Miquel Roman

Nou Barris (Barcelona)

19 d'abril de 2008
1 comentari

balanç de les eleccions a Andalussia

AndaluciaLibre nº 327 – Balances tras las Elecciones. Andalucía. Apuntes para un balance postelectoral. Andalucía Libre

Con un alto índice de participación (73,65%), el PSOE ha obtenido en 2008 su octava victoria consecutiva en Andalucía, revalidando su mayoría absoluta en el Parlamento andaluz (48,19% y 56 escaños). El PP ha sido derrotado, pero progresa significativamente (38,63% y 47 bancas), consiguiendo la victoria en las provincias de Almería y Málaga y hegemonizando el voto urbano y costero. Ambos reúnen el 86,82% del voto. IU sigue retrocediendo, aunque conserva el mismo numero de diputados en el Parlamento andaluz que hace cuatro años (6, ahora con el 7,09%). Finalmente, el andalucismo regionalista sufre una derrota terminal: desciende a un 2,78% (pierde el 67,2% de los apoyos obtenidos en 2004) y se convierte en extraparlamentario.

De los 109 asientos del Parlamento andaluz, se puede adelantar ya hoy que 108 estarán ocupados por españolistas férrea y visceralmente comprometidos con la opresión y asimilación de Andalucía por España. El restante -que ocupa el líder de CUT-BAI, Juan Manuel Sánchez Gordillo, gracias a su inclusión como numero 1 en la lista de IU por Sevilla- merece tratamiento aparte.

Tal como somos

La doble convocatoria electoral del 9 de Marzo ha supuesto una nueva victoria del Régimen español en Andalucía. Los resultados reflejan la paulatina regresión de la situación política y social. Han avanzado el bipartidismo, la españolización y la derechización social.

La complementariedad PSOE-PP, al escenificar una falsa bipolaridad, ha funcionado perfectamente, retroalimentándose mutuamente. Como causa primero y consecuencia después de este fenómeno, los ejes y márgenes del debate político andaluz se han seguido derechizando y restringiendo. A escala general -hablando del común de los andaluces- no es ya que no se apoyen propuestas alternativas en lo político, nacional o social es que ni siquiera se conocen o imaginan (quizá también porque tampoco se oferten, por pura debilidad política y desimplantación social). El malestar social no tiene traducción política.

Obviamente, la ley electoral vigente favorece la gestación y consolidación de este escenario pero este hecho -como la parcialidad restrictiva de los medios de comunicación masiva, unánimemente en manos españolas- no es novedoso, aunque sus efectos sí puedan ser acumulativos. Ambos forman parte de los parámetros constituyentes del actual Régimen español desde su configuración durante la Transición. Buscar ahí la razón primaria de esta situación -como han hecho a modo de excusa desde PA y PCE/IU- implica un riesgo cierto de desenfoque.

Por el contrario, sería mucho más sensato situarla haciendo hincapié en el curso político seguido durante los últimos treinta años por las diferentes fuerzas y en los efectos ideológicos y sociales que este juego ha facilitado desarrollar y cristalizar, hasta su ultima decantación el 9 de marzo. En otras palabras, la Andalucía que se mostró hace pocas semanas en las urnas es, por activa, fruto y expresión de la acción prolongada y combinada del PSOE y del PP, como ejes sostenedores, y del PCE-IU y el Andalucismo regionalista, como satélites coadyuvantes necesarios. Por pasiva, resultado de los errores y debilidades de la izquierda, es decir o lo que es lo mismo, del independentismo andaluz.

Los datos bipartitos

El PSOE -partido del capitalismo nacionalmente dependiente- impulsor, expresión y beneficiario del modelo vigente de Andalucía dependiente, vence gracias, de una parte, al aún superviviente ‘miedo al PP’ y de otra, merced a su funcionalidad y correspondencia con la Andalucía subordinada y alienada que ha contribuido decisivamente a configurar y en la que disfruta de hegemonía ideológica y social aplastante.

Aún así -y como paradójico resultado de su éxito- el PSOE va paulatinamente abriéndole camino al PP. No es sólo que la derecha extrema españolista haya subido 295.000 votos a nivel nacional; es que también el PP gana por vez primera en las circunscripciones de Málaga y Almería (donde supera el 50%), arrasa en la costa mediterránea y consolida sus triunfos en la mayoría de las grandes ciudades andaluzas y en su inmediata periferia. Tras el 9 de marzo, la perspectiva de una futura victoria del PP en Andalucía deja de ser quimérica para convertirse en una hipótesis ciertamente aún difícil de consumar (la suma PSOE-IU aún le saca al PP 742.273 votos) pero viable.

Aún ahora este escenario bipartidista con hegemonía urbana de la derecha no deja de ser sintomático y generar efectos. Si el PSOE conserva aún mayorías en las ciudades de Algeciras, Jerez, Huelva, Dos Hermanas y Sevilla, el PP consolida triunfos en Almería, Cádiz, Córdoba (donde una alcaldía de IU se traduce sólo en un 9,77% de voto), Granada, Jaén, Málaga y Marbella. Es un hecho sociológico significativo y de alcance político que allí donde el modelo socio-económico andaluz, asentado en la agro-exportación, la hostelería, el turismo y la construcción -con sus correlatos de extrema precariedad laboral, inmigración y desagregación social- alcanza sus mayores cotas sea también donde el PP sustituye ya al PSOE con mayor autoridad. Incluso algunos dirigentes del PSOE lo han reconocido bajo la formula “a mayor inmigración, más apoyo al PP”.

La situación es tal que aunque el PSOE pueda impunemente desarrollar políticas fiscales y presupuestarias regresivas o aplicar un discurso patronal (el de los “emprendedores” o la “excelencia en calidad”, legitimado por la concertación con CCOO-UGT) y a la vez beneficiarse todavía del “voto útil” antiPP, no por ello su propia acción neoliberal de asimilación españolista deja de ser fundamental para legitimar a la derecha extrema e irle creando bases políticas, ideológicas y sociales cada día más amplias al PP.

Izquierda Unida

IU ha obtenido en la doble convocatoria electoral 229.159 votos para las españolas (perdiendo 60.000 votos en relación con 2004) y 315.909 para las andaluzas (aquí retrocede 20.000 votos).

IU se ha quedado nuevamente extraparlamentaria en Madrid (bajando del 6,39% al 5,13%) y aunque también ha disminuido en las andaluzas (del 7,51% al 7,09%), el mantenimiento de sus escaños y la reentrada de su coordinador oficialista Valderas en el Parlamento andaluz, en un contexto comparado de desastre estatal y junto al hundimiento andalucista, han atenuado el impacto de los resultados. La lectura interna de los resultados viene a ser algo así como que “si bien IU estatal se está pudriendo a pedazos, en Andalucía se han ganado cuatro años de prorroga”.

IU sufre los efectos de ejercer políticamente como “segunda marca del PSOE”, en voluntad y en hechos cada vez que las condiciones le permiten manifestarlo -tal y como demostró por enésima vez el proceso de reforma estatutaria- pero todavía sobrevive en Andalucía gracias a la combinación del sostén de su red de cargos municipales, al usufructo de los restos del voto identitario ‘comunista’ y muy especialmente al aprovechamiento de su condición de receptáculo del ‘voto útil’ de quienes se sitúan a la izquierda del PSOE (que no encuentran otra candidatura que sostener).

Además, IU se ha beneficiado nuevamente de la superposición electoral. La posibilidad de votar dos veces -para españolas y para andaluzas- ha permitido que 86.000 votantes que muy posiblemente hayan apoyado al PSOE para Madrid le hayan concedido a IU el voto en las andaluzas, considerando que aquí el riesgo de victoria del PP era sustancialmente menor.

La sucursal andaluza de IU sigue siendo esencial para la supervivencia estatal de su referencia: de hecho, IU obtiene el 24% de su respaldo estatal
en Andalucía. Con todo, los porcentajes del PCE-IU son aquí los más bajos de toda su historia, oscilando entre el 3,89% de Almería y el 9,47% de Córdoba.

La gresca interna estatal de IU, en la que diversas facciones pelean por sus despojos -unida a su quiebra económica: IU tiene una deuda minima de 15,8 millones de euros sin pagar- no dejaran de afectar a su sucursal andaluza, evidenciando su situación de marginalidad.

No obstante, la mayoría absoluta del PSOE en Andalucía -que convierte a IU en innecesaria o prescindible desde el punto de vista parlamentario- le evitara a la formación españolista de izquierdas un debate inmediato peligroso por su impacto clarificador y permitirá a sus diversas corrientes seguir enfrentándose -según su costumbre- desde la retórica y laambigüedad, ocultando su sustancial acuerdo político en esencial; tal y como demostró -con la excepción de la CUT/BAI- su compartido apoyo entusiasta al Estatuto de la Dependencia.

El desastre andalucista

Las fuerzas integradas en la Coalición Andalucista (Partido Andalucista, más PSA, más otros) obtuvieron en 2004, 377.164 votos. Cuatro años después sólo mantienen el 32,8% de ese respaldo, perdiendo el 67,18%: 152.674 sufragios.

En las elecciones españolas el andalucismo regionalista ha retrocedido del 4,04% nacional de 2004 (181.868 votos) a un escuálido 1,53% (68.334). En las andaluzas, de 275.674 (6,16%) ha bajado a 123.776 (2,76%).

Mirando circunscripciones, en Almería los andalucistas obtienen el 1,04%, en Jaén, el 1,83%, en Granada, el 1,59% y en Cádiz, el 4,19%. En las ciudades, sus datos son dramáticos: 0,94% en Almería; 4,06% en Algeciras; 2,36% en Cádiz; 3,48% en Jerez (donde Pacheco ha sido alcalde durantequinquenios); 2,15% en Córdoba; 1,20% en Granada; 2,00% en Huelva; 1,16% en Jaén; 1,30% en Linares; 1,64% en Málaga; 1,67% en Marbella; 2,63% en Dos Hermanas y 2,52% en Sevilla (donde hace años ostentó la alcaldía).

Los resultados obtenidos no son sino la consecuencia previsible del agotamiento terminal del discurso regionalista. Su incoherencia, cobardía y españolismo han terminado por condenarle a la irrelevancia parlamentaria. Años de oportunismo, han facilitado que el andalucismo regionalista sea considerado electoral y políticamente innecesario. Las prácticas y discursos de los Rojas Marcos, Pacheco, Pérez Bueno, Ortega, Del Olmo, Aranda, Villar, Aroca, Checa, Egea, Benavides y tantos más, se han demostrado no sólo reaccionarios sino también inútiles.

Aquí están las consecuencias de no oponerse nunca a España y de competir con PSOE, PP y PCE-IU en verborrea españolista en cada caso y circunstancia, poniendo su referencia pretendidamente andalucista al servicio de España. Su insistencia extenuante en una retórica dependentista anticatalana y antivasca ha terminado por favorecer el traspaso de buena parte de su electorado a quienes ejercen de españoles sin atenuantes ni añadidos: el PP y el PSOE.

Faltos de norte político y de escrúpulos éticos, los andalucistas no han tenido problemas en formalizar coaliciones municipales o nacionales no sólo con el PSOE sino también con el españolismo extremo del PP, desautorizándose a si mismos como fuerza política necesaria por la vía de los hechos, porque ¿quién puede ser admitido como socio por el PP si no tiene bien acreditado su españolismo?. Desprovistos así de perfiles propios y sin proyecto nacional alguno, no han generado conciencia nacional, sino al contrario.

Los andalucistas nunca han entendido que aunque PNV, CiU y otras fuerzas nacionalistas moderadas puedan hacer en la práctica política regionalista, lo hacen siempre desde una previa identidad política claramente nacionalista -en la que su nación siempre esta claro que no es España y en la que siempre se reservan, al menos formalmente, su derecho a la soberanía y a la autodeterminación nacional- que es la que le permite luego justificar ante su electorado sus hechos por pragmatismo o cualesquiera razones y mantenerlo. Por el contrario, son miles los ejemplos en los que -incluso durante esta ultima campaña y en televisión- los andalucistas han acreditado
que cuando piensan realmente en algo ‘nacional’ están refiriéndose a España y nunca a Andalucía.

En resumen, en treinta años no ha habido líder andalucista que haya dicho públicamente ante una cámara de televisión que no es español sino andaluz; que Andalucía es una Nación porque lo es; que esta en contra de la dependencia de Andalucía en relación a España y a favor de la Soberanía Nacional y la Autodeterminación de Andalucía. Por el contrario, todos los que han representado al andalucismo se han reafirmado en cada oportunidad en su españolidad, en el sometimiento llorica y en el agravio comparativo.

El equipo de Julián Álvarez se ha quedado sólo al principio del camino en la revisión del curso andalucista y como suele ocurrir en estos casos ha pagado su inconsecuencia. Aunque fuera a trompicones -plagiando textos ajenos de mala manera y con argumentos torcidos y torpes- llegó a asumir el ‘no’ puntual al nuevo Estatuto, pero luego ha sido incapaz de mantenerlo y desarrollarlo como eje de una línea política. Le ha puesto sordina, avergonzándose de lo que era su principal seña de identidad nueva, sustituyéndola por propuestas, que no por peregrinas dejaban de ser menos estupidas, como su reiterada defensa de un ‘Gobierno tripartito PP-PA-IU’, justificada únicamente como medio para excluir al PSOE (con quien había gobernado en coalición no hace mucho).

La coalición PA-PSA ha sido nefasta, no tanto por ella en si misma o por lo insustancial de sus propuestas o por su alucinante propaganda e imagen como porque se ha hecho sobre las bases políticas del andalucismo de siempre (que el PSA ha mantenido sin siquiera las dudas y ambigüedades del PA de la etapa Álvarez) que son las que se han transmitido a la población andaluza. Los desastrosos resultados están a la vista.

Inserto en la crisis postelectoral, los primeros datos que trascienden del ámbito andalucista indican un empecinamiento en el error que les ha conducido al fracaso. No se atisban en su seno pronunciamientos y proyectos realmente refundadores y que postulen un giro nacional y de izquierdas. En el andalucismo domina un silencio sepulcral, sólo alterado por el runruneo de las navajas entre los dinosaurios que disputan por el cargo de enterrador.

A día de hoy no aparecen en el espacio andalucista plataformas políticas programaticamente nacionalistas, antes al contrario, los rumores sobre las candidaturas alternativas para su Congreso extraordinario de Junio se limitan a la posible postulación del alcalde de Utrera, Curro Jiménez -caracterizado españolista, bien conocido por sus serviles homenajes a los Borbones y al ejercito español-; Pilar González -portavoz parlamentaria que ha reproducido a lo largo de sus discursos y trayectoria todos los tics crónicos del regionalismo- o Manuel María de Bernardo -alcalde de San Fernando en alianza con el PP-, tres variantes que ubican al andalucismo en una perspectiva de extinción cierta.

Sánchez Gordillo.

El líder de CUT-BAI, Juan Manuel Sánchez Gordillo, vuelve a ocupar por tercera vez un escaño en el Parlamento andaluz. Es uno de los seis diputados con que cuenta IU en el Parlamento.

De momento, su posicionamiento más significativo ha sido el pronunciarse de antemano por el ‘no’ a la investidura de Chaves, dejando entrever que no respetaría la disciplina de voto en el caso de que el grupo de IU optara por la abstención. Como quiera que finalmente IU se ha decantado por el voto negativo, no ha habido ocasión para que se concretara la discrepancia.

De otra parte, la CUT-BAI presenta a su coordinador como aspirante a ser “la
voz de los sin voz” en el Parlamento andaluz, a la vez que apuesta públicamente -todavía a estas alturas- por una “refundación de IU”.

De hecho, estas primeras escaramuzas manifiestan lo que será el desafío al que Gordillo y la CUT tienen que responder en esta legislatura.

O bien Gordillo y CUT-BAI optan por seguir jugando a mantener el papel liturgico de “añadido honesto” del españolismo de izquierdas -que contribuye a embellecer políticamente a IU y a difundir la falsa idea de que los andaluces pueden fiarse de algún partido español- o bien apuestan de una vez por poner su implantación al servicio de una nueva fuerza andaluza de izquierda, arrostrando los riesgos consecuentes. Las circunstancias -su misma visibilidad en el Parlamento- han hecho que ambas opciones dejen de ser objetiva y subjetivamente compatibles.

Dicho en otras palabras. O Gordillo deja el grupo parlamentario de IU a lo largo de esta legislatura -bien porque se va al mixto o bien porque le echan y mejor cuanto más pronto- y se convierte en portavoz parlamentario de esa nueva fuerza nacional o la CUT-BAI se une definitiva e irremediablemente al curso político general de IU. Decidirse en uno u otro sentido es asunto que sólo compete a Gordillo y a la CUT-BAI.

Para completar finalmente el cuadro general, hay que anotar que la extrema izquierda española en Andalucía ha sido incapaz de presentarse a las elecciones -puede que por no tener gente suficiente ni siquiera para rellenar las candidaturas- con la excepción del PCPE, que consiguió completar listas en cuatro provincias. Esta organización postestalinista ha obtenido en las elecciones andaluzas 2.606 votos a nivel nacional -0,06%- colocándose como 13ª fuerza. En las españolas, 3.337 (0,07%), situándose por detrás de listas como la del Partido Antitaurino contra el Maltrato Animal (6.272 votos) u otras de similar enjundia

Y la izquierda independentista

La izquierda independentista andaluza se encuentra hoy en situación de extrema debilidad. No hay porque ocultarlo. Resiente su escasa implantación nacional y su debilidad política. No tiene capacidad para influir a corto plazo en los acontecimientos. No obstante, cuenta a su favor con un valor importante y decisivo a medio y largo plazo: el independentismo es la única opción realmente subversiva y alternativa al Régimen español y que puede encarnar un modelo de Andalucía distinta.

Para que este valor se concrete, la izquierda independentista andaluza ha de avanzar en su clarificación política, programática e ideológica, construyendo orientaciones y practicas homogéneas nacionalmente; manteniendo y desarrollando sus organizaciones militantes actuales, hasta que nuevos datos faciliten nuevas opciones.

En la etapa inmediata -que sigue siendo de primaria acumulación de fuerzas- ha de otorgar especial énfasis al esfuerzo por ampliar la propaganda y agitación independentista que le permitan acercarse a nuevos sectores y reclutar nuevos militantes, especialmente jóvenes, remarcando su singularidad política en relación a cualesquiera otras fuerzas españolas (incluso las que utilizan de forma oportunista la bandera andaluza para camuflar su compromiso español). Es muy necesario dar un salto cualitativo en la formación política de los militantes independentistas.

El mantenimiento de su presencia en plataformas puntuales amplias y sobre todo su implicación en la consolidación del SAT desde un perfil político propio (junto a la coordinación nacional del trabajo que se hace en otros sindicatos) es otra tarea básica.

A día de hoy, la forma en que se manifiesta la crisis andalucista no aconseja que se adopten a nivel nacional mayores implicaciones en ese espacio. Tampoco cara a CUT-BAI, salvo las que ya se derivan de la colaboración objetiva que deviene de la implicación mutua en el sostenimiento del SAT. Por supuesto, nada fundamenta en esta fase operaciones entristas en cualesquiera formaciones españolas de izquierda o extrema izquierda.

Andalucía está sufriendo ya el impacto de la crisis. Las perspectivas no son buenas. El cambio de ciclo se produce cuando no existe alternativa visible para la inmensa mayoría del pueblo andaluz. La solidez de principios y la actividad militante de la izquierda independentista son hoy pues más necesarios que nunca para resistir la marea y preparar el futuro.


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