Por José Mª Gago González (historiador)
Si los editores jugaron un papel destacado en la difusión cultural de los años sesenta, setenta y ochenta en las Islas, como en general lo hicieron en toda España, a través de unos libros escritos en catalán, unos catálogos diversos y novedosos que recogían las inquietudes literarias isleñas y enlazaban esos mismos repertorios con las tendencias culturales y literarias europeas de la segunda mitad del siglo XX, potenciando lengua, cultura e identidad nacional, que chocaba frontalmente con las ideas del régimen franquista. Los libreros no les fueron a la zaga de la mencionada difusión y recuperación cultural, a través de esos centros de sociabilidad que son las librerías. Librerías que no solo eran despachos de libros, antes al contrario, pues en general se trata de espacios de lectura, controversia y relación. Unas librerías que frecuentemente respondían, sobre todo en los setenta y ochenta, a nuevas formas de entender la relación del lector con el libro, más abierta, más dinámica, e incluso más democrática. En esas mismas librerías que podían ser centros de conspiración, salas de arte, lugares para presentar libros o espacios de conciertos; eran en las que se realizaban tertulias literarias o políticas y se vendían “bajo cuerda” libros prohibidos.
Esos emblemáticos lugares, más amplios unos o más modestos otros, todos ellos tenían como objetivo, gracias a las iniciativas de sus dueños, encargados o directores literarios, vender y difundir esos objetos prodigiosos, que no solo son entes materiales, sino instrumentos para el espíritu y la mente, incluso a veces armas políticas, y como consecuencia de ello no pocas veces censurados, requisados o en el peor de los casos quemados: los libros, que eran frecuentemente objetos de deseo, sano o insano, en el segundo caso llevaba a pérdidas cuantiosas, y en casos extremos a la quiebra de las librerías. Robos perpetrados por quienes enarbolando los argumentos de… precio excesivo, acceso libre a la cultura o medio de subsistencia practicaban la cleptomanía de forma más o menos impune.
Libreros que tenían procedencias personales e intelectuales muy diversas y trayectorias dispares, más exitosas unas o más frustrantes otras, unas largas y otras coyunturales, unas más políticas y otras más profesionales, pero todas sin excepción mientras duraron, de verdadero amor a los libros y lo que estos significaban, en una España que empezaba a cambiar, en lo social y en lo político, y que ellos a través de su actividad, no pocas veces arriesgada, contribuyeron y no poco a esos cambios para bien; aunque en un primer momento el acceso al libro estuviera limitado a unos pocos intelectuales, pero sobre todo en los setenta se amplió a una población más extensa y ávida de conocer, comprender y transformar una formación social histórica, que no satisfacía a casi nadie, como era la España del tardofranquismo.
En las librerías comenzaron a instalarse espacios para el libro en lengua propia, pero sobre todo libros, en todo el espacio de la librería, en catalán, euskera o gallego, unas lenguas ya normalizadas a las que los nuevos y más extensos lectores pudieran acceder con cierta naturalidad.
Libros, puestos al alcance de los clientes por los “nuevos” libreros, de todas las disciplinas, escritos ya en lengua vernácula, unos que hablaban de la propia identidad nacional o cultural, otros eran simplemente traducciones de otras lenguas y otras realidades, para satisfacer la nueva demanda de lectores, que adquirían esto libros sin abandonar enteramente los escritos en otras lenguas, aunque denotando ya un cambio de tendencia en relación a la lengua escrita y a las temáticas buscadas.
Desde principio de los años setenta Logos, propiedad de Domingo Perelló, jugó un papel destacado en la difusión cultural palmesana. La librería Logos estuvo situada en el pasaje del Maestro Antoni Torrandel, en una de las zonas céntricas de Palma, inicialmente en un primer piso, lo que imposibilitaba una gran cantidad de clientes, y durante algunos años esta circunstancia hizo “sufrir” sobremanera a Perrelló, pero una vez que se desplaza a la planta baja, el éxito es considerable, pues el acceso al público se hace mucho más fluido. Domingo Perelló era un hombre comprometido políticamente, organizador de tertulias, presentaciones y cenáculos políticos; pero a diferencia de otros libreros, tenía visión comercial, y gran parte de la rentabilidad de la librería la consiguió mediante la venta de libros de texto a colegios e institutos, dicha actividad sirvió durante mucho tiempo para enjugar algunas pérdidas por la adquisición de material menos rentable. Podría decirse que era un hombre que sabía llevar el negocio de la librería: “Logos recibía “toneladas” de libros de Inglaterra y Alemania, de gramáticas alemanas e inglesas, que distribuía a miles en los colegios. Y esto compensaba los libros de novedad, o los libros “revolucionarios”, o los libros en catalán. Los compensaba con una venta masiva de libros de texto que era la columna vertebral de Logos. Lo demás ayudaba, pero el negocio hubiera ido débil sin esto”[1].
Además de la actividad relacionada con la venta de libros otro de los roles de la librería era de servir de espacio de sociabilidad en estrecha unión con el antifranquismo en la Isla. Lugar de reunión de escritores, políticos, profesionales liberales a lo largo de los años setenta y ochenta del pasado siglo. Refiriéndose a ella en la doble condición de librero de la propia librería Logos y de lector Miquel López Crespí señalaba “Logos fue uno de los lugares que condicionaron nuestra existencia de una manera más positiva”[2].
Una librería en la que se podían encontrar los libros marxistas y anarquistas, que hasta hacía poco estaban vetados a las editoriales españolas; y que en Logos, o mejor dicho en el coche del librero aparcado a pocos metros de la tienda, se podían encontrar, si conocías al dueño del establecimiento o a alguno de sus empleados. En Logos se podían localizar libros de Marx, Engels, Mao, Lenin, Trotski, Gramsci o Marta Harnecker; ubicados en las editoriales de “combate” como Ruedo Ibérico, Ebro, Ayuso, Ciencia Nueva o Fundamentos; era importante burlar a la Social, y que mejor que situar la “mercancía” en el mítico Ranault Gordini del dueño del establecimiento. Domingo Perelló, el propietario de Logos era un librero de una personalidad y una categoría profesional digna de admirar y poco usual en la ciudad de Palma de los años setenta. “Domingo estaba muy especializado en traer desde el extranjero, sobre todo metidos entre los libros de texto, en las sacas de libros de textos, material de editoriales sudamericanas…”[3].
No solo se podían encontrar libros “subversivos” de tipo político, Domingo Perelló disponía, en su librería, de libros eróticos de calidad y de la no menos rebelde novela americana. En definitiva Logos cubría múltiples funciones en la sociedad palmesana, despacho de libros, lugar de reunión y de presentaciones, acceso a libros de muy difícil localización en tiempo record, distribuidor editorial, facilitador de novedades en catalán…, no era ni tan grande ni tan lujosa o tan bien situada como la Tous, pero sin dudad tuvo una enorme importancia: “Allí se combinaba el libro político, con la novela americana y libros eróticos de calidad. Había colecciones iberoamericanas de literatura erótica. Se vendió mucho a Sade, que entonces estaba prohibido… casi toda la obra de Sade. Y combinábamos todo esto, y era un negocio que iba muy bien por todos los campos que abarcaba, y además si tu pedías un libro por extraño que fuera, en aquel tiempo sin ordenadores, te lo encontraba y a la semana o quince días ya lo tenías. Así que combinaba libros de texto, libros prohibidos, lietaratura erótica…, y era distribuidor oficial de Alianza Editorial”[4].
Miquel López Crespí era un militante comunista de tendència trotskista comprometido con la cultura y con la sociedad, pero discreto, mucha gente sabía su condición militante, pero no alardeaba de ello en público; en una ciudad que empezaba a despertar del extenso letargo y acoso a que no solo la capital o la isla de Mallorca sino todas las Baleares habían estado sometidas. Por eso fue tan importante la librería Logos; nadie que demandara libros interesantes, rupturistas, identitarios o simplemente prohibidos podía ignorar Logos, a donde habían llegado, en los años setenta, algunos libros tras sortear los controles policiales en la frontera franco-española.
Otra de las librerías emblemáticas en la ciudad de Palma, en los años setenta, fue L’Ull de Vidre que reunió a tres personas comprometidas con la cultura, como fueron Miquel López Crespí, Adela Casellas y Frederic Suau; tres jóvenes con mucho entusiasmo, poco dinero y menos dotes comerciales, aunque ciertamente este extremo no era el objetivo fundamental de la librería ni mucho menos, pero si el que explica su breve duración. El conocimiento entre ellos venía de unos años antes de la creación de la librería, concretamente de 1966-68, años de influencia del mayo del 68 y de largas y constructivas discusiones sobre marxismo, nacionalismo e influencia cultural. Ciertamente fue una aventura cultural, que tenía, en palabras del propio López Crespí: “la utópica intención de ayudar a cambiar el mundo mediante la cultura. Haciendo todo tipo de presentaciones, conferencias, exposiciones de pintura, incluso íbamos vendiendo libros catalanes por los pueblos de Mallorca”[5]. En particular el Día del Libro, Miquel y sus compañeros recorrían los pueblos de la Isla en el Simca 1000 de López Crespí, un vehículo repleto de libros para la venta, y de grandes ilusiones para la transformación cultural de las Islas.
López Crespí, uno de los responsables del “experimento”, que a su condición de novelista, dramaturgo, poeta, colaborador periodístico, ensayista e historiador, unió durante unos cuantos años la de librero, aunque eso fue antes de dedicarse básicamente a escribir. Nos ha contado en una entrevista sus experiencias con los libros y las librerías: “Pero yo antes (de Logos) ya había hecho el experimento de L’Ull de Vidre, esto fue después de venir del Servicio Militar, que fue en el año setenta. Que es cuando se monta L’Ull de Vidre, con Frederic Suau y su mujer Adela Casellas, y empezamos en la librería”[6].
Y como en estas (las librerías) estaba el origen de toda su relación con el mundo del libro: “Y todo, en mi caso, empieza con las librerías. Es decir mi contacto con la Literatura y la profesionalización posterior, vienen a través de L’Ull de Vidre y de Logos”[7].
El objetivo no era ganar dinero con los libros, sino dinamizar la mortecina vida cultural de Palma, y durante los años que duró abierta la librería (1970-1971) eso se consiguió, aunque el proyecto cultural fuera tristemente efímero: El problema de L’Ull de Vidre fue que a pesar de que estaba patrocinada por una familia con dinero, un negocio necesita mente de negociante. Nosotros teníamos veintipocos años, teníamos mucha ilusión y poco espíritu de negociante. Pensámabos más en la librería como un espacio de dinamización cultural; teníamos en mente presentaciones de libros. Era la época de la Dictadura y teníamos libros de izquierdas, libros catalanes… mucho libros prohibidos. Allí hablabas… y allí también hicimos exposiciones de pintores jóvenes y rupturistas; pero eso no funcionaba así. Tienes que tener un contable que lleve números… gente eficiente; nosotros éramos eficientes en escribir, pero no en negocios, por lo tanto no funcionó”[8].
Si la falta de espíritu de negociante no fuera poco hándicap para la supervivencia de la librería otro factor y no menor venía a sumarse a los problemas de L’Ull de Vidre, lo robos, sustracciones de libros provenientes incluso de colegas, supuestamente progresistas, que se hacían gratuitamente, o al menos lo intentaban, con esos libros, mediante maniobras más o menos imaginativas, pero con resultados, para la librería realmente catastróficos: “En aquel tiempo teníamos un problema, que era la época en la que los que venían a la librería, incluso los amigos, y algunos nos robaban. No te puedes imaginar la violencia de decir a la gente conocida, mira yo sé como va esto, si tú lo quieres leer yo te lo dejo, pero no te lo lleves sin pagar. Salían muchos libros así, no había los controles de ahora. Encontrabas casos “alucinantes” de los sitemas de camuflaje, pero yo ya me había especializado en verlos…”[9].
La librería fue un centro frenético de actividades de todo tipo, siempre relacionadas con la cultura y la transformación social a la vez que de lucha contra el franquismo. Así conocemos que en 1971 Fernando Millán organizó para L’Ull de Vidre, una primera exposición de “Poesía experimental en España”, con la participación de poetas de varias generaciones, incluido Joan Brossa.
Ciertamente el local de L’Ull de Vidre estaba montado con un criterio realmente “moderno”. El arquitecto y decorador Aldo se había empleado a fondo para hacer de la librería un lugar agradable y rupturista. La decoración llamaba la atención y de hecho cuando el establecimiento cambia de actividad para dedicarse a galería de arte con la denominación de Els 4 Gats mantuvo intacta la decoración.
La organización de espacio de la librería se unía al planteamiento progresista del proyecto de L’Ull de Vidre; así nos la podemos imaginar con tres o cuatro mesas de libros, con sus taburetes, todo muy moderno. Fue la primera vez que en una librería había mesas para leer…, luego lo incorporarían otras librerías palmesanas. Todo esto resultaba gratificante para los responsables de la propia librería, pero por desgracia no resultó efectivo como negocio: “L’ Ull de Vidre fue un experimento fantasioso de cuatro jóvnenes con voluntad rupturista, pero nada más”[10].
Gracias al bagaje cultural y el excelente conocimiento de la realidad política y social de López Crespí sobre las Baleares hemos podido entender la realidad de las librerías palmesanas y el indiscutible papel de los libreros en el activismo político y cultural de resistencia al franquismo en la Palma en los años setenta; él desde L’Ull de Vidre, primero y desde Logos, después, en lo que se refiere a las librerías. Pero también como militante comunista y luchador antifranquista.
Por la librería, para comprar libros, hablar, debatir y por supuesto conspirar pasó buena parte de la intelectualidad mallorquina: escritores, políticos, artistas de todo tipo, profesionales liberales, profesores, periodistas y un largo etcétera de personas comprometidas con la cultura balear y la lengua catalana: “Fue el lugar de las primeras presentaciones combativas en Palma, de libros que estaban muy perseguidos. Luego los libros en catalán… y darle una proyección a las editoriales catalanas. Era cuando la Obra Cultural Balear estaba en auge con la cultura mallorquina; y para nosotros la defensa de los libros prohibidos por el franquismo, y la defensa de las editoriales marginadas era muy importante… erspecialmente las que publicaban en catalán”[11].
López Crespí, como he señalado ya, trabajaría posteriormente en la librería Logos (1972…) donde si podría desarrollar su faceta de librero, algo que no ocurrió con plenitud en L’Ull de Vidre, ya que apenas permaneció dedicado a dicha librería nueve meses. Junto a Domingo Perelló, dueño de Logos, organizó encuentros, fomentó tertulias y discusiones en torno a determinados autores y obras literarias. Logos fue una verdadera escuela de aprendizaje literario y cultural para Miquel López Crespí tanto desde el punto de vista de los libros, autores y obras, como de la lucha antifranquista política y sobre todo cultural balear.
De la comunión con los libros, el periodismo y la aportación de estos a la cultura antifranquista daba fe Frederic Suau, otro de los integrantes de la aventura librera de L’Ull de Vidre, que era poseedor de una de las mejores bibliotecas palmesanas en cuanto al marxismo se refiere. A este punto se refiere López Crespí cuando señala: “…era el hombre que tenía una de las bibliotecas particulares de marxismo mejor surtidas de la Ciudad. Mis primeras lecturas de Marx las había hecho en libros que él me había dejado, lo mismo podría decir de las obras de Lenin, Gramsci… editadas en la Editorial Progreso de Moscú y compradas de contrabando en Londres o París”[12].
Suau y sus compañeros de aventura tenían, a través de la librería, la pretensión de impulsar dos aspectos básicos de la Cultura para ellos en esos momentos: difundir los libros marxistas y, como no, potenciar lo más posible la cultura catalana, en el convencimiento y la estrategia de que la librería en realidad era nada más que una herramienta útil de lucha política y cultural contra el franquismo. L’Ull de Vidre, a diferencia de otras librerías, que tenían un fuerte componente comercial, debía de ser algo más que una librería, algo así como una célula de agitación social, que burlara a la policía política del Régimen, con la tapadera de una librería, y consiguiera agrupar a los más críticos y “leídos” con la utópica finalidad de construir un –en palabras del propio López Crespí- “moviment revolucionari mallorquí, marxista, evident, i amb forts components nacionalistes”[13].
Estos jóvenes revolucionarios conseguirían el apoyo y la solidaridad de algunos de los editores rupturistas del momento como Bartomeu Barceló, que aportaría, para nutrir las estanterías de la librería, buena parte del fondo editorial de Daedalus; con libros como Els mallorquins o L’Islam a les Balears, que sin duda servirían a la “causa”.
Suau y López Crespí contribuyeron al desarrollo cultural mallorquín también desde las páginas de Cultura del Diario Última Hora, dirigido entonces por “Pepín” Tous. Actividad periodística que por supuesto compatibilizaban con la actividad de la librería y lo que esta implicaba (presentaciones, exposiciones, charlas, venta de libros…); podemos suponer que esta enardecida actividad acabó por agotar a los protagonistas, que al poco tiempo deben abandonar la librería (primero López Crespí y luego Suau y Casellas) por falta de rentabilidad económica, aunque si fue eficaz desde el punto de vista ideológico y cultural. Reconociendo su contribución desde los libros a la recuperación democrática y el fomento de un pensamiento crítico básicamente antifascista y con un componente nacionalista. La revolución que pretendían desde la librería fracasaría pero sembraron un germen que serviría para espabilar a la mortecina intelectualidad mallorquina.
[1] Entrevista realizada a Miquel López Crespí, por el autor, en 2017, para el proyecto libreros y editores en el tardofranquismo y la transición.
[2] LOPEZ CRESPÍ, Miquel. http://www.nodo50.org/ixent/escriptor.htm.
[3] Entrevista realizada a Miquel López Crespí, por el autor, en 2017, para el proyecto libreros y editores en el tardofranquismo y la transición.
[4] Ídem.
[5] Els nostres: Aina Montaner. Publicado en la revista L’Estel (15-VIII-05). http://www.escriptors.com/autors/lopezcrepim/
[6] Entrevista realizada a Miquel López Crespí, por el autor, en 2017, para el proyecto libreros y editores en el tardofranquismo y la transición.
[7] Entrevista realizada a Miquel López Crespí, por el autor, en 2017, para el proyecto libreros y editores en el tardofranquismo y la transición.
[8] Ídem.
[9] Ídem.
[10] Entrevista realizada a Miquel López Crespí, por el autor, en 2017, para el proyecto Libreros y Editores en el tardofranquismo y la transición.
[11] Ídem.
[12] L’Ull de Vidre. Miquel López Crespí.
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