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Generación CF
Acaba de aparecer el número 1000 de la revista “Cavall Fort”, unos pocos años después de celebrarse su cuarenta aniversario. “Cavall Fort”, revista quincenal creada en 1961 para jóvenes a partir de los nueve años, fue dirigida durante las primeras décadas por Albert Jané, al que sucedió Mercè Canela. Canela ha debido afrontar el difícil reto de mantener viva y despierta en la era de internet y la nintendo una propuesta de entretenimiento juvenil basada en la lectura y en unos valores humanos que parecen en permanente regresión. Soy del parecer que lo consigue, y ello a pesar de la dificultad añadida de mantener el trato con sus lectores por suscripción, lo que puede fidelizar a su público pero dificulta su renovación, imprescindible puesto que lo define un segmento de edad.
No sé si es exagerado afirmar que hay una generación de “Cavall Fort”, una generación que se forjó con las primeras aventuras de “Quina trepa!”, de los Castors, de Jep i Fidel, de tantos personajes creados por Joaquim Carbó, de tantos cómics traducidos al catalán, mientras sonaban canciones del Grup de Folk y aparecían los primeros libros de “Els grumets de la Galera”, libros que funcionaron como nexo de unión con los que, un poco más jóvenes, empezamos leyendo “El Infantil” y aprendiendo “La història de Catalunya en cançons”, de la mano de Jaume Picas, Antoni Ros Marbà y Guillermina Mota. No sé si es exagerado afirmar que existe esta generación de “Cavall Fort”, pero debo aceptar que yo me reconozco en ella.
Y al reconocerlo no intento proclamar un retazo de anécdota personal, sino algo que tal vez va más allá, hasta devenir categoría. Tengo la impresión que “Cavall Fort” ha cumplido, para muchos de los nacidos durante la dictadura franquista, el rol vertebrador en lo personal y en lo colectivo que antes tuvo, ahora hace ya un siglo, la revista “En Patufet”. Con la democracia otros han desempeñado tal rol, y entre todos es obvio que destaca el Club Súper 3, con una capacidad de impacto simplemente incomparable. Cada revista, cada plataforma, tiene su contexto, su público, su momento. Pero lo que me llama la atención, más allá de la posible tentación nostálgica, es la impaciencia con la que, todavía hoy, esperan en casa los chicos la llegada cada dos semanas del nuevo número de la revista. Aun más, el fulgor en los ojos cuando descubren, y sucede indefectiblemente, los volúmenes donde reposan encuadernados los ejemplares de dos y tres décadas atrás, que releen con avidez, con la misma avidez que pusimos nosotros, que puse yo, al descubrirlos.
“Cavall Fort” no es para los nuevos jóvenes, sin duda, lo mismo que supuso para nosotros (y veo en la titularidad de la revista, los “Secretariats catequístics de Girona, Vic i Solsona” según consta en el membrete, una muestra de esa diferencia que es ya una reliquia). Raro fenómeno el de los años de formación y la imprevista persistencia de sus instrumentos. Instrumentos que hablan del hecho diferencial de nuestra sociedad, un hecho diferencial que nos ha hecho como somos y que, por ahora, permanece. Instrumentos que se formaron en tiempos inclementes de censuras eclesiásticas y políticas, y que a veces han logrado perdurar, aunque con nuevas dificultades. “Cavall Fort” no es el único. Vean si no la suerte, qué sé yo, de aquel Grup de Folk que ha resurgido contra pronóstico vaticinando, y no es broma, que “Els temps encara estan canviant”. Pero eso ya debería ser materia de otro artículo.
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