Al principio fue el pánico. Así podríamos iniciar la crónica sobre la crisis. Cual aprendices de brujos, los dirigentes del tinglado financiero se dieron cuenta de que la habían liado parda, y trasmitieron su miedo irrefrenable a los dirigentes políticos, que también entraron en pánico, al grito de que éste no cundiera. Hay que salvar el sistema financiero, fue el eslogan de esta guerra. Y no se miró más (…)
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