Nacido en Londres en 1948 en una familia judía inmigrante, Judt adquirió sus compromisos, pero, sorprendentemente, pocas ilusiones. Fue un historiador “marxistizante”, pero no comunista. Dedicó en la primera parte de su carrera muchos esfuerzos a la historia de la izquierda francesa, sin aplicarse empero su arrogante supuesto de que la Revolución Rusa era meramente una continuación de 1789. Se vio brevemente “arrebatado” por los sucesos de 1968, sólo que “mi formación marxista-socialista residual me hizo sospechar instintivamente de la popular noción según la cual los estudiantes podían ser ya una –la– clase revolucionaria” (…)
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