14 de juny de 2006
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LIBIDO SCIENDI (VII)

CERCANT LA SIGNIFICANÇA ORIGINÀRIA

Jo sóc un home que posa tenacitat i ferro espiritual en la tasca d’aconseguir ser un home sense intimitat. Jo sóc un home sense intimitat. Això significa: si hagués d’escriure un llibre, que fos la descripció i l’expressió de l’ésser humà instal·lat en mi, el títol possiblement seria: ‘La Casa en obres‘. Sempre seguit, tot jo estic habitat per picapedrers, arquitectes, mestres d’aixa, guixaires, electricistes, mestres de ribera existenciaris, que em construeixen; just ells, la multitud, saben de quantes plantes constarà la Casa… Jo em deixo fer. Deixo que em facin. M’alegra veure i sentir que m’edifiquen. De mi, tot sovint, en diuen que sóc un home de molta voluntat… És així. En mi hi ha la voluntat de tots els qui em basteixen. Deixar-se construir; vet aquí el què és la transcendència: el traspàs, intercanvi, de materials humans, entre els individus personals.

Blai Bonet

Escolt.

Escolt els arbres –lledoners, ailants, alzines, pins, ametllers, cedres, acàcies, garrofers…– bategar.

Escolt la respiració dels rostolls tan ataronjats, tan secs.

Escolt els horitzons de Son Asgard.

Escolt la llunyania gastada d’Aràlia, l’erm fèrtil.

El sentit em fuig.

La presència, llunyana i segura, de Venetia a la casa de la cala dels Lliris m’estimula una cosa de no dir.

Repetesc paraules estimades.

Faig passar les frases pel meu cos, accion una maquinària complexa d’alens i aturs d’aire, modulacions i timbres, i faig sonar el verb perquè digui alguna cosa portadora de sentit.

És un paper?

Un argument?

Un decorat?

Res pus?

Excav per posar a la llum del dia i de les estacions, les arqueologies de la nostra unió, Aràlia, i veig com apareixen les tesel·les d’un mosaic que només dibuixa l’espera: la potència del desig (?).

He fabricat esperes? Només esperes?

Deix perdre els sons just formulats. En el full, en l’aire, entre les clarors transparents i càlides del parc.

Em pas temps mirant els nenúfars: tres blancs, un de vermell, i dos de lilosos.

No bastesc cap metàfora de color i llunyania.

Un lliçó llarga i fructífera: clausurar els sentits.

Et veia passar, Aràlia, amb la túnica safrà pel caminal dels baladres, cap al turó de les Cal·ligrafies. No sabria ningú la via i el mitjà millor que aquesta senzillesa de teu caminar, cap al turó, entre els baladres, dins la túnica safrà, voleiant, amb l’ombra fermada a les teves passes, produïa.

Fus en negre, com els deserts de tinta xina (ai!).

Despertar.

Les dunes d’arena plenes de lliris florits, perfumadíssims, i una munió d’escarabats negres atacant la teva pell, Venetia, escatada de sal de cocó i de ferides tendres.

Els rosers al parc, les oliveres als marges dels puigs, els xipresos al capcurucull dels pensaments i el bosc d’eucaliptus solitari.

Un eixam de discurs estrangers em surten per la boca dels budells.

La urgència dels mots m’aborrona…


  1. No vaig tornar a veure Venetia.
    Preguntava per ella quan ens trobàvem amb Belette, normalment en unes circumstàncies que no feien les xerrades gaire còmodes: convits, visites… Patrice i Mlle Vieux li controlaven massa les hores i quan tenia estones lliures feia de model a Charles. També a Belette la vaig veure poc, a Nova York.

    El darrer matí que vam anar a passejar per Central Park Belette em va confessar que tenia la sensació que coneixia Venetia de temps immemorials. Li vaig dir que compartia el mateix sentiment, i que encara més, és com si durant molts de mil.lennis hagués estat esperant aquest reencontre. Recordo que Belette va dir, molt encertada: "molts de mil.lenis esperant, i quan passa, et quedes sols amb la sensació. Qui pot confirmar res?".

    Vam allargar la conversa per correu electrònic, l’única manera per trobar-nos sense interferències. En un correu Belette em va escriure: "crec que estic enamorada de Venetia".

  2. La llegada a Palma de Mallorca da paso a una semana de reencuentros y poesía que acaba con la salida de la isla.

    Entre dos mundos

    Jueves, 1 de junio

    Un desastre muy hermoso

    Toni Picornell -un poeta mallorquín con pinta de galán de los ochenta- me va a buscar al aeropuerto de Palma y me lleva a Búger donde comeremos. Habla en todas las lenguas, ha traducido mis poemas al catalán y como sabe que he vivido en Roma me va explicando en italiano, muy inteligentemente, las obviedades que se le cuentan a un recién llegado a Mallorca. Yo le digo, tropezando en todas las sílabas, que prefiero que me hable en catalán o en castellano: me mira a los ojos un momento, mientras conduce, y me pregunta, en catalán, por la fortuna del asturiano. Es la única lengua ibérica -sin contar el vasco- que no habla y le gustaría aprenderla. «Se parece al castellano y al portugués», le digo en castellano, y Toni, como un saltimbanqui de la palabra se pone a hablar en portugués. Lo habla muy bien y yo me siento cómodo, como en casa, en esta lengua: le comento que viví en Mallorca unos meses y que conozco la isla. «Pois o senhor já conhece o desastre que temos cá, ¿não é?», me dice.
    Un desastre muy hermoso, por cierto. Vamos a Búger, el pueblo que vuela enfrente de Campanet, muy cerca de Inca. La autopista va entre lomas cubiertas de olivos milenarios. Sus raíces palpitantes, decía Buffalino de los de Sicilia, horadan la tierra buscando la entraña encendida de la diosa. Lampedusa, por el contrario, observa en uno de sus cuentos que los troncos con nudos de los olivos siempre están ante el mismo dilema: o caerse a tierra o echarse a volar.
    Al apearme en el coche en Búger me encuentro, risueños, a Kirmen Uribe y a Jordi Llavina. Hablamos de todo apresuradamente, nos ponemos al día frente a la iglesia del pueblo. Quince minutos después parece que llevamos allí toda la vida.

    Viernes, 2 de junio

    La fuente de las palabras

    En los jardines del Palau de la Misericordia -un edificio que se parece al del Hotel Reconquista, que en otro tiempo fue como el de Uvieo un hospicio- han reunido a los niños de no sé cuántas escuelas en una jornada dedicada a la poesía. Hablan en catalán y en castellano, saltando de una a otra lengua con total facilidad. Hoy su tarea es entrevistar a los poetas que han venido al Congreso Internacional de la Poesía de la Mediterránea y nos situamos entre los árboles para que nos hagan, reporteros por un día, sus preguntas. «¿Podría decirme una palabra poética?», me pregunta una niña rubia acompañada de un niño tímido y muy moreno. Tienen nueve años. La niña es búlgara y el chaval argelino: les pregunto que cuánto tiempo hace que viven en Mallorca y los dos me dicen que siempre han vivido en la isla, que son mallorquines, y que ‘los países de sus padres’ los conocen por las vacaciones. «¿Podría decirme una palabra poética?», repiten. «Todas las palabras son igualmente poéticas, todas», les digo. La Luna, por ejemplo, es muy hermosa: puede aparecer en el poema; pero la Luna también es un satélite de la Tierra y puede aparecer en otro contexto, en una lección de astronomía. Todas las palabras son necesarias precisamente porque todas pueden ser poéticas y no serlo». Rabia Jelti, una poetisa de Nedroma (Argel), está a mi lado. La entrevistan otros dos niños y también le preguntan cuál es su palabra favorita para poner en un poema. En un castellano muy forzado contesta que ‘fuente’; y se explica: «Las fuentes en el desierto, si las escuchas bien, murmuran todas las palabras».

    Sábado, 3 de junio

    Sin decir palabra

    A pesar del recital de anoche -hemos leído nuestros poemas, en todas las lenguas, hasta la una de la mañana- nos levantamos muy temprano y nos vamos a Formentor, una península agreste y casi virgen al norte de la isla donde Costa i Llovera escribió su famoso ‘Pi de Formentor’. No me extraña, viendo este paisaje, la inspiración horaciana del poeta que devolvió, a su tierra, las luces contradictorias de Roma. Biel Mesquida, en la casa natal de Llovera, lee bajo el sol unos poemas. Mi corazón también ama un árbol, más viejo que el olivo, más poderoso que el roble, más verde que el naranjo: es cierto que sus ramas verdean en una eterna primavera, es verdad que permanece firme agarrándose como puede a la seca tierra para no ser abatido. Un árbol de luz y de sombras allá en una colina distante, donde nunca hemos estado, y que se ve desde las ventanas de la casa donde nacimos.
    El hotel Formentor -el que Jaime Gil de Biedma recuerda en su poema ‘Conversaciones poéticas’, aquel de 1969 en el que «se respiraba un aire de general jubilación» y en el que Carlos Barral se lanzó al mar para besar a la estatua- es espléndido. Algo decadente, muy del gusto de los treinta, es un lugar perfecto donde perderse unos días. Camino con Joseph Lluís Aguiló junto al mar: acaba de publicar ‘Monstres’, un libro de poemas que recibió el año pasado el Premio Joan Alcover y este el de la Crítica. Me lo ofrece firmado y abro, al azar, por una de sus páginas: leo, demorándome en las sílabas catalanas, el poema ‘El golem’, levemente borgeano. Tras explicar la fábula -un rabino crea un hombre de barro al que confiere alma a través de la palabra ‘emeth’- Aguiló concluye: «Hay historias que no valen / ni siquiera el papel que las conserva / ni la negra tinta que las describe». No es este el caso, dice, e imagina un niño judío, en el campo de concentración de Dachau, que «sueña un gigante de arcilla / que destruye las alambradas del perímetro, / rompe las barreras, amansa los perros, / mata lentamente a todos los carceleros / en silencio, sin decir palabra».

    Domingo, 4 de junio

    Un anillo entre las manos

    Jeroni Salom y Joana Artigues, con sus hijos, pasan por mi hotel a buscarme. Me voy a las cinco y aún tenemos tiempo para ponernos al día. La verdadera amistad es aquella que nunca se interrumpe por mucho que la vida interponga distancias a veces difíciles de salvar. Se interesan por el congreso. Jeroni, que lo ha leído todo, me pregunta por Kirmen Uribe. Ha comprado su último libro de poemas, ‘Mientras tanto dame la mano’, y le gustaría saber mi opinión. Son poemas vertebrados sobre una idea, sobre una anécdota, y eso los hace memorables. Ayer mismo, Kirmen me estuvo hablando de su novela en marcha, ‘Dos amigos’, y de su temor -¿quién no lo tiene?- al fracaso. Se ha creado alrededor de él, en Euskadi, una notable expectación, expectación que le molesta. «¿Por qué no le dejarán a uno hacer tranquilamente sus cosas? ¿Por qué esperan que lo que escribamos cambie, aunque tan sólo sea unas horas, la vida de los lectores?». Las historias de Kirmen tienen encanto, una facultad que no se puede impostar, y las cuenta sorprendido, como devolviendo un favor.
    Al despedirnos, Jeroni me regala ‘A educaçao do estoico’, un libro del Barón de Teive, el más oscuro y menos conocido de los heterónimos de Fernando Pessoa. Es extraño: entré en la isla hablando en portugués y me voy leyendo estos retruécanos del atormentado de la Rúa dos Douradoures. La vida como un círculo: un anillo que significa todas las cosas y que apretamos entre las manos confiados en que algo nuevo está a punto de renacer.

    Xuan Bello

  3. L’ amo, heu guanyat el Grand National de les Lletres!!!!!!!!!!!!!!!!

    Totes les bèsties van desfetes.

    Sou un poltre imbatible, col.locat i guanyador a tots els derbis.

  4. A mi també em va agradar molt el llibre. Espero que aquest premi el descobreixi a altres lectors!.
    Enhorabona. Els premis són per honorar però també per fer la vida més fàcil als cradors!.

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