Uno de los criterios fundamentales, en aras en los propósitos hegemónicos del neoliberalismo, fue el imponer el desprestigio total de Lenin. Desde principios de los años ochenta esta premisa se hizo carne en los medios, así como en todos los medios de divulgación histórica, fuese el que fuese el formato. Desde entonces, las posibles lecturas, no ya laudatorias sino simplemente con voluntad objetiva, fueron reducidas a los márgenes. Se impuso el llamado canon Soljenitsin (…)
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