PENSAMENTS I CIRCUMSTÀNCIES: JO

IRREFLEXIONS REFLEXIVES

LA ARQUITECTURA DE LOS PERROS

A 50 cm del Suelo (50 cm Above the Ground) :
Director: Alina Astudillo | Producer: Alina Astudillo
Genre: Documentary | Produced In: 2008 | Story Teller’s Country: Chile

Synopsis: “A 50 Cm del Suelo (50 cm Above the Ground)” is the height where it is forged, in the shade of the tourists’ desire. For Valparaiso and his patrimonial political nomination in a silenced society, the city of the dogs, this audiovisual documentary invites the audience to read the city through the route of others. Directing the look to an omitted height where there filter realities and answers that the man of the city avoids, and a clan of dogs that lives in the matrix of the city, symbolizes the key of this scale.

[En Español] “A 50 Cm del Suelo” es la altura donde se forja, a la sombra de el deseo turístico que la política amasa para Valparaíso y su nominación patrimonial una sociedad silenciada, la ciudad de los perros. Este documento audiovisual invita a leer la ciudad con la ruta de otros, a dirigir la mirada hacia una altura omitida donde se filtran realidades y respuestas que el hombre de ciudad esquiva y un clan de perros que vive en La Matriz de la ciudad simboliza la llave de esta escala.

perrosMATRIZ

Perros callejeros en el atrio de la iglesia La Matriz

Perros callejeros de Valparaíso: los otros porteños

Es una realidad. Hay dos tipos de habitantes en el Puerto, los humanos y los caninos. Comparten la ciudad sin mayor asombro. En muchos casos la convivencia es buena: los primeros alimentan a los segundos y éstos responden con lealtad. Pero hay diferencias irremediables e históricamente los hombres han querido eliminar a los perros de la calle. Hoy se barajan mejores soluciones. Se levantó el cese al fuego y se pactó un tratado de amistad.
 
350 machos y 150 hembras del plan de Valparaíso están siendo esterilizados desde enero del 2008. Se les recoge, se los opera y después de unos días son devueltos al lugar donde fueron encontrados. El objetivo, evitar que la población de canes callejeros aumente. Aunque eso no es suficiente, porque la culpa no la tienen los perros, como dice Juan Pablo Almazora, coordinador del programa, sino los dueños de éstos que abandonan a los cachorros recién nacidos.
 
El gran mito es que la tasa de reproducción de los perros callejeros es más alta que la de los de casa. Eso no es cierto– dice Almazora, según los estudios que ha encargado el Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de Valparaíso (PRDUV). Resulta que los canes sin hogar viven en condiciones que los hacen poco fértiles, como el frío, la mala alimentación, la exposición a riñas y la posibilidad de sufrir atropellos. La mayoría de los perros del plan han bajado de los cerros una vez que son tirados a la calle. Por eso la esterilización tiene una segunda etapa en las alturas de Valparaíso, y viene de la mano de la enseñanza de una tenencia responsable de mascotas. Al cuidar a un perro te haces responsable porque, como a un hijo,  tú elegiste tenerlo– explica Almazora. He ahí el pacto de amistad, los perros son esterilizados y los humanos aprenden a valorarlos.
La idea es velar por el bienestar de ambas partes: los perros con sus necesidades cubiertas –espacio, alimento, salud y cariño- y los humanos con una ciudad más sana, es decir, con menos bolsas de basura rotas y alimentos en descomposición esparcidos, con menos posibilidades de que un transeúnte sea mordido por un can, y sin fecas animales en las calles. Lo que necesitamos es tener una relación equilibrada, ecológica. Que los perros convivan armoniosamente con nosotros y que a la vez tengamos una ciudad con mejor calidad de vida.
 
En Valparaíso se estima que hay ochenta mil perros; ocho mil son callejeros. De éstos, los más son apadrinados, es decir, hay alguien que les da comida, agua, que les hace una cama con una caja de cartón y un chaleco viejo. El resto son perros vagos. La mayoría de los que viven en el plan de la ciudad  lo hacen en un lugar determinado, verdaderos asentamientos de perros, manadas con integrantes estables que tienen una rutina y una red social que los sustenta. En cambio, la población flotante se compone de recién llegados. Así lo fue constatando Alina Astudillo, artista visual, luego de que una amiga norteamericana le comentara lo peculiar que es la vida canina en Valparaíso. Le daba gusto ver a estos animales libres. Eso no se da en Estados Unidos ni en Europa– dice Alina. Su amiga –fundadora de FIAA, Fundación de Ayuda Animal Internacional- le propuso a ella y a Guillermo González captar esta realidad bajo su alero financiero. De eso salió el documental Patas de kiltro (2002).
 
En esa investigación yo personalmente me dediqué a estudiar el comportamiento canino– dice Alina. Descubrió que los perros acompañan al hombre desde la época de las cavernas, sin saberse con exactitud quien eligió a quién como camarada. Y que es tan estrecha la relación entre humano y can, que los perros consideran al hombre un elemento obligado de su medio ambiente, siendo la única especie animal lo ve así. Incluso un sabueso puede llegar a preferir la compañía de un ser humano que la de sus pares.
 
A Alina Astudillo el tema la apasionó. Observaba la conducta de los humanos a partir de su relación con los perros de la calle. Entonces decidió hacer el documental A 50 centímetros del suelo (2008). Con un tono intimista muestra la vida de una manada que vive en el atrio de la Iglesia de la Matriz, dirigida por Manolo, un hombre indigente que comparte suelo con ellos. Fueron ocho meses de vigilia.
 
Este trabajo lo hice porque para mí era una necesidad expresar todo lo que había absorbido. De partida, la situación en que están hoy día los perros de Valparaíso está totalmente asociada a la gente de la calle, la gente pobre. Viven la misma escala de ciudad. Y por eso se cuidan las espaldas. El documental muestra a un perro que no deja que nadie se acerque a una conocida anciana que vive en la Plaza Echaurren mientras ésta duerme. Cuando se despierta el perro sigue su rumbo, pero donde caiga rendida luego de la juerga, ahí está él para protegerla.
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Alina Astudillo y sus perras Negra y Violeta
La propuesta de Alina es aceptar que los perros callejeros también habitan la ciudad y aprender a convivir. El tema no le pertenece a las autoridades sino a todos los habitantes de Valparaíso. De hecho, ya existe una coexistencia precaria, demostrada por los 47 bebederos para perros -improvisados e ilegales; envases cortados, algunos encadenados a postes- que hay en el plan. Para Alina es cuestión de preocuparse por captar a los perros, sus señales de calma. Por ejemplo, muchas mordeduras se evitarían si los transeúntes supieran que nunca se debe caminar directamente hacia un perro sino hacer un semicírculo alrededor de él, así el can entiende que no hay peligro. Eso hacen entre ellos y también con los humanos, sólo que nosotros no lo captamos.
 
Donde existe una verdadera convivencia entre especies es en el Cerro Esperanza. Los perros que toman sol en las calles Alcalde Uria y San Juan tienen nombre y duermen bajo techo en alguna de las casas. Hay hasta leyendas caninas, como la Juanita. La encontraron hace más de treinta años en una caja con sus cachorros recién nacidos. Al lado de ellos, otra cesta con gatitos lactantes. Entre un grupo de vecinos decidieron cuidarlos y se los llevaron al patio de Maribel Rubio y Juan Micelli. Cuando volvieron de hacerle comida a la perra, la encontraron amamantando a perros y gatitos juntos.
 
Los felinos crecieron sin problemas con la leche canina. A los dos meses ya todas las crías tenían hogar. A la Juanita, todos, incluida yo -dice Maribel Rubio– le ofrecimos un lugar. Ella era una diplomática encantadora, caminaba en zigzag y se reía, pero apenas abrías la puerta se iba a la calle. Era la perra del barrio. Un día ya de vieja desapareció, pero hace pocos años llegó otra perra que para Maribel es la bisnieta de Juanita, por su parecido y amistad con el barrio. Una vecina la encontró deambulando y la adoptó. La hizo esterilizar e incluso la operó de cáncer.
 
En la misma calle de la Lady, ese es su nombre, vive el Perejil o Flaco. El llegó con meses de vida. Era un perro en pelota [1], sin un pelo y lleno de llagas– recuerda Maribel. Dormía a la entrada de una casa en reparaciones. Todos los días iba un vecino junto a la protectora de la Lady a darle comida con una pizca de azufre para que mejorara su salud. También le pasaban por la piel una pasta hecha con tomates y otros ingredientes misteriosos, la que empezó a sanar sus heridas; además le creció el pelo. Al Perejil lo apadrinó Don Julio, el maestro que arregla de todo en las casas del barrio. Uno siempre sabe dónde está el Julito porque el perro lo acompaña y se queda afuera de esa casa.
 
Para Maribel esta actitud hacia los perros es algo propio de su barrio:- La gente acá no se hace el tonto con las penas ajenas. La Lady y el Perejil son parte de la comunidad. Un espíritu ejemplar, aunque Juan Pablo Almazora no está de acuerdo con que los dueños dejen deambular sueltas a sus mascotas porque contribuyen a ensuciar la ciudad. Alina Astudillo, en cambio, postula que si los vecinos se organizaran y limpiaran ellos mismos los deshechos de los perros, eso dejaría de ser un problema. Y que con un buen basurero, se evitan las bolsas rotas.
 
El enfoque al problema de los perros está cambiando; será un final feliz cuando la ciudadanía entienda que no debiera ser un problema ni de los perros, sino responsabilidad humana. Parte del Programa de Control de la Población Canina que está llevando a cabo el PRDUV es la creación de un Eco Refugio o Canil. Se construirá en Laguna Verde y está diseñado como un lugar de visitas, así los colegios podrán llevar a los niños y se aprovechará la instancia para enseñarles a ser comprometidos con sus mascotas. Por Montserrat Madariaga


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