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El bloc personal de José Manuel Almerich

9 de juny de 2008
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ANIE

José Manuel Almerich

Anie es la montaña más alta de Navarra. Domina desde la misma frontera todo el Pirineo vasco-francés y es un excelente mirador sobre la cordillera más importante de la península ibérica en su trayectoria hacia el Cantábrico.

                No se dejó querer. A pesar de su seducción, de su elegante presencia, de su porte altivo y perfecta silueta,  Anie se mostró, una vez más, distante y esquiva, casi cruel, con los que la quieren y desean. Tomarla no es fácil aunque te invite y te provoque, y disfrutar de su compañía es casi imposible aunque sólo sea por unos minutos. Vestida de blanco, con broches de piedras preciosas y rodeada de esa aureola de misterio, Anie seguirá, desde su privilegiada situación, seduciendo a los viajeros que se atreven a acercarse a sus pies, a observarla desde lejos, o a acariciarla suavemente con los dedos de las manos sin dejar apenas marcas en su vestido hibernal, como si de una joven virgen se tratara.

 

                Anie es la montaña más alta de Navarra. Domina desde la misma frontera todo el pirineo vasco-francés y es un excelente mirador sobre la cordillera más importante de la Península Ibérica en su trayectoria hacia el Cantábrico. Partimos a principios de la primavera, lo más temprano que el tiempo nos permitió, hacia el collado de Saint Martín para intentar conquistarla. La casa rural de Isaba era una invitación a quedarse junto al fuego y a saborear un chocolate caliente con un buen libro entre las manos. Pero intentamos, a pesar del mal tiempo, cruzar el extraordinario paisaje de lapiaz que precede la aproximación al Anie. La nieve cubría las grietas en la roca, grandes lajas fracturadas que convierten este impresionante lugar en una trampa mortal. Bajo el manto blanco se esconden las simas más peligrosas, como la que está señalizada y vallada en el mismo collado como una de las más profundas de Europa.

 

                Siguiendo la huella de una cordada vasca pudimos llegar muy cerca de la cima, quizás a menos de una hora, pero la pala final vertiginosa y totalmente helada, no ofrecía pasos seguros. Cuando decidimos regresar porque la prudencia nos lo pidió a gritos, la niebla ya envolvía la cumbre y nos preocupaba la vuelta sobre un terreno complicado, cubierto por la nieve y sin apenas visibilidad. La lluvia, presente a ratos durante toda la mañana, complicaba aún más si cabe una travesía difícil en invierno pero sin dificultad en verano. Los vascos también decidieron volver. Fueron ellos los que nos advirtieron de la peligrosidad del ascenso en esas condiciones.

 

                Pero a pesar de todo valió la pena. Los oscuros bosques de hayas del valle del Roncal, la ascensión al Arlas, punto culminante de Iparralde que nos sirvió de consuelo a la vuelta y al que accedimos bajo una lluvia fría y persistente, la visión de los Arres, la inmensidad de un paisaje kárstico, petrificado, socavado de simas y grietas, y los cañones de la Alta Zuberoa tallados al pie de las más altas cumbres, conforman uno de los escenarios más fascinantes de los Pirineos, sobre todo a principios de noviembre, cuando estos parajes adquieren los mil matices de la lluvia otoñal. Y en otoño volveremos precisamente, a ver si Anie se deja querer. Mientras tanto se ha quedado allí, solitaria y vigilante, el Auñamendi de los vascos, la cumbre de Navarra, que como todas las cumbres del mundo, seguirá sin moverse, esperándonos, para que la conquistemos cuando llegue el momento, cuando los dioses lo quieran, y  el tiempo y nuestras fuerzas lo permitan.

 


Ver fotos de esta excursión

Casa Rural de Isaba

                                                 www.almerich.net    

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