Jaume Renyer

per l'esquerra de la llibertat

29 d'octubre de 2016
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L’hora de l’Spanish Revolution ?

Fa cinc anys les manifestacions del moviment posteriorment denominat 15-M foren efímerament batejades com a Spanish Revolution, un fenomen protestari que a Catalunya va tenir també els seus imitadors ocupant la plaça de Catalunya i assetjant indignament el Parlament.

La CUP i Els Comuns han canalitzat parcialment vers la intervenció a les institucions aqueixes reaccions contra el sistema parlamentari (els okupes compten sempre amb la seva connivència), però a Espanya Podemos no podrà fer el mateix ja que les explosions d’ira social seran cada cop més freqüents i violentes, com va succeir al barri de Gamonal a Burgos fa dos anys i la colla de Pablo Iglesias, fora de l’estructura orgànica dels tardocomunistes d’IU, no té implantació militant per assumir aqueixa funció.

Com ja ha passat en altres èpoques de la història castellana l’enquistament al poder dels sectors dominants, socialment i políticament, no té alternativa democràtica viable i la frustració que genera aqueix sistema caciquil explota espontàniament de manera abrupta i és reprimida durament sense que res canviï. Des de Catalunya estant res es pot fer per incidir en aqueixa problemàtica endògena de la societat castellana, només respectar les causes profundes que són a l’origen de les revoltes socials i donar consells si els interessats ho demanen, però no fer nostres les seves reivindicacions repetint l’error d’ERC als anys trenta implicant-se en la política espanyola.

Post Scriptum, 26 d’octubre del 2017.

Aqueix article del politòleg extremeny Fernando Llorente Arrebola, publicat avui mateix al digital El Salto, titulat “Al sur del Ebro, división y derrota”, reflecteix encertadament les repercussions a Espanya de la independència de Catalunya:

“Hemos pasado de un régimen de democracia otorgada posfranquista a un intento muy contundente de resolver esta crisis imponiendo un modelo liberal-autoritario de Estado.

Al sur del Ebro, incluso muy al sur, vivimos los acontecimientos actuales de Catalunya con una particular mezcla de inquietud y desazón. Pareciera que hubiéramos ingresado en un tiempo nuevo, más oscuro, que podríamos llamar pospolítico y posdemocrático. Un tiempo en el que la política ya no puede gobernar, y aún menos cambiar, la economía y la historia, y en el que la democracia ha quedado vaciada, neutralizada, reducida a un grosero imperio de la ley.

Hemos pasado de un régimen de democracia otorgada posfranquista, cuya degeneración y corrupción desveló definitivamente el 15M, a un intento muy contundente de resolver esta crisis imponiendo un modelo liberal-autoritario ya indisimulado de Estado. Un modelo de Estado y un modo de gobierno que es una auténtica regresión respecto al del 78, pero que se implementa –en un proceso paulatino que se inició con la reforma del artículo 135 de la Constitución– siguiendo el gusto y hasta el dictado de las oligarquías europeas.

Un modelo que se caracteriza por una peculiar combinación de dureza y debilidad: dureza para proteger ‘el mercado’ de las tensiones y conflictos de clase y territoriales –pues las élites, al contrario que tantos izquierdistas, entienden perfectamente que están entrelazados–. Debilidad a la hora de proteger a la sociedad de los efectos del mercado mediante políticas sociales y fiscales redistributivas que son cada vez más cosa del pasado. Autoritarismo contra los pueblos y las clases subalternas, servilismo frente a las finanzas y las oligarquías, todo lo que haga falta para que el negocio continúe.

Los acontecimientos jurídico-represivos de la cuestión catalana son una demostración de hasta dónde puede llegar esta contrarrevolución neoliberal. Y, sin embargo, tenemos que lamentar que esto no se esté entendiendo al sur del Ebro.

La cuestión catalana ha puesto en evidencia la fractura ideológica e incluso sentimental de todas las izquierdas estatales, de todas las fuerzas políticas y sociales que sólo unos años antes se movilizaban con la aspiración de abrir un proceso constituyente en todo el país. Izquierdas que ahora han abandonado a su suerte el proceso constituyente catalán, llegando incluso en algunos casos a posicionarse del lado de las élites y del centralismo españolista.

Sectores de una izquierda obsoleta y miope que hoy invoca el “internacionalismo” para desautorizar el proceso catalán, como ayer invocaba el europeísmo para aplaudir la entrega de las competencias nacionales en materia económica a instancias como el BCE, La Comisión Europea, etcétera, en un brutal proceso de desdemocratización de la economía política.

Al sur del Ebro, incluso muy al sur, hay que reconocer que la hegemonía mediática, cultural y política de las élites ha sido total, asfixiante, de modo que han logrado una apabullante victoria en términos de legitimación popular. Una victoria casi tan apabullante como su derrota moral en Catalunya, y esto va a traer repercusiones electorales de distinto signo a ambas orillas del Ebro. Al sur no parecen muy halagüeñas las expectativas para las fuerzas de izquierda, que se han quedado al margen de la ‘Entente’ españolista y encima fracturadas.

Pero lo más desazonador es, como dice Manuel Nogueras, “la esforzada inutilidad frente a la tormenta” de las que han intentado empujar en la utópica dirección de un proceso destituyente y solidario aquí. Hemos comprobado que no hay relato alternativo con potencia para sustituir al capitalismo, ni siquiera al rancio centralismo. No hay fuerza para resistir la hostilidad de los mercados y las finanzas, pero es que ni siquiera la hay para imponer un poco de virtud y decoro, un poco de talante democrático, a nuestras élites, a nuestra rancia oligarquía, cuya obstinada estrechez de miras y estulticia cultural ha enconado la cuestión territorial hasta este punto casi catastrófico.

Y por esa carencia total de contrapoder y de influencia cultural de los sectores críticos es por lo que se pueden permitir esta exhibición de fuerza y unidad. Ésta dura actuación ejemplarizante y disciplinaria va encaminada a domesticar o eliminar el independentismo catalán y a enseñarnos claramente a las demás quiénes son los dueños y señores de la constitución material de este país de países y quienes van a seguir siéndolo por todos los medios.

Una exhibición de fuerza y coerción que cuenta con el apoyo entusiástico de una derecha sociológica resentida, extremista y militante que al sur del Ebro ha sido largamente adoctrinada en el desprecio al catalanismo, como uno de esos ‘enemigos’ externos en torno a los que se construyen adhesiones y consensos gregarios. Una derecha desmelenada que, sin duda, da miedo y que en los espacios rurales empieza a apestar a ‘trumpismo’.

Sin embargo lo más lamentable y lo que da verdadera cuenta de la dimensión de nuestra derrota es que las élites cuenten además con el apoyo entusiástico de las cúpulas y bases del PSOE, y que hayan logrado incluso dividir dramáticamente a Podemos, IU, Equo y otras organizaciones para encontrar incluso aquí aliados inesperados pero muy útiles a la hora de legitimar la imposición con mano dura de ésta contrarrevolución conservadora.

En este escenario de desazón y derrota es en el que nos vamos a tener que mover a corto y medio plazo. A expensas de que la situación en Catalunya aún pueda incluso empeorar más. A partir de estos escombros, de los escombros de la democracia del 78, de los escombros de la izquierda, de los escombros del Estado autonómico, de los escombros de los sueños y proyectos del 15M, tendremos que empezar otra vez la nada fácil tarea de resistir esta involución democrática y reconstruir la esperanza y posibilidad de liberación también al sur del Ebro, incluso muy al Sur.”

Post Scriptum, 28 de novembre del 2019.

L’article d’aqueix vespre de Pere Martí a Vilaweb, “De les places als ministeris”, referint-se a l’evolució meteòrica de Podemos, implica la fi de la impostura de l’Spanish Revolution i la integració de la colla del cabdill Pablo Iglesias al bloc del 155 CE, el de “la España de los nacionales” com el va definir encertadament Fernando López Agudín.

A Espanya esclaten periòdicament revoltes socials violentes arran de confolictes puntuals, com el cas del barri de Gamonal a Burgos fa una anys o fa uns mesos a Múrcia ciutat contra el traçat ferroviari, però un cop sufocades no en resta cap alteració política de l’ordre establert. El despotisme intal·lat a Castella de fa segles encaixa aqueixos fenomens cíclics imperturbablement.

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