tempus fugit

Arran de l’afer del gag de l’entrevista improvisada (Està passant, de TV3), amb la Vìrgen del Rocio, que ha fet emprenyar d’allò més el fonamentalisme catòlic (a anys llum del que des d’una perspectiva agnòstica podríem dir que significa ser cristià), segur que moltes persones agraïm el coratge de reprotxar públicament la disbauxa institucional i popular que sempre acompanya qualsevol escenificació de l’anomenada verge “rociera”, sigui en plan de conya o en plan seriós com és el cas d’una opinió al diari EL MUNDO arran d’un accident titulat:

¡Que se nos cae la Virgen! No hay ritual sin repetición y, por eso, a las 02:48 de la madrugada del lunes volvieron a encadenarse hechos: el simpecado entró en el santuario de la Virgen del Rocío, los almonteños saltaron la reja, se produjeron escenas de brutal violencia (puñetazos, codazos, patadas en la cabeza) para coger o tocar el trono, éste estuvo a punto de caer al suelo como en una metáfora de las tradiciones católicas en el siglo XXI y comenzaron los juicios de valor. Hay quien ve aquí un atavismo inexplicable, mágico, y hay quien ve la muestra final de salvajismo de una romería, la del Rocío, que ha perdido la esencia debido a la masificación, la cocaína y el deseo de aparentar.

(1) con la iglesia hemos topado