Jaume Renyer

per l'esquerra de la llibertat

22 de març de 2012
0 comentaris

Javier Gómez: “O son los judíos o es el tranvia”

Fa uns quants dies una soldat israeliana va ser apunyalada per un palestí a Jerusalem mentre esperava el tramvia. La premsa catalana ha ignorat el fet i un mitja espanyol va dir simplement que el servei de transport urbà havia quedat paralitzat per un apunyalament. Cap esment a l’autoria del fet criminal.

Avui Vicent Partal editorialitza a Vilaweb sobre “el llop solitari” que ha assassinat quatre jueus i tres soldats francesos d’origen magrebí (per traïdors, suposo). I ho fa esquivant no solament la judeofòbia de l’autor material sinó el proto-gihadisme que circula pels mitjans europeus i nostrats. Talment com si el difunt Mohamed Merah fos només un psicòpata aïllat (com el noruec Anders Breivik) i no un instrument d’una estratègia genocida que creix aprofitant “el desconcert europeu” (el de Catherine Ashton, per exemple) .

Javier Gomez, membre de l’Asociacion Galega de Amizade con Israel, va escriure aqueix article el mateix dilluns en que es perpetrava l’atemptat de Tolosa de Llenguadoc, el reprodueixo (en la versió castellana que em va arribar) perquè em sembla una reflexió escaient despres de llegir l’article editorial d’avui:
  

Escribo en caliente y conviene no hacerlo. Pero ya es siete palabras tarde para arreglar eso, así que, como mucho, sólo conviene tenerlo presente. Difícil escribir en frío pensando en los ametrallados esta mañana en una escuela  judía de Toulouse: uno, de diez años, dos hermanos de seis y tres años, y el padre de éstos, profesor de religión. Un adolescente de 17 años lucha en estos momentos en un hospital por no ser el quinto cadáver. Muertos bajo las balas por ser judíos. En 2012. En Europa.

Ayer colgué en Twitter la portada en facsímil del New York Times del 15 de mayo de 1948, día de la creación del Estado de Israel. Un capricho periodístico de un reciente viaje a Israel. Un tipo que, a juzgar por el avatar, defiende losderechos de los homosexuales, me respondió que los judíos se valen de la “renta emocional del Holocausto” para masacrar a los palestinos. Entendí que ante semejante falta de sensibilidad y matices, no valía la pena entrar en razonamientos, pero sí me costó digerir la frase. Confío en que le vaya bien defendiendo los derechos de los oprimidos por razones sexuales.

El otro día paseaba por Jerusalén Este cuando percibí un incremento de la presencial militar. A los pocos minutos me enteré de que habían apuñalado a una mujer israelí. Lo había hecho un palestino. Cuál fue mi estupefacción cuando, al leer la nota de la agencia Efe, descubrí que el sujeto del titular no era la mujer, ni el acto de violencia, sino el tranvía: “El tranvía de Jerusalén es suspendido tras ser apuñalada una mujer judía”.

Pernocté en la zona árabe de Jerusalén. Hablé con sus habitantes, la mayoría israelíes árabes, los mismos que en varias encuestas han asegurado que preferirían seguir viviendo en el Estado de Israel, aunque se constituyese por fin un Estado Palestino. Y recordé un texto en El Mundo que hablaba de apartheid en 9 kilómetros cuadrados. De un “muro gris de cemento”. Del “olor y la desposesión”. De unos barrios abandonados, sin recogida de basuras ni servicio postal. Me extrañó ver cómo recogían la basura. Me sorprendió no encontrar ese muro de cemento, por más que lo busqué. Lo vi en Belén. O cerca de Ramala, pero no en Jerusalén. Ni qué decir de mis cejas arqueadas al ver cómo llegaban cartas al hotel donde dormía, cerca de la Puerta de Herodes.

Reconozco que siempre me sedujo la utopía del sionismo de izquierdas: una democracia en Oriente Medio, un vergel en el desierto, una Israel progresista… un sueño del que cada vez queda menos. Por no decir casi nada. Le preguntaba a un amigo que conoce bien la cuestión por qué la izquierda israelí está hecha trizas y me respondió con una lógica aplastante: “La izquierda pacifista pidió la retirada del sur del Líbano para conseguir la paz y, desde entonces, Hezbolá les ha atacado desde allí. La izquierda pacifista pidió la retirada de Gaza para conseguir la paz y desde entonces Hamás ataca con morteros. Obviamente, a ver quién les hace caso ahora pidiendo la retirada unilateral de Cisjordania”.

En esos días de mi periplo israelí y palestino recomenzaron las escaramuzas en Gaza. Israel inició las hostilidades matando al jefe de las milicias. La Yihad islámica y otras milicias respondieron con tiros de mortero y misiles sobre zonas habitadas por civiles. El Ejército israelí bombardeó las posiciones de lanzamiento de morteros con un saldo de 25 muertos. Si contabilicé bien, 22 milicianos de Hamás y 3 civiles (a quién le importa si la foto difundida desde Palestina de una niña de 6 años víctima de los ataques israelíes fuera de un accidente de coche). En territorio israelí cayeron 153 misiles Grad y cohetes Qassam, más medio centenar interceptados en el aire.

Israel se equivoca. Israel mata. Israel aplasta muchos derechos de los palestinos para defender los suyos. Y, perdón por un planteamiento tan simplista, a mí me parece mal. Pero los palestinos matan, se equivocan y también aplastan derechos, aunque decirlo suponga para algunos participar en la “renta emocional del Holocausto”. Da la sensación de que, hacia fuera, hacia el periodismo, hacia España, las cartas de buenos y malos ya están repartidas antes de analizar cada hecho, cada día, cada evento. Y en los polvorines del mundo parece arriesgado jugársela a indios y vaqueros.

Los pobres afganos resistentes a los soviéticos se convirtieron años después en el terror talibán. La resistencia siria empieza a estar influenciada por la yihad y sus metodos terroristas. Muchos dirigentes africanos estudiaban en Europa y Estados Unidos y conducían movimientos de liberación que después, apoyados por Occidente, reproducíde liberación que después, apoyados por Occidente, reproducían en el poder las mismas dictaduras pero cambiando las cuentas de crédito beneficiadas por esquilmar a sus pueblos. Por no hablar de los Balcanes, donde cada pinar esconde una fosa común, y las hay de todos los colores.

Por cierto, la mujer apuñalada se restablece en el hospital. Y el tranvía de Jerusalén retomó su servicio. Sigue recorriendo ambas zonas de Jerusalén: la hebrea y la palestina, la judía y la árabe, la occidental y la oriental. En sus vagones viajan pasajeros de todos los credos.

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

Aquest lloc està protegit per reCAPTCHA i s’apliquen la política de privadesa i les condicions del servei de Google.

Us ha agradat aquest article? Compartiu-lo!