El proppassat 3 d’abril Angel Rekalde (Tolosa, 1957), abertzale, periodista i un dels fundadors de Nabarralde, va publicar aqueix article al web d’aqueixa entitat patriòtica euskaldun criticant l’editorial del diari Gara de l’endemà de l’Aberri Eguna. Pel seu significat el reprodueixo tot seguit afegint-hi algunes consideracions de collita pròpia.
En primer lloc, alerta sobre les conseqüències d’una controvèrsia cíclica al si dels moviments independentistes basc i català: atorgar la prioritat a les reivindicacions socials, tot contraposant-les a les nacionals com si fossin separables comporta iniciar una deriva que acaba sempre afavorint el manteniment de l’ordre estatal existent. Ho he escrit moltes vegades, quan era a ERC, després a Reagrupament i ara a Solidaritat: l’alliberament nacional inclou les aspiracions socials, ja que la independència obre la possibilitat de convertir en prioritaris els interessos de la majoria poguent desplaçar els fins llavors hegemònics.
En segon lloc, i com a conseqüència la preferència concedida a les polítiques socials i als discurs esquerranista, sovint dogmàtic i banal, hom relega el patriotisme i els valors inherents a la preservació de la identitat col·lectiva (llengua, història, tradició jurídica…) en pro d’un sobiranisme pràctic, economicista, que estigmatitza el nacionalisme (Carod dixit) i que es insuficient per bastir un procés de construcció nacional d’un estat propi.
Heus aquí el seu article:
“El lunes de Pascua, y dedicado al Aberri Eguna de la víspera, el diario Gara publicó un editorial inquietante: “Cerrar el pasado para centrarse en el futuro”. Cada vez que un sector de la izquierda abertzale ha puesto la cuestión social por delante de la nacional, la deriva españolista ha sido patente.
Desde la memoria histórica, y sobre todo para quienes trabajamos con un horizonte de Estado propio, independiente, esa línea ideológica representa una posición llena de sombras e interrogantes. ¿Cómo se puede cerrar el pasado? ¿Ignorándolo? ¿Enterrándolo en tumbas sin nombre, como las de los fusilados del 36? La historia, como lo explica Walter Benjamin, está en nosotros, en nuestra realidad presente de dominación, y el único interesado en cerrar ese ejercicio de conocimiento y toma de conciencia es el poder ilegítimo, que aspira a legitimarse en nuestra desmemoria inconsciente.
De entrada, la idea de “cerrar el pasado” como condición del proyecto de futuro es suicida. Sin ir más lejos, hoy entre nosotros uno de los retos más presentes y polémicos es el de la hegemonía del “relato”. ¿Qué relato va a componer Gara de la realidad vasca y la resistencia de tantos años si desdeña la lectura de lo sucedido en los últimos siglos? ¿Cómo piensa explicar ETA sin el franquismo, el franquismo sin el 36, la guerra sin el nacionalismo vasco, el nacionalismo sin las guerras carlistas, etc, etc, etc.? Carod Rovira, a propósito de otras cuestiones, lo decía hace poco: “una nación es un relato”. Y en ese relato abarca desde la lengua hasta el territorio. No existen sociedades “sin relato”. ¿Cómo va a enhebrar Gara el relato vasco? O, ¿es que se presta a asumir el de los imperios?
Según Gara, el salto de ser nación a ser Estado no depende de claves nacionales, más o menos simbólicas o históricas, sino de una oferta sólida en términos de bienestar ciudadano. Es decir, un futuro centrado en cuestiones socioeconómicas y en una “gestión más justa y eficaz de lo que lo hacen ahora Madrid y París”. No creo que nadie se oponga a la segunda parte de la sugerencia; pero la primera, y planteada en esa fórmula de “cerrar el pasado”, se puede traducir en un desdén explícito de lo que somos, lo que nos constituye y nos aporta la base del nuestro ser colectivo.
Cuando una nación está desposeída de su soberanía, debe constituirse en sujeto de la acción política para dotarse de ese instrumento que es el Estado. Eso sólo se consigue con la cohesión social y la fuerza de movilización que proporcionan elementos no materiales, como son, sobre todo, la memoria, el sentimiento, la adhesión, el patrimonio, los símbolos… en resumen la identidad. Así se construye el motor de la nación.
En otros términos, por ejemplo territoriales, si pretende “cerrar el pasado” una sociedad desvertebrada, con nuestros problemas de fragmentación espacial e institucional, producto de una violenta partición, por siglos de agresiones, conquistas, ocupaciones y desmembramientos de diversa índole, ofrece el mayor favor a quienes, herederos de su dominación, son los enemigos de su libertad. ¿Cómo entender lo que nos une, lo que nos ha separado, lo que nos ha ocurrido, lo que conservamos a pesar de todo… sin esa lectura histórica del pasado?
Es cierto que los elementos pragmáticos (nivel de vida, gestión justa y eficiente, etc.) son importantes y pueden atraer sectores no identificados con la nación vasca. No obstante, este terreno de confrontación nos enmarca en el ámbito del sistema político, en los Estados actuales, y nos arrastra a una dinámica social ajena a nuestros propios procesos. Es un debate que ya hemos transitado, y superado, para que volvamos a tropezar en los mismos cantos.
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País nou, país net!
Una abraçada, Jaume