La decisión del Banco Central Europeo (BCE) del pasado jueves ha decepcionado a todos aquellos que esperaban que su presidente, Mario Draghi, anunciara la compra de bonos de España e Italia. La jugada le ha salido mal a Draghi. Los alemanes le han recordado su misión: controlar la inflación. Y le han recordado también la máxima de Merkel: no hay ayuda sin control, que en la actual normativa de la eurozona significa que el país que quiera que las instituciones europeas le compren bonos ha de pedir un plan de rescate. Es evidente que el anuncio a bombo y platillo de Draghi de que iba a hacer todo lo necesario para salvar al euro lo realizó sin el plácet alemán y los mercados castigaron el bluf con una reacción muy negativa.
La situación está clara. Si España quiere que las instituciones europeas, incluido el BCE, compren deuda ha de pedirlo y firmar un memorando como han hecho anteriormente Grecia, Irlanda y Portugal. Por la experiencia de estos países, sabemos que se trata de una importante cesión de soberanía con efectos muy duros sobre el nivel de vida. También sabemos que ningún gobierno que ha pactado un rescate ha sobrevivido. Está además claro que un rescate puede ser un desastre, como en el caso de Grecia, pero también que, como demuestran los casos de Portugal e Irlanda, puede ir devolviendo paulatinamente y con grandes sacrificios la confianza en el país.
El señor Rajoy tiene todos los datos que necesita para tomar una decisión. Tomarla no es fácil porque nos jugamos el futuro del país y él, su futuro político. Pero es la hora de los grandes estadistas, del sacrificio político que, como en el caso de Churchill, sólo la historia puede reconocer. Creo que Rajoy y su gobierno no le deberían dar más vueltas y pedir un rescate sin demora. Y lo creo por tres razones que considero decisivas.
En primer lugar, es evidente que las medidas tomadas no han sido suficientes para recuperar la confianza de los mercados. Los políticos y técnicos de los organismos internacionales no paran de alabar ?los esfuerzos de España?, pero aquí la palabra que cuenta es la de los mercados. Estos han empujado el coste de la deuda española a niveles insostenibles y, después de lo ocurrido el jueves, no cabe esperar un cambio de tendencia. Los mercados ya trabajan con la hipótesis de que España necesita un rescate y lo están demostrando sacando masivamente el dinero del país y descapitalizándolo a un ritmo preocupante. Sin una ayuda decisiva de la eurozona, que sólo llegará a través de un rescate, es muy caro y a la larga inútil ignorar el veredicto de los mercados.
En segundo lugar, se está demostrando que España carece de madurez política para gestionar la salida de la crisis. El gobierno cuenta cada día con menos apoyos. El líder de la oposición y los líderes sindicales viajan al exterior para hacer campaña contra el gobierno, un hecho lamentable que no se produjo ni en el caso griego. La cooperación entre el gobierno y las autonomías se resquebraja. Visto desde fuera, y también desde dentro, esta falta de colaboración de las fuerzas políticas aparece como un fenómeno incomprensible y como una decepcionante prueba de la inmadurez política del país ante un reto de la envergadura del que tenemos.
En tercer lugar, España ha entrado en una fase de depresión económica tan grave que es muy difícil superarla sin ayuda económica y técnica del exterior. La economía está en una fuerte recesión, el paro alcanza niveles tercermundistas y las arcas públicas están vacías. No es la primera vez que el país atraviesa una situación complicada. Fueron difíciles los tiempos que precedieron al Plan de Estabilización de 1959, lo fue la transición y más tarde la entrada en la Europa integrada. La experiencia de estos y otros casos demuestra que siempre que, salvando las reticencias, nos hemos abierto a la ayuda y al consejo de nuestros socios, hemos salido ganando.
El rescate no es agradable, pero sabemos sobradamente que la realidad acaba imponiéndose. La confianza hacia el país y dentro de él deben recuperarse urgentemente. Las dudas y vacilaciones pueden sólo ir minando la moral de la sociedad e ir aumentando el coste de la factura final. Lo han expresado claramente: les queremos ayudar; tomen ustedes la iniciativa.
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Amb rescat o sense no se’n sortiran i estan condemnats a patir i tornar al que han estat sempre: un país endarrerit, demagògic, autoritari i amb aires de grandesa
Anem-nos-en i ja s’ho faran.
Al Sr. Rajoy i als seus, solament els interessa assegurar-se el rol preeminent que ocupen, que han ocupat i que pensen ocupar els propers 500 anys al preu que sigui. A tal fi abans de permetre un relaxament econòmic a Europa, i a les economies occidentals inclosos els USA i la seva campanya electoral, i un desmuntatge de l’Espanya del decorat democràtic per l’alçament d’una Espanya de l’embut tradicional, han de desmuntar totes les forces socials contràries, siguin les nacionals oprimides, després de la aniquilació catalana es centraran en el País Basc, les pretesament obreristes – i dic pretesament perquè de fet d’obrers en queden pocs -, els grups més liberals, l’ensenyança per a tothom que genera competències indesitjables, els mitjans periodístics que no dominen, etc.
El Sr. Muns parla i propugna com economista i per tant indirectament es postula per la nova etapa estabilitzadora que ha de dirigir una pretesa teconocràcia neutre i apolítica. Ha de fer veure que el que jo he apuntat però que ho sap el més obtús dels ciutadans, no existeix perquè sinó no obtindrà el plàcet espanyol – és a dir el del grup de Rajoy- per assolir el paper tecnocràtic que es preveu que la intervenció europea comporti.
El Sr. Muns sembla que faci un escrit en favor del país quan el fa a favor seu.
En definitiva un article lamentable del Sr. Muns que incomprensiblement ha engatusat al Sr. Renyer.