28 de maig de 2009
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FONO I PARTAL ESCRIUEN PER A MI

No he fet cap article sobre el Barça tricampió perquè des que va guanyar no m’he aturat de fer feina i cap mitjà m’ha demanat la meva opinió.
Però he trobat dos articles de dos amics que signaria sense cap canvi, ni un fonema canviaria. Un és de Vicent Partal que forma un dels arcs de volta del Vilaweb d’avui i està dedicat al nostre amic savi, bell elegant i excel·lent entrenador, Pep Guardiola.
L’altre article és de Josep Maria Fonalleras, un altre amic que escriu per primera vegada dins les aigües procel·loses de l’emoció. Vet-lo ací:
ESCRIBIR LLORANDO
LAS LLAVES DEL PARAÍSO
LA CAMISETA DE LAIA

Creo que, en mi vida, nunca he escrito un artículo en estas circunstancias. A mi lado, mi hija pequeña, Laia, que acaba de estrenar una camiseta de las nuevas (justo este 27 inolvidable ha cumplido los 10), me abraza y sigue cantando el himno. Mi hijo, Joan, ha corrido como un poseso con el segundo de Messi.  Tengo dos hijas  más. Elisabet está en Roma y casi no puedo oirla por el griterío, y con Clara no he conseguido contactar: debe estar por Girona con sus amigos. En estos momentos, y sin exagerar, estoy llorando de alegría (auténticamente llorando) y, en un esfuerzo de padre exacerbado, acabo de lanzar un par de cohetes, con el peligro que supone lanzar cohetes en este estado lamentable. Uno, por el relámpago de Eto’o y otro por esa pirueta del argentino que parecía un bailarín ejecutando una endiablada pirueta, tan pequeño como es, tan pulga, después de haber firmado en la famosa servilleta de papel, hace ya un montón de años.
En una noche así, lloramos por todo lo que quedó atrás, por los amigos que ya no están, por nuestros padres y nuestras madres, por los que viven con nosotros y los que se fueron. Es una noche que podremos contar a quienes no la han vivieron. Una noche, un relato: arte. Diremos: yo estuve allí. En Roma o en casa, en un bar o en un polideportivo, ante la pantalla gigante o ante un modesto televisor. Todos hemos estado en Roma, y Roma ya quedará en nuestra memoria como la ciudad eterna de verdad, allí donde fuimos felices sin paliativos, con estos chicos y con su entrenador, al que debemos una cosa muy importante, quizás la más importante de nuestras vidas: habernos dado las llaves para entrar en el paraíso.
(…)

En mi vida he escrito así. Mi máxima es: nunca escribas con la
emoción a flor de piel. Deja que las cosas se asienten. Pero, ¿cómo
sustraerse a esta especie de prosa automática mientras Laia sigue
agarrada a su nueva camiseta; mientras Joan está arrodillado ante la
pared donde hemos proyectado, a lo grande, el partido; mientras Bet
está a punto de coger el barco con el trayecto más hermoso de su vida;
mientras Clara ya debe estar saltando envuelta en la bandera en la
plaza de Catalunya. ¿Cómo sustraerse a todo esto? Escribo pues, aun con
el temblor (soy de los que sufren) en las manos, con los abrazos de mis
amigos, con ese color sagrado de la amistad en la retina. Quizás no ha
sido el mejor partido de este año. Quizás no hemos jugado tanto como
sabemos. Pero ahora, además, sabemos ganar. Y de qué manera! Con su
nueva camiseta, Laia – quizás sin saberlo – anuncia un año, muchos
años, una època, de absoluto delirio.  Esto acaba de empezar, señoras y
señores. Bueno, les dejo. Y sigo llorando.   

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