Un milió... de fa molt temps

el bloc de Xavier Mateu

Una setmana agitada

0
Publicat el 30 de juny de 2017

Durant l’interval setmanal entre les meves primera i segona actuació, el tema més freqüent de les converses al voltant del concurs consistia a valorar si m’hauria d’haver tallat els pantalons o no.

Hi va haver opinions en tots els sentits, tant en xerrades de cafè com en els comentaris que van anar aparèixent en els mitjans de comunicació.

Els uns pensaven que no havia tingut nassos per tallar-me’ls utilitzant tota mena d’arguments: por al ridícul, gasiveria, manca de decisió… i d’altres, per contra, aplaudien la meva decisió afirmant que havia actuat amb la dignitat necessària o objectant que els responsables del programa haurien d’haver prescindit d’aquesta mena de proves.

Aquesta darrera opinió la resumia molt bé una nota breu que va aparèixer al diari de Barcelona el diumenge 23 de juny, signada amb la sigla F. Z., i que em va fer pensar que la decisió que vaig prendre era l’adient i que, d’aquesta manera, potser havia tancat una via que em preocupava de cara al resultat final de la meva participació en el concurs: que miressin de convertir el programa en una xarlotada.

Més tard, al llarg del concurs, em vaig adonar que la meva determinació a no acceptar cap prova que considerés inadequada i els comentaris favorables a aquesta actitud apareguts en els mitjans podrien haver influït en l’ànim dels realitzadors del programa.

En particular, crec que va ajudar positivament l’opinió del periodista i dramaturg José María Rodríguez Méndez, que el 1972 va escriure la peça teatral Flor de Otoño, estrenada a València el 1982, encara que el 1978 Pedro Olea la va dur al cinema, protagonitzada per José Sacristán, amb el títol d’Un hombre llamado Flor de Otoño.

Uns dies després, en la seva columna titulada «El mundo de la televisión» del Noticiero Universal, que reprodueixo aquí, ja que la lectura de l’original resulta complicada, aquest polifacètic personatge deia el següent:

ACTITUDES DIGNAS

Habrá que tener muy en cuenta algunos casos aislados en que el hombre, frente al gran espejo de las multitudes, enajenante espejo de la publicidad, se revuelve inesperadamente para adoptar una position digna. El mantener, o intentar mantener la dignidad en un espectáculo de masas no es cosa fácil. Por el contrario, es algo muy difícil. El influjo poderoso de las masas prende en su vorágine devoradora al hombre que está en frente, convirtiéndolo en un muñeco, un resorte vacío y atento únicamente a producir satisfacción a esas masas. Porque las masas acogen a ese hombre que es «espectáculo» como una especie de representante de sus propias apetencias y en él se reflejan y justifican. Mantener, en semejante trance, una postura independiente y negarse al capricho espontáneo de esas masas es altamente difícil, porque la actitud contraria hay que tomarla en fracciones de segundo; se precisa tener una mente ágil y una fortaleza grande.

Es en el mundo de la torería donde se puede experimentar esta lucha contra el influjo de las masas: este revolverse hacia el reducto de la propia dignidad a costa de innumerables pérdidas. Y bien pueden ilustrar estas actitudes ambivalentes toreros del tipo de Manuel Benítez —totalmente dispuesto siempre a dimitir de su condición de hombre digno— y Paco Camino, el inteligentísimo torero, que preferirá siempre enfrentarse a las masas a cambio de la conservación de su propia dignidad (lo que también puede decirse de «El Viti»). Y estas actitudes dignas en una época de destructiva masificación deben aquilatarse en su justa medida por resultar desusadas y, además, como un posible camino que nos lleve a la esperanza: la esperanza de que el hombre todavía, a pesar del destructivo consumismo, no se resigna a ser un simple manjar del animal colectivo.

Pues bien, todo este largo prólogo viene a situar la actitud del nuevo concursante de ese nefasto concurso titulado «Un millón para el mejor», en su primer día de actuación ante las cámaras. Muchos de ustedes asistirían a la rebelión digna de ese concursante, licenciado en Ciencias Físicas. Hubo una prueba —prueba «happening», casera, broma clásica de reunión de señoritos borrachos— según la cual el concursante tenía que cortarse los pantalones más arriba de la rodilla, para lo cual se le entregaron unas tijeras. El concursante se negó rotundamente y muy rápidamente a semejante pretensión. Y si fueron poco convincentes las palabras del dicho concursante (¿para qué pedir explicaciones a lo que era absurdo?) se nos antojó muy clara y convincente la postura de ese señor que no quiere, con muy buen acierto, plegarse a una prueba verdaderamente denigratoria que consistía en destruir sus pantalones y exhibir sus peludas piernas ante la gran masa de telespectadores. Y prefirió —volvemos a aplaudirle— firmar el consabido cheque. He aquí —repito— una actitud digna que hay que aplaudir sin reservas. Como polo ambivalente tendremos que reseñar la actitud, a todas luces poco digna, del presentador del programa, en primer lugar. Porque dicho presentador aludió a que «si el concursante hubiera accedido a cortar sus pantalones había una buena cantidad de trajes, de la misma calidad, capaces de sustituir al que graciosamente hubiera podido destruir el personaje apremiado» y a continuación se extendió sobre lo que él y el jurado entendían como «decisión repentina», etc. etc. Ante nuestra sorpresa el jurado también calificó negativamente una postura indudablemente digna de elogio como es el evitar, por cualquier medio, un ridículo sin sentido. Se aludió inconscientemente al sentido materialista de la rapiña: a la necesidad de hacerlo todo por un millón de pesetas. Nos importa hacer hincapié en la actitud del presentador y del jurado. La actitud del presentador posiblemente sea disculpable, habida cuenta de que se trata —lo podemos comprobar todos los lunes por la noche— de persona de escasa formación; no podemos disculpar, sin embargo, a un jurado cuyas distintas profesiones liberales exigirían una reflexión moral mucho más ponderada de la que gratuitamente se dio al denegar la prueba antedicha.

Posiblemente una buena parte de culpa en lo que está sucediendo en este programa la tengan los anteriores concursantes que no retrocedieron ante pruebas atentatorias contra la dignidad humana. Al fin y al cabo, los creadores de ese programa también están impulsados por el deseo de dar satisfacción a las masas y consideran que las bromas no tienen ningún límite cuando existe quien se pliegue de buena fe a las pruebas del mayor mal gusto. Si la gran mayoría hubiera visto con agrado al concursante exhibir sus piernas peludas, después del corte de pantalones, ¿para qué tener en cuenta la presencia de una minoría a quien repugnara semejante exhibición? (aparte de que esa minoría puede desconectar el televisor). Pero el razonamiento no es correcto; porque tanto respeto merece la minoría a quien molesta el espectáculo de la indignidad del hombre, como la mayoría que, por embotamiento de la sensibilidad, no puede reparar en semejante indignidad. Para colmo, el jurado abunda en las ideas de los creadores y seleccionadores de ese malhadado programa, que puede llegar a divertir insanamente a gentes de vaga mentalidad.

Por fortuna, el concursante, en fracciones de segundo, dentro de la vorágine enajenadora de las cámaras, del jurado, del presentador, de la presencia invisible de los telespectadores, dijo que «no» rotundamente. Este «no» lo elogiamos sin reservas como uno de los mejores momentos televisivos que hemos contemplado últimamente. Esperemos que otros «no» vayan jalonando un camino de esperanza frente a la brutal masificación de la persona humana.

Ambdues opinions em van asserenar una mica, encara que era ben conscient que, si la voluntat dels realitzadors era que no guanyés, ho tenien igualment de fàcil, encara que, això sí, ho haurien de provar per una altra via.

L’assumpte dels pantalons havia tingut un altre efecte, que era el d’haver posat una bona part del públic al meu costat, cosa que haurien de tenir en compte els realitzadors si no volien que el programa se’ls escapés de les mans, i més quan als mitjans seriosos, amb aquella sortida de to, s’havia instal·lat la idea que el programa, per aquella via, s’allunyava del que pretenien ser els seus objectius, és a dir, trobar una persona apta per viure la darrera part del segle xx.

Així doncs, anava a abordar la segona setmana de participació amb un cert suport popular i mediàtic, sobretot pel que feia a Catalunya, que, com que era aquí on es realitzava el programa, va tenir, vull creure, una certa influència en el seu desenvolupament posterior del concurs.

Un altre aspecte que calia tenir en compte era que l’any 1968 el preu d’un spot publicitari a TVE de 15 segons en qualsevol programa era, per l’anunciant, de 30.000 pessetes mentre que, degut a l’èxit d’audiència en aquell moment, aquest preu havia pujat, pel concurs, a les 120.000 pessetes per la mateixa durada. Per tant, si l’interès dequeia els ingressos es veurien afectats.

Estàvem doncs jugant una partida d’escacs, per una banda no podien ni eliminar-me de seguida; ja que aleshores la premsa i el públic se’ls hi tirarien a sobre, ni deixar que guanyés fàcilment ja que, en aquest cas, l’interès es perdria per excés de guanyadors. La situació esdevenia interessant.

La solució per a ells era incrementar la dificultat de les proves i esperar que no fos capaç de superar-les. I efectivament, així es com va anar. Comparativament amb el que havia estat pels concursants anteriors, el concurs va anant progressant per aquest camí.

A mi la veritat era que tot això no em preocupava massa, ja que no hi podia fer res per lluitar-hi, i m’ho mirava amb un esperit mes aviat esportiu. De fet, en aquell moment el que em tenia impressionat era el fet que per primera vegada tres atletes americans de raça negre, Jim Hines, Roonie Ray Smith i Charles Greene, al Hugues Stadium de Sacramento a California, durant la que es va anomenar “La Nit de la Velocitat” haguessin estat capaços de baixar dels 10 segons en una prova de 100 metres el dia 20 de juny.

Uns mesos mes tard als Jocs Olimpics de Mexico els tres hi varen tenir papers rellevants.

L’hora de la veritat (2)

0
Publicat el 25 de juny de 2017

(continuació)

La prova següent era, en principi, molt senzilla de superar, però quan me la van proposar em va semblar que era una d’aquelles que podia condicionar el desenvolupament futur de la meva actuació. Tenia molt presents les consideracions d’en Miravitlles pel que feia a les poques possibilitats que tenia de continuar amb èxit en el concurs fins al final i, d’altra banda, sabia que els organitzadors del programa ho podien aconseguir per diferents camins, un dels quals era convertir el concurs en un espectacle on es plantegessin situacions que no fos capaç d’acceptar o, almenys, de controlar.

Potser aquesta no va ser la seva intenció, però com a setena prova em van posar davant d’un decorat on hi havia un grup de persones, algunes de raça negra, totes abillades amb pantalons curts.

En Prat em va dir que havia d’anar amb ells a fer un safari, i que, com que jo anava vestit de carrer, em va demanar que prengués una decisió; em va donar unes tisores i no recordo que em donés cap temps per realitzar-la.

Em vaig quedar atònit. Era conscient que no em podia permetre una acció que em posés en ridícul, ja que hauria donat peu a una possible situació in crescendo que convertís la meva participació en un espectacle d’un altre caire. Per tant, en qüestió de segons, i per tal d’aclarir les coses, li vaig preguntar si la prova consistia a tallar els pantalons o a prendre una decisió. Això el va atabalar una mica i, quan em va respondre que a la fitxa posava que es tractava de prendre una decisió, vaig tornar-li les tisores i li vaig dir que la meva decisió era que aniria al safari amb pantalons llargs, ja que no m’havia dit de quina mena de safari es tractava, ni amb què em trobaria, i que, en aquest supòsit, preferia dur les cames protegides.

La meva reacció va provocar una situació insòlita. El jurat, sense pensar-s’ho gaire, em va obsequiar amb set NO i, tot seguit, el presentador va intentar justificar aquesta mena de prova dient que no havien intentat ridiculitzar-me sinó descobrir la meva capacitat de reacció davant la necessitat de prendre una decisió ràpida, tot afegint que hi havia vestits de bona qualitat i de totes les mides per substituir el que, segons la seva opinió, hauria d’haver destruït. Per la meva banda vaig argumentar que jo havia pres una decisió, tal com m’havien demanat, encara que, potser no en el mateix sentit que esperaven, però aquest raonament no va servir de res i vaig haver de signar el primer xec de 250 pessetes.

D’aquesta manera vaig fallar una prova que, projectada al final, em va costar 250.000 pessetes però que, encara ho penso, va ser determinant perquè pogués arribar fins al final, ja que va tancar una porta que, a la curta o a la llarga, em podia conduir al fracàs.

Tot això, no obstant, em va desestabilitzar força i la meva actuació va transcórrer, aquella nit i a partir d’aquell moment, pel camí del pedregar, encara que a la prova següent, la vuitena, en que em van fer ballar, juntament amb una go-go girl, un ball modern en una mena de gàbia que tenien preparada a l’efecte, van posar-me davant d’una cosa que se’m donava força be; ballar.

 

El jurat deuria considerar que ho havia fet prou bé, ja que em va donar set SÍ.

Va ser un miratge, ja que a continuació no vaig poder-me’n sortir de la dificultat següent; resoldre en un minut un problema de càlcul matemàtic plantejat així:

Un agent de borsa va comprar 3 accions a 10 i les va vendre a 6 cadascuna, i va vendre a 6 cadascuna de les que va comprar a 5. Si el seu benefici total va ser 8, quantes accions va comprar a 5? La resposta era 20, però no vaig tenir la calma necessària, ja que encara estava atabalat per la maleïda prova dels pantalons i, a més, agitat pel ball, i no vaig aconseguir concentrar-me en tan poc temps, per la qual cosa vaig pensar, i dir, que el plantejament era incorrecte, quan la veritat és que no l’havia entès. Amb bon criteri, el jurat em va donar set NO i vaig signar el segon xec, aquest de 1.000 pessetes.

Tot seguit, la prova següent va consistir en fer desplaçar, rodant, un cilindre per terra ficant-m’hi a dintre, cosa que em va resultar relativament senzilla i em va valer els set SÍ del jurat.

Ja dúiem deu proves. Fins aleshores, a cada programa s’havien proposat als concursants dotze proves a cada sessió, de manera que les seixanta que cada concursant havia de superar fins a arribar al final es distribuïen durant cinc setmanes. No obstant això, aquella nit, segons el presentador per manca de temps, només me’n van plantejar onze i la darrera va tornar a ser una altra prova de pissarra, de les que resultaven odioses per als telespectadors, amb lletres i números, on calia trobar les lletres que corresponien als espais marcats.

El planteig era:                              

I el temps per resoldre-ho de tres minuts.

Vaig començar a rumiar, però la veritat és que, com en la prova anterior de les accions, no em trobava en les millors condicions mentals per concentrar-me, influenciat encara per la primera fallada, i tampoc me’n vaig sortir.

Això em va obligar a signar un tercer xec de 2.500 pessetes. Més tard, a casa ho vaig intentar resoldre amb calma i arribar a la solució em va costar més de cinc minuts. No crec que ho fessin expressament, però les queixes que van anar apareixent a la premsa considerant aquesta mena de proves com a poc encertades i la freqüència amb què me les van anar proposant em va fer pensar que, si els presagis d’en Miravitlles s’havien de complir, els trets anirien per aquesta via. A més, això els donaria una bona excusa davant de l’audiència, ja que, sense tenir en compte les circumstàncies de l’entorn, com que jo era físic, el normal hauria estat que les pogués resoldre amb facilitat.

Amb tot això, el temps es va acabar i el Sr. Prat, insistint en el fet que havia fallat tres proves, em va acomiadar fins a la setmana següent no sense abans haver complert amb l’absurd ritual d’extreure els sobres amb les proves a les què, presuntament, em sotmetrien a la setmana següent.

Aquella nit va quedar una prova pendent, i sempre vaig creure que això no va preocupar gaire als realitzadors del programa, ja que deurien pensar que no aconseguiria arribar viu al final. De fet, mirant-ho objectivament, no ho havia fet millor que alguns dels primers concursants que van ser eliminats.

En acabar, vaig anar a saludar-los a tots i a la sortida vaig estar parlant una estona amb els candidats amb els quals havia competit a l’inici de la nit i amb les seves famílies. Estic segur que, veient com m’havien anat les coses, devien pensar que ells ho podrien haver fet millor.

Després de recuperar el meu cotxe, me’n vaig anar a casa a mirar de dormir, ja que l’endemà havia d’anar a treballar com cada dia.

Mentre conduïa cap a casa vaig repassar mentalment el desenvolupament del programa, analitzant com havia estat la meva actuació, i em vaig adonar que eren molts els imponderables que podrien condicionar el futur com per creure que la meva actuació pogués acabar amb èxit.

 

 

L’hora de la veritat

1
Publicat el 17 de juny de 2017

La setmana abans del tercer dilluns de juny va resultar mogudeta.

El dimarts 11 em van trucar de Televisió Espanyola per confirmar-me que el dia 17 de juny a les nou del vespre, m’esperaven als estudis de l’Hospitalet de Llobregat, per tenir temps de maquillar-me abans de començar el programa.

L’Albiol, per la seva banda, em va preguntar si m’ho havia pensat bé, ja que, després de tot el que ens havia costat aconseguir que em readmetessin, amb la meva tossudesa, estava a punt de fer inútils tots els esforços realitzats. Li vaig confirmar que ho tenia ben decidit i que no em faria enrere i em va deixar per inútil.

Aquell mateix dia, vaig tenir un ensurt, en assabentar-me d’una cosa que no sabia i que em va preocupar. Efectivament, quan li vaig comunicar a l’Antoni Morral, el meu cap del departament d’electrònica de consum, que anava a participar al concurs, em va dir que el seu sogre era en Jesús Oyamburu, conegut productor de programes de Radio Nacional de España, i que en aquell moment exercia també de productor a Un millón para el mejor.

El Sr. Oyamburu era el pare de dues bessones, la María Jesús, que era la dona del meu cap, i la María Antonia, que era una actriu de cinema coneguda amb el nom artístic de Sonia Bruno, que en els anys seixanta va prendre part en algunes pel·lícules dirigides per Francesc Rovira Beleta, Manolo Summers, Luis García Berlanga i d’altres de no tan rellevants, i la carrera de la qual es va veure interrompuda de cop quan, l’any següent, es va casar amb José Martínez, jugador de futbol del Real Madrid conegut com a «Pirri».

Quan li vaig explicar que havia decidit no esperar més i que anava a participar en el concurs la setmana següent, em va comentar que potser no feia bé, ja que, a més de tots els inconvenients, que ja coneixia, el mateix dia competiria amb mi com a candidat al programa en Mario Urbano, una persona molt propera, en aquells moments, a la família de la seva dona.

Em va sorprendre que no m’ho hagués dit abans, i de fet em va costar fer-li-ho explicar clarament.

Pels antecedents viscuts, em va semblar que aquest fet podia suposar un inconvenient addicional i, tal com havien anat les coses, va fer que em poses en guàrdia, ja que tenia l’evidència que les circumstàncies externes podien influir decisivament en el desenvolupament del programa.

De totes formes, aquestes cabòries es van acabar automàticament quan finalment va arribar el gran dia.

El dilluns següent a les nou del vespre, en una zona mal urbanitzada, al costat d’un descampat on gairebé no hi havia voravia, vaig aparcar, a prop del Teatre de l’Opera de l’Hospitalet, el meu cotxe, un Simca 1300 que m’havia comprat feia un parell d’anys amb la indemnització que un despatx francès d’advocats havia aconseguit de la companyia d’assegurances per l’accident de trànsit que vaig patir a Tolosa de Llenguadoc durant el primer any de la meva estada en aquella ciutat.

La gent de la televisió em va rebre, com esperava, amb pulcritud, com a qualsevol altre concursant.

De seguida em van fer passar al lloc habilitat per al maquillatge, on ja hi havia un dels candidats i la Sra. Margarida Llopart, responsable de maquillatge de TVE a Catalunya, i les seves noies, que ens van preparar per aparèixer sense lluentors davant de les càmeres.

Cap a les deu ens van dur als tres candidats al plató, on en Joaquín Prat i la secretària del programa, la señorita Montse —més tard sabria que era una actriu anomenada Montserrat Cierco— ens esperaven.

Érem l’amic de l’Oyamburu, en José Maria Guadalajara, un enginyer de telecomunicacions que més tard ocuparia un càrrec de responsabilitat a la Companyia Telefònica a Catalunya i jo.

A l’hora d’asseure’ns per respondre les preguntes prèvies ens van situar, des del punt de vista de la càmera, a en Guadalajara a l’esquerra, a mi al mig i a la dreta el contrincant teòricament més perillós.

Com ja he explicat en un altre lloc, per superar la fase prèvia calia respondre unes quantes preguntes de coneixements generals. Jo, com era normal, estava una mica nerviós, més que res perquè era conscient que, si no aconseguia passar aquesta fase, després de totes les meves peripècies, el ridícul que faria davant tots els que les coneixien seria monumental. Les preguntes no eren gaire difícils, però la novetat de l’entorn, les càmeres, el presentador, la secretària i la colla de persones que es movien darrere de les càmeres no constituïen els millors elements ambientals per concentrar-se i estimular la memòria.

Ens van fer sis preguntes a cadascú, de les quals només en vaig respondre correctament quatre, les mateixes que el conegut d’en Oyamburu, per la qual cosa es va fer necessari un desempat. La pregunta que em va permetre de participar a la recerca del milió va ser: quin era el nom del port de Roma? La resposta degué sonar, per a alguns, com un renec, però la vaig encertar. Era Òstia. I com que el meu contrincant no va encertar la resposta a la pregunta que li van formular, em van proclamar sisè candidat al concurs i em van dir que ja tenia el milió.

En Joaquín Prat em va presentar als telespectadors, va fer un esbós del meu currículum universitari i va donar a conèixer les persones que formaven el jurat.

A continuació, com si això formés part d’un ritual necessari, em va demanar per què m’havia presentat al concurs i, en cas d’aconseguir una suma important, què pensava fer amb els diners que em va ensenyar dins d’un maletí.

Suposo que aquesta darrera pregunta era conseqüència dels xous muntats pels dos primers guanyadors quan ho van explicar.

Naturalment, en la meva resposta no em vaig embolicar gaire i vaig dir que m’hi havia presentat perquè m’agradava competir i ho considerava una experiència interessant, i, pel que fa al destí dels diners, que no m’agradava fer plans sobre qüestions especulatives. I sense perdre més temps vam passar al desenvolupament del programa.

Jo tenia al cap el que m’havia dit en Miravitlles en relació amb les poques possibilitats que tenia de ser el tercer guanyador consecutiu; tenia ben clar que aquestes dependrien de la mena de proves que em proposessin i de l’actitud que prengués el jurat. Calia, doncs, tenir el cap fred i, com que no podia influir sobre les proves que em plantejarien, vaig mirar de prendre-m’ho amb senzillesa i serietat, intentant guanyar-me, almenys, la simpatia dels que havien de jutjar la meva actuació i de la gent que ens pogués estar veient. No tenia cap experiència de la força que l’opinió popular podria tenir, però m’ho vaig imaginar i els fets, més endavant, m’ho van confirmar.

Després que en Joaquín Prat recordés, un cop més, que les preguntes les enviaven els espectadors, la primera prova que em va proposar va consistir a anar caminant amb els ulls embenats mantenint-me sobre una línia recta que havien marcat a terra i fent tres recorreguts d’anada i tornada entre els seus extrems.

Començàvem bé. Aquella prova, que semblava inofensiva, era molt complicada per a mi, ja que una mínima diferència en la llargària de les cames, i jo havia tingut un accident que m’havia afectat la cama esquerra, feia que, si no tenies el control visual per corregir les derives, et desviessis cap al costat de la cama curta.

No obstant això, vaig fer els tres recorreguts intentant corregir la desviació però no ho vaig aconseguir del tot, i quan em vaig treure la vena no era, ni molt menys, en el lloc on se suposava que havia d’arribar. Afortunadament, algú, potser el doctor Navès, es va adonar de la dificultat i va fer d’assessor dels altres, però el fet és que el jurat es va mostrar generós i quatre dels seus membres em van donar un SÍ contra tres que van dir que NO,  amb la qual cosa, i als punts, vaig superar la prova.

Tot seguit, en Prat em va situar davant un quiosc de premsa amb una sèrie de diaris de provincias. N’hi havia deu i la prova consistia a identificar on es publicaven.

En vaig encertar nou i no van poder fer altra cosa que donar-me un SÍ per unanimitat.

A la tercera prova havia d’identificar quatre estats a partir dels seus països fronterers.

Els mapes corresponien a Hongria, Bolívia, Laos i Kenya. Vaig encertar els tres primers, però l’últim, en lloc de Kenya vaig dir que era Angola. El jurat va il·luminar sis SÍ i tan sols un NO, i d’aquesta manera va donar la prova per superada.

Tot seguit em van posar sobre una taula cinc minerals i em van donar cinc rètols amb els cinc noms: cinabri, galena, quars, sofre i pirita, i em van demanar que els posés al costat de les mostres corresponents. En vaig encertar tres i vaig intercanviar el de la galena i el de la pirita. Aquests dos minerals, si ho mireu a Google, s’assemblen molt, per la qual cosa suposo que el jurat va ser generós i em va aprovar per cinc a dos. Prova superada.

A la cinquena prova havia de visionar una projecció cinematogràfica on apareixien una sèrie d’animals salvatges que calia identificar: una girafa, un xacal, uns hipopòtams, un antílop i diversos elefants.

El xacal vaig dir que era un llop o una guineu, no ho recordo, però tots ells eren del gènere canis, i vaig confondre l’antílop amb un ant, que no s’assemblen gens excepte que tots dos tenen banyes. O sigui, que en vaig encertar tres de cinc, i el jurat degué considerar que estava prou bé, ja que em va atorgar sis SÍ contra un sol NO. Continuava impol·lut.

Tot seguit em van plantejar la primera de les moltes proves de lògica de pissarra que em va tocar resoldre al llarg de la meva participació. En un suposat dialecte africà hi havia tres frases amb la seva traducció al castellà i una quarta que calia que traduís basant-me en la traducció de les tres primeres. La resposta que vaig donar va ser: «Las estrellas lucen de noche en el cielo», quan, segons el presentador, havia de ser «Las estrellas brillan de noche». El jurat s’ho va pensar una bona estona i finalment van aparèixer quatre SÍ i tres NO. Ja duia sis proves i encara no havia signat cap xec. De moment la cosa semblava anar prou bé.

(continuarà)

Els dilluns de l’alcalde en ple Maig francès

0
Publicat el 10 de juny de 2017

El dia 29 d’abril, el Sr. Rafael Canalejo Cantero, metge de formació i alcalde per devoció de la localitat cordovesa de Belmez, després d’haver superat els seus dos contrincants en la prova preliminar, va aprofitar l’ocasió per atreure l’atenció de l’audiència cap a la seva actuació lliurant al presentador del programa un sobre on, segons va dir, hi havia posat el que pensava fer amb els diners que guanyés en la seva participació en el concurs. Amb això donava una projecció de futur a la seva actuació. Aquest fet ens va semblar a alguns massa agosarat, per no dir que prepotent.

Sabent com s’estaven cuinant les coses vaig arribar al convenciment de que la presència de l’alcalde en el programa estava garantida per a unes quantes setmanes.

Mentrestant, a França, d’on feia mig any que havia tornat, el dia 3 de maig a la plaça de la Sorbona de París es reunia un grup d’estudiants per escoltar les compareixences de Daniel Cohn-Bendit —conegut per Dani el Roig— i els seus companys. A les quatre de la tarda la Universitat va ser envoltada per la Policia, que va detenir, en contra del que s’havia pactat, diversos estudiants. Això va donar origen a nombroses manifestacions espontànies que tindrien conseqüències insospitades en aquell moment.

Si el 1965 em vaig perdre el concert dels Beatles a la Monumental perquè era a França, aquest cop, també em vaig perdre tot el Maig francès, que estava començant, per haver-ne tornat. Ho confesso, jo no hi vaig ser a cap dels dos esdeveniments.

Tot seguint aquests esdeveniments per radio a France Inter, el que vaig fer, per si finalment em deixaven participar en el concurs,  i per tal de poder conservar posteriorment la meva intimitat, em vaig deixar créixer un bigoti que, encara que ho feia al seu aire, prenia un cert aire despenjat. El cert era que aquell mostatxo modificava considerablement el meu aspecte habitual —que recuperaria afaitant-me’l un cop acabés de sortir per la tele—, i permetria que fossin pocs els que, després, em poguessin identificar.

Per la seva banda, l’alcalde anava superant, amb més encerts que errors, les proves que li anaven plantejant. Les queixes en els mitjans escrits respecte a l’adaptació, per part dels responsables del programa, d’aquestes proves al perfil del concursant eren constants. En el seu cas semblava que pretenien que estesin orientades a posar en valor les habilitats que se suposava que havia de tenir un polític: discursos, lleis, pactes, en definitiva, tot el que podia permetre que el concursant no quedés en mal lloc —més tard se sabria que el tinent general Camilo Alonso Vega, que va ser director general de la Guàrdia Civil de 1943 a 1955 i responsable dels camps de concentració franquistes, i que en aquells moments era ministre de Governació, havia deixat clar, en algun moment, que un electe afecte al règim no podia tenir un mal resultat, encara que no sé quan ni quants cops ho va dir—,  però d’això en parlaré més endavant, ja que va tenir una certa influència en el desenvolupament final del concurs.

Tot semblava anunciar el que anava a succeir i, a poc a poc, a creure el que es reflectia a la premsa, era evident que l’alcalde seria el segon guanyador del concurs, la qual cosa volia dir que, igual que la Zumárraga, tampoc no ho perdria tot com els primers concursants del programa.

Semblava que es buscava conduir el concurs de forma i manera que es produís allò que tan bé saben fer en altres contrades: que se consiga el efecto sin que se note el cuidado.

El tracte que en Joaquín Prat dispensava al concursant era delicat i deferent, i sempre que el presentava ho feia com a Don Rafael Canalejo Cantero, alcalde y jefe local del Movimiento de Belmez. Correcte i precís.

En aquest context, a mesura que les setmanes passaven, se m’anava fent més que evident que, si l’alcalde guanyava, les meves possibilitats d’èxit, si participava a continuació, estarien molt minvades.

En paral·lel, el Maig francès seguia atraient l’atenció de tot el món. Dos dies abans que en Raimon fes el seu famós concert a la Facultat de Ciències Polítiques i Econòmiques de la Universitat Complutense de Madrid, el 16 de maig, els estudiants francesos van prendre la Universitat de la Sorbona després de dues setmanes de disturbis al carrer demanant mesures urgents al greu problema de l’atur. L’ocupació de la Universitat parisenca va ser l’espurna que va fer que altres estudiants i treballadors, de la Renault primer i de tota la França desprès, es declaressin en vaga, paralitzant en una setmana tot el país, i fent que el president de la República, el general Charles de Gaulle, es veiés obligat a dissoldre l’Assemblea Nacional i a convocar noves eleccions.

Per la meva part, jo continuava atabalat amb el concurs. Era clar que les possibilitats de modular l’actuació dels concursants per part de la direcció del programa eren grans i, malgrat que les preguntes, segons ells, les enviava el públic, era evident que, escollint-les, podien fer-hi de més o de menys, ja que el seu interès primordial era que el programa aconseguís mantenir audiències elevades i que, com m’havia suggerit al principi en Miravitlles, es mantingués la fidelitat d’aquesta audiència mantenint un equilibri consistent en evitar massa concursants que no guanyessin res i aconseguir que no fossin molts els que guanyessin molt, o massa seguits.

De fet, les polèmiques que, genèricament, el concurs alimentava i que apareixien sobretot en els mitjans escrits, es centraven en dos temes principals: la preparació dels concursants i l’interès que les proves poguessin tenir, en el sentit que fossin adaptades al mitjà televisiu i, alhora, permetessin que els espectadors poguessin participar-hi des casa seva mirant de resoldre-les.

Se’m plantejava, doncs, un dilema que per a mi era important. Si tot anava com s’intuïa, l’alcalde acabaria la seva participació cap a la primeria de juny o a mitjans de mes, amb la qual cosa, si havia d’esperar que, a continuació, hi participés un altre concursant i perdés —és a dir, de dues a quatre setmanes—, em trobaria que, si aconseguia superar la fase prèvia de selecció, irremeiablement hauria de començar la meva participació a mitjans o final del mes de juliol, la qual cosa faria que hagués de concursar durant bona part del mes d’agost.

Com que aquell era el primer any que treballava a COPRESA, encara no en coneixia els costums, per la qual cosa vaig demanar com acostumaven a organitzar les vacances del personal. Així vaig saber que l’empresa tancava les tres primeres setmanes d’agost, cosa freqüent en aquells anys, i que la resta de les vacances es pactaven i es gaudien individualment.

Així doncs, si esperava a participar més endavant, el que era segur era que em quedaria sense unes vacances que tenia molt més segures, vist el que havia vist, que el premi en el concurs.

A més, les vacances eren l’única oportunitat que tenia per mirar de trobar una solució a una situació personal que em neguitejava i que volia normalitzar anant-me’n un parell de setmanes de viatge amb la Colette per tractar de situar les coses.

Tot semblava aconsellar-me, doncs, que no m’esperés més, però allò que m’impulsava d’una forma més decisiva a acabar d’una vegada amb aquella espera era que aquests mesos m’estaven creant una sensació d’incomoditat propera a l’estrès, que em resultava molt desagradable i que influïa en el desenvolupament de la meva feina professional. L’interès pel concurs havia disminuït i del que tenia ganes era d’acabar d’un cop amb aquella sensació d’angoixa que em neguitejava i que em volia treure de sobre.

Per tant, quan el dilluns 3 de juny vaig tornar a anar, amb l’Albiol, al Teatre de l’Opera de l’Hospitalet per parlar amb en Lluis Miravitlles, ja tenia presa la decisió: si em proposava esperar a concursar més endavant li diria que no i també que, si no hi tenia cap inconvenient, el que volia era participar de seguida i acabar d’una vegada amb aquella espera que se’m feia insuportable.

Aquell dia, em pensava que l’alcalde Canalejo acabaria de participar en el concurs, però no em vaig adonar que, com que anava a guanyar alguns, tal vegada molts, diners, caldria dedicar un temps al ritual d’obrir el sobre que, quan va començar a concursar, va lliurar a en Prat i que contenia el destí dels seus guanys, i a explicar el que en faria. Atès que el final triomfal s’intuïa, aquest sobre havia reaparegut com un incentiu més per als realitzadors per assegurar el manteniment, una setmana més, d’una bona audiència.

Així doncs, sense saber que aquell no seria el seu últim dia en els estudis vam assistir, com la vegada anterior entre el públic, a la seva actuació davant les càmeres defensant les darreres proves que li van plantejar.

Potser per incrementar més l’audiència, els responsables del programa li van jugar una mala passada.

El plató que havien preparat tenia una característica singular: en un racó estava instal·lada una gàbia amb un lleó de cinc anys, el Vicentet, que durant tot el programa va estar atès pel seu propietari, en Vicenç Febrer, vestit de domador. El senyor Febrer, que tenia una botiga de compravenda d’automòbils al barri de Sants, era molt popular. Havia estat lluitador de catch conegut per la seva participació en combats al Price i a l’Iris, i fins i tot, segons diuen, va acceptar el desafiament que al seu moment va llançar a TVE el forçut Hércules Cortés.

Aquell dia tots els televidents i els que érem presents a l’estudi, vam estar molt pendents de la prova que portés l’alcalde a l’interior de la gàbia. La setmana anterior ja havia tingut un incident quan, pujant per una escala de corda, va caure al terra amb el consegüent ensurt per al concursant i el presentador. Tinc la impressió que ell també va creure que se les hauria d’haver amb la fera i durant tot el programa el seu nerviosisme va resultar evident. Les proves a què va estar sotmès, entre les quals destacava el llançament d’uns ganivets a un perfil humà, les va anar superant prou satisfactòriament de forma que el resultat definitiu va ser que, com havia succeït amb la seva predecessora, al final es va endur les mateixes 875.000 pessetes.

De la prova del lleó, res de res. Per sort per a ell, en Febrer i el seu lleó únicament formaven part del decorat.

Acabada l’actuació amb el lliurament del conegut maletí amb els diners, es va anunciar que el dilluns següent hi tornaria per obrir el sobre misteriós i així donar a conèixer el què contenia i tothom se’n va anar cap a casa.

Com la vegada anterior, un cop la gent havia marxat, ens va venir a veure en Lluís Miravitlles i, com havia previst, em va dir que era impossible que en el concurs hi hagués tres guanyadors consecutius, per la qual cosa em recomanava que, un cop més, retardés la meva participació.

No em vaig deixar convèncer. Era cert que em feia una certa il·lusió participar-hi i, si s’esqueia, guanyar, però l’espera se m’havia fet insuportable.

Per tant, mirant d’argumentar-ho, li vaig dir amablement a en Miravitlles que el concurs no era, per a mi, res més que un joc, que no estava disposat a perdre allò que tenia segur, les meves vacances, a canvi de la possibilitat d’aconseguir una ocasió mes favorable per a la meva participació, i que, si no hi tenien cap inconvenient, desitjava poder participar-hi quan es presentés la primera oportunitat.

En Miravitlles ho va comprendre a mitges. Em va dir que, si era el que volia, no hi havia cap inconvenient, però des d’aquell moment vaig tenir la impressió que va deixar de veure’m com algú a qui protegir i es va instal·lar en la més estricta neutralitat professional.

Naturalment, la meva decisió tampoc no va caure del tot bé en el meu entorn. Els que em tenien més a prop van comprendre que no hagués pogut aguantar més que els fats es posessin del meu costat, però els que em coneixien menys, però sabien com s’havien esdevingut els fets, van pensar que era un ximple.

A totes aquestes, la campanya electoral als Estats Units per elegir el successor del president Johnson estava en el seu punt culminant quan el dimecres següent, el 5 de juny, just en acabar un míting a l’Hotel Ambassador a Los Angeles per celebrar la seva victòria en les primàries de Califòrnia, el senador i candidat presidencial Robert F. Kennedy va resultar ferit de mort com a conseqüència dels trets de pistola que un home de vint-i-dos anys amb ascendents palestins, Sirhan Bishara Sirhan, li va disparar pel fet de ser contrari al suport polític que el senador volia donar a Israel. Robert Kennedy va morir l’endemà a l’hospital del Bon Samarità on havia estat traslladat. El crim encara no ha estat aclarit del tot.

Una oportunitat recuperada

1
Publicat el 1 de juny de 2017

Van anar passant els dies i com que l’Albiol no em deia res començava a pensar que no havia tingut èxit, però cap a la meitat de la setmana següent, el dia 28, em va trucar i va dir-me que havia pogut parlar amb en Miravitlles, que li havia dit que em volia conèixer i li havia demanat si ens podíem trobar el dilluns següent al vespre, tots tres, als estudis del antic Teatre de l’Ópera de l’Hospitalet que el vuit de desembre de 1972 es va incendiar patint greus desperfectes.

Vet aquí que l’obstacle que m’havia semblat insalvable s’esvaïa per una conjunció astral amb la qual jo no comptava. Tot em tornava a anar de cara i, per celebrar-ho, em vaig disposar a passar un bon cap de setmana a França amb la meva xicota, la Colette, a la qual —mai no vaig saber per què— no li va fer gaire gràcia que, finalment, participés en el concurs. Crec que aquest fet i la llunyania van ser els elements decisius que van fer que amb la fi del programa arribés, també, la fi de la nostra relació.

De tornada del viatge a Tolosa de Llenguadoc, dilluns al matí vam quedar amb l’Albiol per anar plegats, al vespre, als estudis de l’Hospitalet.

Era el tercer dia que la noia basca participava i era evident que el programa havia pres un altre caire. La seva popularitat, conseqüència de la seva exitosa actuació, havia donat un tomb a les expectatives dels responsables del programa i, encara que a la noia se li notava que li havia pujat una mica al cap el seu èxit momentani, el concurs estava efectivament enlairant-se, si més no pels comentaris que es podien llegir a la premsa.

Quan vam arribar, poc abans de l’inici de l’emissió del programa, al Teatre de l’Opera —que era des d’on s’emetia el concurs— , ens esperava una persona de Televisión Española a Catalunya que ens va acomodar entre el públic. Allà va ser des d’on vam assistir a la tercera sessió de presència de la Zumárraga al concurs i la segona de la seva participació. Per aprofitar el temps, vaig anar fixant-me, durant la mitja hora llarga que durava el concurs, en tot allò que envoltava la realització d’un programa de televisió. Em va semblar que podria ser-me útil si a la fi arribava a poder concursar.

Quan es va acabar l’emissió del programa, que es feia en directe, i la concursant, l’equip de realització i el públic havien marxat de l’estudi, en Lluís Miravitlles es va acostar a parlar amb nosaltres.

Es va mostrar molt amable i ens va dir que, per part de Televisión Española, no hi havia cap inconvenient en que prengués part en la selecció per concursar a continuació de la noia basca, i que suposava que acabaria de fer-ho el dia 22 d’abril. Vaig dir-li que aniria seguint la seva actuació i que, quan es veiés que aquesta anava a acabar, tornaria als estudis de l’Hospitalet per concretar quan i com calia que em presentés. Ens vam donar la mà i ens vam acomiadar.

A partir d’aleshores em vaig convertir en l’espectador més atent del concurs. La Zumárraga tenia ganxo i va anar-se guanyant els espectadors i, el que era més important, els mitjans de comunicació escrits així com els realitzadors del concurs i el jurat, per la qual cosa es va anar estenent la sensació que seria la primera persona que aconseguiria no perdre la totalitat del milió i que es convertiria, per tant, en la primera guanyadora del concurs.

Va esdevenir, en certa manera, un símbol, i se la presentava com una dona jove, força preparada, soltera, saberuda i desimbolta, que donava bé a càmera i queia bé a tothom. Tota una troballa.

Després que els primers concursants ho haguessin perdut tot en poques setmanes, amb ella el concurs començava a guanyar l’interès del públic que li havia mancat fins aleshores. A més, necessitat de models, el règim franquista l’havia adoptat com a paradigma de la «nova dona espanyola» lluny de l’estereotip ranci del “sus labores” de la mestressa de casa.

En aquest sentit, fins i tot algun ministre no va dubtar a fer-se fotos amb ella. Tot un referent.

Els dilluns del mes d’abril van anar passant i l’interès i el seguiment del concurs per part del públic es van anar incrementant. El programa es va convertir en una cita obligada per als telespectadors i en una rutina per a mi mentre esperava que acabés de participar d’aquella noia.

Les proves que va haver de superar semblaven menys complexes si es comparaven amb les que s’havien plantejant als primers participants, però no hi feia res. Feia la impressió que els realitzadors del concurs, Fernando Garcia de la Vega i Enrique de las Casas, desitjaven que hi hagués un guanyador, en aquest cas una guanyadora, ja que, des de l’inici del concurs, havien estat eliminats tres candidats que, amb aptituds personals suficients, no havien pogut superar les proves que els van proposar, bé a causa de la seva dificultat o pel poc temps que els van concedir per superar-les. No es estrany doncs el que deia sobre la concursant en Garcia de la Vega en la entrevista que li van fer el 12 de Gener del 2016.

La previsió d’en Miravitlles va ser correcta. Al final de la seva quarta setmana com a concursant, la Zumárraga tenia una renda suficient que permetia suposar que s’enduria un bon pessic.

Un diari de l’època va començar a anomenar-la Miss Aplomo, sobrenom amb el qual se la va acabar coneixent a tots els mitjans. Tanmateix, es va arribar a dir que va ser proposada Mujer ideal del 1968 per part del règim. Potser s’ho va creure, ja que a les darreres setmanes del programa es va permetre de posar en dubte davant de les càmeres alguna de les decisions del jurat, enfrontant-s’hi, o de jutjar displicentment un dels concursants que l’havien precedit.

Potser va tenir una mica de mala sort, ja que, durant la seva participació en el concurs, van succeir al món diversos esdeveniments que li van prendre una mica de protagonisme. En efecte, el 4 d’abril, a Memphis, va ser assassinat Martin Luther King, i al cap d’un parell de dies Massiel va guanyar el Festival d’Eurovisió després que en Joan Manuel Serrat es negués a participar-hi si no el deixaven cantar el La La La del Duo Dinámico en català. D’altra banda, van morir dos esportistes coneguts: el defensa uruguaià del Barça Julio César Benítez, que va morir intoxicat el 6 d’abril, i el pilot Jim Clark, que ho va fer un dia després en un accident de cotxe en una cursa a Hockenheim.

Així doncs, com preveiem, el dia 22 d’abril en Josep Albiol i jo vam tornar als estudis de l’Hospitalet i, un altre cop, ens vam asseure entre el públic per seguir el desenvolupament del programa.

Com calia preveure, Rosa Zumárraga no ho va perdre tot; ans al contrari, es va endur 875.000 pessetes, la qual cosa era una quantitat important. Per que serveixi de referencia un pis de cent metres quadrats, a l’eixample de Barcelona, es venia per unes 700.000.

En la festa final va manifestar que una part dels diners la destinaria a ajudar les excavacions que no sé quina universitat estava fent a Namíbia, segons va dir Julio Fuertes, periodista del diari Arriba que més endavant va formar part del jurat en la fase final. Després, Joaquín Prat li va lliurar un maletí on suposadament hi havia els diners que havia conservat, i allà va acabar la seva participació, encara que no pas la seva projecció mediàtica i la seva popularitat, que es van estendre més enllà de la durada del concurs, fins al punt que va continuar protagonitzant actes promocionals i fins i tot va enregistrar espots publicitaris. En aquest sentit, el diari El País va publicar, l’any 1994, un article titulat «La chica del millón», que podeu trobar aquí, on explica amb perspectiva la seva peripècia.

Aquella nit, quan es van apagar els focus i els tècnics van anar enretirant les càmeres, en Lluís Miravitlles ens va venir a veure. Portava preparat un argument que, a mi, em va convèncer. Ens va dir que un concurs deixava de ser atractiu per al públic tant si no el guanyava ningú com si el guanyaven massa concursants seguits. Que si volia tenir oportunitat de tenir algun èxit, seria millor que esperés una mica més. També ens va dir que la setmana següent hi participaria l’alcalde d’un poble andalús i que sabia que s’havien rebut algunes trucades, encara que, si ho volia, podia participar en la següent selecció prèvia.

Com que, després de tot el que havia succeït, no tenia cap pressa, vaig pensar que potser tenia raó i vam quedar que ens veuríem la setmana en què el concursant següent estigués a punt d’acabar i ens en vam anar.

Efectivament, la setmana següent, el 29 d’abril, pocs dies abans que comencés la revolució d’estudiants a França, que juntament amb les vagues dels obrers de la Regie Renault de Billancourt, prop de París, va constituir el que se’n va dir el Maig francès, el concursant que va superar la prova inicial per participar en el concurs va ser l’excelentissim senyor Rafael Canalejo Cantero, l’alcalde de Belmez.