de la miseria- hay que sufrir algo más para acogerse a las medidas del decreto: no deben tener otro piso en propiedad (¿quién narices está a punto de ser desahuciado y tiene una segunda vivienda?); han de ser familia monoparental con 2 hijos, o familia numerosa o con algún miembro con una cifra no inferior al 33% de discapacidad (están diciéndonos claramente que saben el perfil de la miseria y que, por tanto, lo consienten y  lo premiarán cuanto más “puntos” de desgracia y pobreza sea atesorados por la familia aspirante a desahuciada); que los titulares de la hipoteca estén en paro, aspecto por el que casi todo el país podríamos, desgraciadamente, acogernos al decreto, SIN PRESTACIÓN o, en un acto de propaganda ideológica y falsa modernidad, que un miembro haya sufrido violencia de género.

Es decir: solo nos medioaseguran que el pie que ya tienen en la puta calle los pobres etiquetados con el rótulo CARNE DE DESAHUCIO dará un paso atrás si este pobre rotulado, que se ajusta a su pauta de la pobreza, es pobre, no come, está rodeado de hijos (que no comen, no pueden ir al médico, son rechazados en la escuela por su miseria y un etc que me niego a escribir), no trabaja, está tullido o cuida, como puede, a un familiar que, además de pobre está parcialmente, o mejor, según su pauta, totalmente inválido.

Este (des)gobierno que juega con nuestro hambre, nuestra vivienda, nuestra (des)educación y nuestra (des)sanidad ha hecho muy bien el paripé, de nuevo, simulando que el estado vela por sus ciudadanos, pero dejando fuera del decreto que tipifica la miseria a los más de 400.000 familias que continúan, más allá del paripé, con un procedimiento de ejecución hipotecaria abierto. Sin duda, una nueva forma de tomar medidas que perpetúan las medidas para asegurar que no se toman medidas.

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DESAHUCIOS: IGLESIA, BANCA, PODER JUDICIAL, POLÍTICOS Y ESTADO, CÓMPLICES DE 400.000 ASESINATOS

S. Healy, una joven de 24 años, obtuvo hace un tiempo su primera tarjeta de crédito. La recibió como los primeros albores de la libertad, una ocasión memorable que celebraría, año tras año, como el día de la liberación. Se suponía que, a partir de ese momento, pasaba a ser dueña de sus actos, gestora de sus finanzas, libre para elegir prioridades y lograr el dificilísimo, pero ansiado, logro de acompasar el binomio realidad-deseos. A las pocas semanas, S. logró una segunda tarjeta de crédito: la necesitaba para pagar la deuda que había contraído con la primera tarjeta. No tardó mucho en darse cuenta de que la segunda tarjeta no era suficiente para pagar el interés de su deuda. Estaba comenzando a vivenciar el precio que se ha de pagar por esta especie de “libertad financiera”. Acudió a una entidad bancaria para solicitar un préstamo con la finalidad de hacer frente a los atrasos de ambas tarjetas. Varios amigos le aconsejaron pedir, ya que había solicitado la hipoteca, un poco más de dinero y permitirse, “después de tanta preocupación”, hacer un viaje y descansar. La rueda de la “libertad financiera” siguió girando, encontrándose cada día con más y mayores piedras en su camino hasta llegar a una situación verdaderamente desesperada en la que las deudas superaban, con creces, cualquier cantidad que S. pudiera obtener por cualquier vida. Para colmo de males algo empeoro su situación: la despidieron de la noche a la mañana.

Con esta idea comienza Zygmunt Bauman una de las cartas que incluye su libro 44 Cartas desde el mundo líquido y, probablemente, muchísimas historias personales de quienes fuimos inducidos al agujero negro en que estamos. Los bancos y el estado (entonando su búsqueda desinteresada de nuestro falso estado de bienestar) son quienes, en la parábola de Bauman, nos dieron hace años tarjetas de crédito, facilidades asombrosas de acceder a dinero fácil, préstamos encadenados y todo un ramillete de mecanismos para que sintiéramos que éramos quienes no éramos, que teníamos lo que no teníamos, que podíamos vivir como ellos nos decían al oído, programando nuestra conducta, ideas y pensamientos. Ellos también fueron los “amigos” que, una vez obtenidos los préstamos e hipotecas, nos tentaron, repetida e insistentemente, con la idea de que debíamos pedir “un poco más” a los bancos, a ellos mismos, para darnos un “capricho” y terminar de montarnos una película mental (un particular y falsísimo medioambiente ideológico) en la que todo, hasta el the end sería maravilloso.

Bauman describió el principio de la época en que se nos instiló el falso precepto de la libertad a través de la libertad financiera. Los periódicos y los medios de comunicación describen desde hace días las situaciones que envuelven algunos de los más de 500 desahucios que suceden a diario en este amasijo de mentiras que es nuestra realidad. Son 500 asesinatos diarios de los que, SIN DUDA, son cómplices probados el estado, los políticos, la banca, la iglesia y el poder judicial, un quinteto que debería llevar tatuada la consigna “alta peligrosidad social”. No son números: 500 desahucios son 500 familias destrozadas y el desahucio no es el único problema que les azota. Esa es la punta del iceberg, el “fin” de un proceso de tiempo y noches de insomnio, de impotencia, de desarraigo, de temor, de la muerte total de la esperanza.

Las leyes, el poder judicial, conceptos que prueban el principio de la elasticidad infinita (ya que cuando conviene se dictan y reforman de manera rápida y, cuando no conviene, se eternizan inamovibles y ni siquiera se cuestionan) son cómplices de cada desahucio, de cada suicidio, de cada lagrima que vierten las familias desahuciadas. Y lo son por acción, en cierto modo, y por omisión, en demasiadas ocasiones. Jueces para la democracia, a través de su portavoz llama, ahora, tras el último suicidio, a que los jueces” suspendan automáticamente todos los desahucios” que tengan previsto ejecutar próximamente, por “estar en cuestión” en Europa la legalidad de la normativa que los regula. El portavoz explica que hay “dudas razonables” sobre la “legalidad” de la legislación española relativa a los desalojos puestas encima de la mesa por Europa, que en el plazo de dos o tres meses dictará sentencia acerca de la cuestión. Cierto es que los magistrados se enfrentan irremediablemente desde hace tiempo a sentencias de desahucios y que no pueden negarse a “aplicar” una ley que data de 1861, la Ley hipotecaria, para lo que, creo entender, buscarán interpretaciones, en la medida de lo posible “creativas”. Aplicar la ley no les exime de levantar la voz, como ahora por fin han hecho, y utilizar su poder social, innegable y en muchos casos excesivo y discutible, para detener la masacre social que supone la usura de la maquina social, de los tentáculos capitalistas que nos mecen, cuando conviene, como a un bebé en su cuna y, cuando nos tiene en su poder, nos zarandea como un monstruo antes de devorarnos. Las leyes, empuñadas muchas, muchísimas veces, como armas que hieren más a los más desprotegidos, hacen distinción y son cómplices de la injusticia intolerable de los desahucios: las víctimas de los desahucios, una vez pasada la época de golpecito en el hombro y sonrisas (la etapa previa en la que los bancos les endosan el crédito para un piso, se aseguran los beneficios, pase lo que pase, y se frotan las manos, mientras esperan los impagos) son víctimas en un callejón sin salida. Son, legalmente, inferiores en consideración que una empresa: merecen menos ayuda, menos trámites, menos facilidades para resolver su problema. A las empresas, fuentes de beneficios para la máquina del poder y el estado, no se les engaña más que lo justo (podrían reaccionar enfadadas). Una muestra es el siguiente texto, que aparece en una página de información oficial: “La vida de las empresas está sujeta a un gran número de variables internas y sobre todo externas, como los cambios en las tendencias de los mercados, períodos de inflación/pérdida de poder adquisitivo, o crisis nacionales o globales, circunstancias todas que pueden provocar momentos de dificultad financiera. Resulta por tanto muy importante que las empresas se muestren prevenidas ante tal eventualidad. El marco legislativo español contempla una serie de medidas tendentes a apoyar y facilitar la vida de las empresas que atraviesan por momentos de dificultad, como aplazamiento de deudas ante los organismos públicos, posibilidad de suscribir seguros de crédito, aceleración del cobro de deudas a través del proceso monitorio (Ley de enjuiciamiento civil), etc.”

Han leído bien: “mecanismos tendentes a apoyar y facilitar la vida de las empresas que atraviesan momentos de dificultad”, Lástima que, respecto a los desahuciados, los que aún conservan la vida o los que están, sin saberlo, cerca de pensar en el suicidio, ese estado que “vela” por nosotros, ese “estado” que nos garantiza necesidades básicas -vivienda, sanidad, educación, supuestamente– lo que nos propone son mecanismos para facilitar no la vida sino la muerte ¿Qué hacen los jueces, los políticos, el estado y el poder respecto a esto? ¿Quién es más cómplice al consentir que una empresa tenga un rango de consideración legal más positivo que una persona que ha perdido todo y no puede hacer frente a la deuda del techo bajo el que vive? ¿Dónde están sus voces? ¿Están mudos?

En el colmo de la hipocresía, hoy también se unía al grupo de “sensibilizados” súbitos, los que parecen haber visto la luz de repente (y no antes de que sucedieran los más de 400.000 desahucios ya practicados), un representante de la única casa que el estado no se atreverá a desahuciar: la corrupta iglesia. Cómplice y delincuente también, por ACCIÓN Y OMISIÓN, que ha estado enmudecida hasta hoy, que ha apagado la televisión y apagado  la mirada cada vez que una familia desgarraba su voz y lloraba profundamente al ver a la “autoridad” golpear la puerta de su vivienda antes de embargarla. Mostrando cotas de hipocresía y desvergüenza insuperables, el cardenal Rouco Varela, portero de la casa que jamás será desahuciada, ha tenido a bien estos días en una de sus homilías abogar (nunca mejor dicho) para que sea superada «lo más pronto posible» la crisis económica, «que está dejando sin trabajo a tantas personas; y, a tantas familias, sin casa y hogar». Este personaje, que ha permanecido callado hasta ahora, pero que sí se  encargó de hablar de los peligros de Eurovegas como motor de “libertinaje” que dañaría a la sociedad, (su amnesia le impide recordar el papel de la iglesia en la expansión de su epidemia de pederastia crónica) aprovecho su homilía para, de paso, asegurar que ha de garantizarse el derecho fundamental de los niños a tener un padre y una madre. Una tiene la sensación de que además de estar frente a criminales ideológicos -iglesia, banca y estado- está frente a sinvergüenzas que dan por hecho que ante la desesperanza y la impotencia que sentimos pueden ultrapasar nuestra dignidad y creer que no vamos a reaccionar jamás, nos humillen hasta dónde nos humillen.

Se merecen nuestra reacción: un BASTA YA claro, firme y sostenido.

Página Stop desahucios; Afectados por la hipoteca. Protocolo ante desahucios Asociación española de abogados urbanistas

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SÁHARA DICHO CON NUESTROS LABIOS LIBRES


Sin entender cómo las mentiras

se rompen como la arena que pisan

pies desnudos de cuerpos delgados,

sin comprender que, al igual que sus granos,

el embuste se hace pequeño,

pero jamás desaparece,

hoy miro al infinito

buscando mi tierra,

esa que ayer fue de un pueblo

habitante libre de corazones nómadas.

Solo diviso dunas de telas viejísimas,

desgastadas velas de barcazas inexistentes,

dolor entretejido sin remedio

con el hilo grueso del silencio.

Ya no está, por detrás de la extensión

de un continente exhausto,

mi tierra apareciendo de la nada,

pues es la nada la que ocupa

el nombre que ayer nutría

 la boca jubilosa de todos mis ancestros.

Quieren los halcones de muerte

que esta tierra sea morada

de los olvidados,

 de esos que esperan

la muerte debajo de un sol con grilletes.

Ya han caído todos los relojes

y el tiempo es, cruelmente, demasiado:

vinieron con sus armas y tomaron

la silueta de mujeres como yo,

como mi hija y  mis hermanas,

profanaron nuestros cuerpos

y la sangre tintó el suelo inválido.

Mutilaron nuestros brazos

para que jamás se abrieran o rozaran

más carne que la de la humillación

que trataron de tatuarnos.

Murieron la alegría y mil sonrisas

que todavía guardábamos en las copas

densas de las altas palmeras.

Nos ocuparon el cuerpo

como ocuparon nuestra tierra,

forcejeando en nuestra vida

casi muerta.

Pero encontramos un fusil en cada gesto,

el tesón que cubre las plantas encallecidas

de los  pies doloridos que aún tenemos.

Jamás consiguieron que olvidásemos

pronunciar Sáhara con la voz de lo cierto.

Se caen las noches sin estrellas

como un manto que pesa demasiado

sobre nuestros hijos que lloran

al otro lado de su pueblo.

Pero como las hojas de té

que mi madre y su madre acariciaban,

como su verde color,

como su aroma intenso,

la libertad permanece latiendo en nuestros ojos,

latiendo para cuando tu nombre,

Sáhara,

sea dicho con nuestros libres labios.

Pura Maria Garcia

 

Escucha la voz de quienes sufren el conflicto saharaui


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MUERTOS DE SEGUNDA: LAS OTRAS VÍCTIMAS DE SANDY

La muerte nos iguala. Esta es una frase que he escuchado decenas de veces. En muchas ocasiones. A voces distintas. La muerte nos iguala.

Jamás comprendí la muerte. Continúo sin comprenderla. Menos ahora, si cabe, cuando me rodea la muerte, cuando algunos de mis amigas y amigos, demasiados, se quedaron por este camino que es la vida, a medio vivirla y han quedado reducidos a recuerdo en la mente de quienes estuvimos vinculados con ellos.

La muerte nos iguala. Sin entender nunca muy bien qué encerraba la frase, me he aferrado a ella, en cierto modo, cada vez que flotaba la injusticia en el mar de la vida y se desataba en mí una nausea profunda al ver a personas inocentes (todas lo somos) encalladas en situaciones humillantes, injustas, brutales. Ese paisaje injusto, donde el dolor es el horizonte y donde no hay más montañas que los brazos en alto, rindiéndose bajo la coacción de un arma o un chantaje, es un paisaje que me resulta familiar desde hace muchos años. Recuerdo, me recuerdo, jugando, con la inocencia de una muchacha de 13 años, a dar clase (a intentarlo, al menos) a niños y niñas gitanos en un poblado de Alicante. Recuerdo entrar al poblado con varios adultos, pasar a una casa improvisada con cartones y chapas de metal, donde se escuchaban gritos, quejidos y voces que eran difíciles de traducir. Me recuerdo pensando que aquel lugar se había dejado ganar por un frío absoluto y que nada podía hacerse para impedir el paso al aire porque la puerta era un cartón y la ventana un agujero tosco. La muerte nos iguala, escuché entonces, cuando me pregunté en voz alta porqué los niños que existían debajo de mugre y mocos estaban allí y no en mi casa, una casa normal, sin frío, con voces calmadas que no tenían urgencia por nada. Si la muerte nos iguala, entonces  al menos, habrá un punto en el itinerario de la vida donde todos nos cruzaremos, iguales, sin ser uno más que el otro, borrando las diferencias del injusto azar y del determinismo del cruel dinero.

Hace tiempo que se desvaneció ese asidero al que me aferraba, el creer que la muerte haría que las diferencias diametrales que nos separan, artificial y socialmente, sencillamente, en el instante final, se borrarían.

Hoy, en esa salida traumática del limbo que es la edad adulta, inmersa en las aguas podridas de una crisis que me imponen y que dejan caer, aquellos a quienes no les afecta y quienes la propiciaron para crearse un lecho cómodo sobre el que dormir, mientras nosotros, malvivimos, desahuciados de la esperanza, sé que ni siquiera en la muerte nos igualamos al otro: continúan las diferencias sangrientas y dramáticas. Es más, la muerte, en manos de los poderosos que dirigen su guadaña, nos distingue, nos clasifica y somos muertos de segunda, frente a muertos respetables y dignos de ser cifras en mayúscula y negrita.

Padecimos, padecemos aún, un ejemplo flagrante: las victimas del huracán Sandy. 106 ciudadanos americanos fallecidos. Alarma social. Conmoción ante el “dolor del gigante americano” que, en operación mediática se han vociferado, uno a uno, como si se tratase de una subasta de pescado, para hacer “sentir” el americanismo a una opinión pública que quizás se había alejado “peligrosamente” de demostrar su adicción al Tío Sam y sus tejemanejes de “todo va a ir bien”.  De nada son culpables los muertos, americanos o no, pero han sido aprovechados, una vez más, como arma mediática, sin ningún tipo de pudor. América encendía velitas -y repito que mi crítica no se dirige a las víctimas sino al uso de ellas- por los muertos de primera, cifras astronómicas se pintaban en los rotativos y en los pies de imagen de las cadenas de televisión sensacionalistas, preparándose para, dentro de poco, justificar una inversión en reconstrucción y seguridad ante los desastres naturales que recaerá en empresas de amigos de los amigos de los que están arriba. Una vez más. La utilización de la muerte por un sistema carroñero, que esconde porquería bajo la alfombra de la realidad construida falsamente y a medida. Dolor de plañideras de la política, las mismas a quienes no les importa un bledo ofrecer seguros tan onerosos que la clase media y los sin clase –una mayoría que crece con terrible fuerza-  no pueden siquiera aspirar a ellos. Las mismas que se encargan de blindar un sistema sanitario en el que los que no tienen (la gran mayoría) no pueden permitirse ser operados a no ser que estén a las puertas de la muerte. Obama y Romney están pensando en pausar las elecciones, han dicho los terroristas mediáticos y, de repente, crece, en los americanos y en sus súbditos-vasallos, nosotros y quienes nos gobiernan, una ternura artificial e inducida y crece la esperanza, y queremos creer que se puede creer, todavía, que Obama y Romney no son buitres  sino que, de nuevo, nos muestran una faz humana y solidaria. MENTIRA. No iban a detener un show costosísimo, el espectáculo americano más rimbombante y rentable, junto con el de las guerras que no cesan de emprender. MENTIRA. Nadie los detendría. Nada si no es el petróleo o el juego letal de la bolsa.

Cacareaba los falsimedia, los políticos de sonrisa impostada, como su voz entrenada en sesiones de logopedia del marketing. Cacareaban y continuaban ocultando a los muertos de segunda, silenciando su existencia. No le han dado la misma difusión ni apoyo a las 52 muertos, para ellos de segunda, que en Haití hallaron el final de su vida frente a Sandy. Nada han dicho que la embargada y ahogada Cuba desplegó un sistema de emergencia, evacuación y gestión ante Sandy que evitó una catástrofe de inmensa magnitud. Tenían que silenciarlo porque ¿cómo admitir que el enemigo de América, con escasos recursos, pero un espíritu ideológico que no se trasplanta ni se injerta, ha sido capaz, una vez más, de superar los grilletes que América lleva colocando en sus manos de piel oscura desde hace mucho, demasiado tiempo? Tenían que callar que murieron solo 11 cubanos (los muertos, uno solo, nos duelen a todos), pero que a la embargada Cuba Sandy le dañó más de 130.000 viviendas y destruyo más  de 15.000 hogares, en el oeste de la isla valiente.

Nada decían sobre Jamaica, muertos y tierra de segunda, donde Sandy dejó muertos y destruyó muchísimas viviendas, las más frágiles, las de los barrios más pobres.

Tenían que ocultar que en la República Dominicana, Sandy mató a dos jóvenes e hizo que 30.000 personas tuvieran que ser evacuadas. Y, aún más, callaron sospechosamente más datos sobre Haití. Nada, muy poco, dijeron sobre sus muertos de segunda porque hacerlo era destapar la caja de muerte de Pandora, admitir que regresarían  a la memoria los muertos del terremoto de 2010. Nombrar a ese lugar de segunda era tener que decir en voz alta y reconocer que, desde aquel terremoto, son ya más de 7.300 personas (de segunda)  los muertos por una epidemia de cólera que ha dejado, además, medio millón de enfermos. Decirlo era dar difusión a la doble cara de una moneda de vergüenza que nos afecta a todos. Por un lado, millones y millones de euros, que teóricamente debían destinarse a la reconstrucción de Haití, han sido desviados a bolsillos mucho menos necesitados –recordemos el caso de corrupción, el caso operación, en el que están probadamente involucradas ONG gestionadas por políticos corruptos como Rafael Blasco. Haití continúa vestida, después de 2010, con sus ropajes de jirones de miseria, ante la indiferencia de TODOS. El segundo dato que se oculta es que la epidemia de cólera que ha anegado de muertos y enfermos a Haití no ha sido provocada por el terremoto y sus efectos sino por la invasión de los cascos azules que han transmitido el cólera a la población, como ha sido probado al ser descubierto que l acepa causante es una cepa de cólera que procedía del sureste asiático, zona de la que venían muchos de los soldados “pacíficos”. No hay que olvidar que desde 2004 Haití está bajo la ocupación de la misión de las Naciones Unidas (¿unidas?) para la Estabilización en Haití (MINUSTAH) tras la intervención militar liderada por los estados unidos que derrocó al presidente J. Aristide. La ONU gasta, ni más ni menos, que 800.000.000 de dólares anuales en una misión de “ayuda y reconstrucción”  que no da el mínimo fruto. Las misiones de la ONU, como la de Haití, firman un acuerdo llamado Status of Force Agreement, que prevé que los soldados de la ONU tengan inmunidad penal, pero no civil, por lo que cuando hay un daño, han de pagar por ello. Ni un solo juicio, ni una sola sanción, ni una sola indemnización se ha producido en Haití.

Era lógico, sangrantemente lógico: son muertos y vivos de segunda, para vergüenza de quienes nos creemos vivos de primera.

La muerte nos igualará. Espero.

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