Perquè el món fos millor, bastaria que cadascú es reformàs ell mateix, individualment. És una de tantes coses que Gandhi va deixar dites. Cal erradicar el masclisme, que no en quedi ni rastre. Això demana pa, ja no és possible esperar ni un minut més.
" Su cuarto era también lujoso, aunque no tanto como el de la abuela, y estaba atiborrado de las muñecas de trapo y los animales de cuerda de su infancia reciente. Vencida por los oficios bárbaros de la jornada, Eréndira no tuvo ánimos para desvestirse, sino que puso el candelabro en la mesa de noche y se tumbó en la cama. Poco después, el viento de su desgracia se metió en el dormitorio como una manada de perros y volcó el candelabro contra las cortinas.
Al amanecer, cuando por fin se acabó el viento, empezaron a caer unas gotas de lluvia gruesas y separadas que apagaron las últimas brasas y endurecieron las cenizas humeantes de la mansión. La gente del pueblo, indios en su mayoría, trataba de rescatar los restos del desastre: el cadáver carbonizado del avestruz, el bastidor del piano dorado, el torso de una estatua. La abuela contemplaba con un abatimiento impenetrable los residuos de su fortuna. Eréndira, sentada entre las dos tumbas de los Amadises, había terminado de llorar. Cuando la abuela se convenció de que quedaban muy pocas cosas intactas entre los escombros, miró a la nieta con una lástima sincera.
?Mi pobre niña ?suspiró?. No te alcanzará la vida para pagarme este percance.
Empezó a pagárselo ese mismo día, bajo el estruendo de la lluvia, cuando la llevó con el tendero del pueblo, un viudo escuálido y prematuro que era muy conocido en el desierto porque pagaba a buen precio la virginidad. Ante la expectativa impávida de la abuela el viudo examinó a Eréndira con una austeridad científica: consideró la fuerza de sus muslos, el tamaño de sus senos, el diámetro de sus caderas. No dijo una palabra mientras no tuvo un cálculo de su valor.
?Todavía está muy bache ?dijo entonces?, tiene teticas de perra.
Después la hizo subir en una balanza para probar con cifras su dictamen. Eréndira pesaba 42 kilos.
?No vale más de cien pesos ?dijo el viudo.
La abuela se escandalizó.
?¡Cien pesos por una criatura completamente nueva! ?casi gritó?. No, hombre, eso es mucho faltarle el respeto a la virtud.
?Hasta ciento cincuenta ?dijo el viudo.
?La niña me ha hecho un daño de más de un millón de pesos ?dijo la abuela?. A este paso le harán falta como doscientos años para pagarme.
?Por fortuna ?dijo el viudo? lo único bueno que tiene es la edad.
La tormenta amenazaba con desquiciar la casa, y había tantas goteras en el techo que casi llovía adentro como fuera. La abuela se sintió sola en un mundo de desastre.
?Suba siquiera hasta trescientos ?dijo. ?Doscientos cincuenta.
Al final se pusieron de acuerdo por doscientos veinte pesos en efectivo y algunas cosas de comer. La abuela le indicó entonces a Eréndira que se fuera con el viudo, y éste la condujo de la mano hacia la trastienda, como si la llevara para la escuela.
?Aquí te espero ?dijo la abuela.
?Sí, abuela ?dijo Eréndira.
La trastienda era una especie de cobertizo con cuatro pilares de ladrillos, un techo de palmas podridas, y una barda de adobe de un metro de altura por donde se metían en la casa los disturbios de la intemperie. Puestas en el borde de adobes había macetas de cactos y otras plantas de aridez. Colgada entre dos pilares, agitándose como la vela suelta de un balandro al garete, había una hamaca sin color. Por encima del silbido de la tormenta y los ramalazos del agua se oían gritos lejanos, aullidos de animales remotos, voces de naufragio.
Cuando Eréndira y el viudo entraron en el cobertizo tuvieron que sostenerse para que no los tumbara un golpe de lluvia que los dejó ensopados. Sus voces no se oían y sus movimientos se habían vuelto distintos por el fragor de la borrasca. A la primera tentativa del viudo Eréndira gritó algo inaudible y trató de escapar. El viudo le contestó sin voz, le torció el brazo por la muñeca y la arrastró hacia la hamaca. Ella le resistió con un arañazo en la cara y volvió a gritar en silencio, y él le respondió con una bofetada solemne que la levantó del suelo y la hizo flotar un instante en el aire con el largo cabello de medusa ondulando en el vacío, la abrazó por la cintura antes de que volviera a pisar la tierra, la derribó dentro de la hamaca con un golpe brutal, y la inmovilizó con las rodillas. Eréndira sucumbió entonces al terror, perdió el sentido, y se quedó como fascinada con las franjas de luna de un pescado que pasó navegando en el aire de la tormenta, mientras el viudo la desnudaba desgarrándole la ropa con zarpazos espaciados, como arrancando hierba, desbaratándosela en largas tiras de colores que ondulaban como serpentinas y se iban con el viento.
Cuando no hubo en el pueblo ningún otro hombre que pudiera pagar algo por el amor de Eréndira, la abuela se la llevó en un camión de carga hacia los rumbos del contrabando. Hicieron el viaje en la plataforma descubierta, entre bultos de arroz y latas de manteca, y los saldos del incendio: la cabecera de la cama virreinal, un ángel de guerra, el trono chamuscado, y otros chécheres inservibles. En un baúl con dos cruces pintadas a brocha gorda se llevaron los huesos de los Amadises." Gabriel García Márquez, de La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada.
Bastaria vèncer les pròpies addiccions, les pròpies tares. Ara mateix abans de més remor bastaria erradicar el masclisme perquè el món fos instantàniament i automàtica no tan irrespirable. A l?Índia l?infanticidi femení hi regnava (hi regna?) amb la desimbolta naturalitat amb què hom fa allò que sempre ha vist fer o s?ha fet des de sempre al teu país. Quantes padrines de l?Índia devien haver escanyat les seves pròpies nétes amb les seves mans engalavernades! Quantes padrines com la de la Cándida no hi deu haver per sud-Amèrica i per aquí i pertot ja, impunes a Sudan, a tota l?Àfrica negra, als llocs on hi ha guerra (Ellen diu que si les dones governassin no hi hauria mai guerres, i que va ser la guerra que la féu feminista, a ella). El silenci de n?Ellen ha durat 62 anys, això ho diu tot. Té 84 anys. En tenia 17 i es trobava a Indonèsia quan les forces d?ocupació japoneses varen matar el seu pare i la varen convertir en una de les 200.000 dones que l?exèrcit japonès va esclavitzar. Amnistia Internacional ahir va defensar la seva (la nostra) causa a Brusel·les. Només una altra d?aquestes 200.000 dones esclavitzades havia gosat parlar, abans que ella. Això fou el que la va fer decidir. A ella li tocaren militars d?alta graduació. Encara en recorda la pestilència
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Avui té lloc al Parlament Europeu una audiència (allò que per la casa s’anomena hearing) en relació a les anomenades ‘Comfort Women’ (dones de consol). Alguns mitjans (EFE, El Mundo) n’han parlat. L’acte està impulsat i organitzat per l’Oficina de la UE d’Amnistia Internacional. Comptarem amb la presència de tres testimonis de les més de 200.000 dones que van ser forçades a ser esclaves sexuals durant la Segona Guerra Mundial l’objectiu de les quals era ‘consolar’ els soldats de l’Exèrcit Imperial Japonès. Encara ara esperen justicia i compensació per una època de la seva vida que en la majoria de casos ha deixat greus seqüeles físiques i mentals. Ara fa uns dies vaig impulsar que conjuntament amb d’altres col.legues presentéssim una pregunta sobre la qüestió al Consell (és aquesta, l’adjunto també transcrita més avall) i en aqeusts moments estem impulsant una Resolució d’Urgència per a la setmana vinent en la sessió plenària d’Estrasburg. Per altra banda, Ana Carbajosa publica avui a El País una entrevista a una de les ponents de l’audiència d’aquest migdia, Ellen Van Der Ploeg, que adjunto també a continuació. (segueix…)
16 de octubre de 2007 (E-5100/07)
PREGUNTA ESCRITA de Raül Romeva i Rueda (Verts/ALE) , Jean Lambert (Verts/ALE) , Hiltrud Breyer (Verts/ALE) , Eva-Britt Svensson (GUE/NGL) , Claire Gibault (ALDE) y Mary Honeyball (PSE) al Consejo
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ENTREVISTA: ELLEN VAN DER PLOEG Esclava sexual durante la Segunda Guerra Mundial, por ANA CARBAJOSA – El País, Bruselas – 06/11/2007
Per a més informació veure aquesta notícia del New York Times.
Foto: Yi-Ok Seon, antiga esclava sexual. Font: New York Times
L’HIDROAVIÓ APAGAFOCS.
Ara mateix enganxaré el teu article al meu bloc.
Si manessin les dones… Gr