Jaume Renyer

El proppassat 14 d’aqueix mateix mes d’agost Laurent Joffrin, director del diari francès d’esquerres Libération, hi publicava un article titulat originalment  “BDS, dessous d’un boycott”, (traduït al castellà i l’ha fet circular per la xarxa el meu amic Pedro Gómez-Valadés),  que il·lustra les veritables intencions del boicotejadors que van intentar espatllar la festa de Tel Aviv sur Seine a París o el festival Rototom a Benicàssim.

Dissortadament, és difícil trobar entre els referents intel·lectuals de l’esquerra catalana un escrit d’aqueixes característiques atès que hi predomina la ignorància volguda davant la judeofòbia o la complicitat expressa amb l’antisionisme.

“La moderación es a veces engañosa. En apariencia, el BDS (boicot, desinversión, sanciones), que combina, asociaciones propalestinas múltiples y ha estado a la vanguardia de la protesta en contra del evento “Tel Aviv sur Seine”, organizado por la Alcaldía de París, tiene un discurso razonable. El Estado de Israel, dicen sus organizadores, viola las resoluciones de la ONU, manteniendo la ocupación de los territorios palestinos y sigue jugando con un hecho consumado, estimulando el establecimiento de nuevos asentamientos en Cisjordania.

En consecuencia, en lugar de la acción violenta, BDS tiene como objetivo presionar al gobierno israelí mediante la creación de una campaña mundial para boicotear los productos israelíes. Todo esto parece ser una acción política y pacífica comparables a las campañas de las ONG. Es un hecho que el gobierno israelí está llevando a cabo una política de ocupación que no tiene ninguna base legal y que tiende a hacer que sea irreversible, lo que permite el establecimiento de nuevos asentamientos en territorio palestino.

 Estas nuevas colonias, totalmente ilegales, son  provocaciones contra los palestinos y el mundo árabe; alimentan el discurso más radical, deslegitiman a los palestinos partidarios de un compromiso y generan cada día nuevos enemigos  a Israel.

 Sin embargo, la acción de BDS plantea preguntas. El boicot indistinto de todos los productos israelíes tiene como  primer efecto  la colocación de todos los ciudadanos en la misma bolsa, sancionando de igual forma  a aquellos ciudadanos favorables a la paz. No se puede equiparar a Israel a una dictadura donde la opinión no importa. Cuando Omar Barghouti, líder y co-fundador de BDS, coloca a Israel al mismo nivel que el Sudán del general Bashir, islamista implacable, donde la guerra civil y la represión han causado alrededor de  dos millones de muertes, practica una amalgama inaceptable.

Es cierto que en algunos textos, el mismo Omar Barghouti también compara los israelíes con los nazis… Además, los activistas del boicot, que actúan, en principio, en nombre de valores universales – la autodeterminación y el derecho internacional – se cuidan de no denunciar las violaciones de estos principios cuando son cometidos por algunas fuerzas palestinas, como por ejemplo el Hamas que gobierna la Franja de Gaza, practicando una represión despiadada así como  usando él también  métodos crueles de lucha y violación de los convenios Internacionales.

Pero lo esencial no está allí. La carta de BDS, de hecho, no se contenta con  pedir el fin de los asentamientos o el fin de la ocupación israelí. También exige el retorno incondicional de los refugiados palestinos a su tierra de origen. De nuevo, bajo una apariencia lógica, esta reivindicación revela la verdadera naturaleza de los líderes de BDS, o al menos algunos de ellos. El regreso en cuestión, si se produjera un día, haría que los judíos de Israel fueran una minoría en el Estado que crearon y que la ONU le reconoce el derecho a la existencia.

Omar Barghouti no lo discute. Simplemente asegura que la situación de los judíos en el nuevo estado sería comparable a la de los judíos americanos o franceses, una minoría en su país, pero sin embargo protegida y con igualdad de derechos.

Aquí es donde estalla el artificio retórico. Cómo los judíos, que con frecuencia huyeron de los países musulmanes por temor a la discriminación, que cada día escuchan a los extremistas musulmanes clamar con maldiciones antisemitas, que observan el destino de las minorías no musulmanas en los países donde el Islam prevalece, ¿podrían aceptar esta perspectiva, mientras que el movimiento de los palestinos en Gaza, por ejemplo, incluye un potente componente islamista?

La Autoridad Palestina o la Liga Árabe reconocen implícitamente el apoyo a una solución de dos estados y proponen, no el retorno incondicional, pero “una solución justa” para los refugiados es una formulación muy distinta, que implica un compromiso con el Estado de Israel manteniendo su derecho a existir. Barghouti aboga por una solución de un solo Estado. Es cierto que los activistas  de BDS no están necesariamente en su misma línea y muchos tienen el único propósito de presionar a Israel para que cambie su política de asentamientos. Pero éstos deben considerar este hecho: ¿cuál es la fuerza palestina más activa que también exigen un solo estado? Hamas, que  prevee que este estado único será un Estado islámico y que en sus estatutos incluye los clichés antisemitas más trillados.

Su objetivo final es la transformación del Estado de Israel en otro estado en el que judíos serían una minoría – muchos lo ven como una desaparición pura y simple de dicho Estado – el fundador de BDS se unió bajo las trampas de la acción legal y pacífica, a los movimientos más extremistas.

De esta forma muchos activistas sinceros, que creen luchar por el derecho internacional, corren el riesgo de ser instrumentalizados en provecho de una empresa extremadamente dudosa.”

Post Scriptum, 11 de juny del 2017.

Avui, Le Monde Juif publica unes paraules del periodista francès Jean-Paul Ney adreçades als antisionistes recordant la coincidència de les sigles BDS amb la de secció de la policia nazi que requisava el patrimoni dels jueus als territoris ocupats.

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