A sol ixent de l'Edèn

UN ARTICLE DEL PERIODISTA FRANQUISTA MANUEL AZNAR.

Mentre continuava la persecució contra l’idioma i la cultura de Catalunya, la premsa franquista continuava amb els seus atacs contra la personalitat de Catalunya, tot exaltant l’hora imperial d’España, que el triomf del nazi-feixisme havia de facilitar.

Heus ací el text d’un article ben significatiu d’un dels periodistes més importants del règim franquista, Manuel Aznar el qual, havia d’ésser nomenat pel govern espanyol director del diari La Vanguardia Española, de Barcelona, en cessar en aquest càrreg Luis de Galinsoga:

(Crónica de Manuel Aznar, enviado especial de la Agencia Efe en Francia.)

Bajos Pirineos, 28 de junio de 1940. (Crónica del enviado especial de la Agencia Efe en Francia.)

Cuando se dice que una determinada idea o sistema político han muerto, se quiere decir que han quedado abolidos para mucho tiempo.

Yo no sé si la famosa teoría de las nacionalidades resucitará dentro de cien años. Lo que afirmo, sin ningún temor a eqivocarme, es que, a consecuencia de la victoria alemana, ha dejado de existir, en calidad de doctrina decisiva en el equilibrio europeo. La cosa es por demás natural. Mientras Europa ha sido regida por el inmenso hecho político del Imperio británico, era necesario que el Continente viviera un régimen de potencias débiles o debilitadas, salvo la aparente fuerza imperial de Francia, que ha sido espada de Inglaterra, como en los tiempos de Napoleón fueron espadas británicas la corte de Viena y el Trono de San Petersburgo. Pero esta realidad digan lo que digan los profetas ha terminado. Dentro de muy poco tiempo, el mundo se encontrará con que del Imperio británico no quedan más que recuerdos, historias y unas consecuencias económicas incalculables.

La tierra firme de Europa ha ganado su independencia respecto a las islas situadas al otro lado del Canal de la Mancha. Si los ingleses no piden rápidamente la paz, la transmutación del orbe europeo se producirá en plazo de poquísimos meses, y entonces nacerá una vida imperial en las tierras de Europa, caracterizada por tres fuerzas de vitalidad irresistible:

una, el Imperio germánico, tremendo, casi cósmico en su brío y en su ímpetu; otra, el Imperio italiano, cuya misión parece ser aparte el engrandecimiento propio la de difundir por el Mundo las ideas políticas del tiempo actual; la tercera, el anhelo y el cumplimiento del Imperio español, encargado nuevamente, por los númenes providenciales de la Historia, de ofrecer a la humanidad civilizada un método de convivencia católica, o sea todo un sistema moral. ¿Cuál será la misión de Francia en tales tareas? De eso trataremos en otro artículo.

Las pequeñas nacionalidades no podrán subsistir sino cuando presenten títulos de noble antigüedad, de pasado político y de personalidad auténtica en la civilización del Planeta. Repase el lector un libro de historia de Europa, o un buen atlas, y comprenderá inmediatamente cuáles son las pequeñas nacionalidades que van a poder salvarse. Hoy, ni en la misma Francia, donde tantas simpatías han encontrado excelente acogida durante los últimos veinte años, se atreve nadie a hablar en serio de los checos, eslovenos, lituanos y demás minorías nacionales semejantes. Poco me falta para decir que tampoco se hacen augurios muy felices para otras minorías más importantes.

La paz que terminará esta guerra ha de nacer bajo signos absolutamente antiwilsonianos. Wilson nos trajo la preocupación de las pequeñas nacionalidades, y tanto envenenó esta doctrina las almas europeas, que en ella encontraron aliento y pujos hasta ciertos catalanes, ciertos vascos, no pocos alsacianos, estonianos, ucranianos y demás fauna separatista. (…)

Quien no comprenda la relación real entre los resultados de esta guerra y la abolición de la teoría conocida por el nombre de ‘autodeterminación’ de las pequeñas nacionalidades no habrá comprendido casi nada de de lo que está aconteciendo en Europa. (Solidaridad Nacional (Barcelona), 29 juny 1940, p. 1

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