La gente se enamora de chicos, chicas, perros, animales en general o incluso coches pero jamás pensé que yo con sólo un artículo, algunos breves y dos entrevistas podría llegar a enamorarme de un país.
Mali es tierra, agua, colores y olores pero sobretodo son imágenes: fotografías de gente desconocida, de mujeres preciosas, de hombres muy distintos a los que veo a diario pero también son instantáneas de niños, muchos niños; de mirada inocente, transparente y fragil; una mirada que jamás había visto en nadie. Como bien me contó José María Lafuente esos niños aún sabiendo sus limitaciones y con lo poco que tienen son felices.
A veces pienso cómo afrontaría yo una vida como la suya: pozos de agua a quilómetros, sequías bastante serias,…no se si sería capaz ni siquiera de sonreír; en cambio esa gente sonríe contínuamente. Dan gracias al sol, a la comida que disfrutan cada día, agradecen cada pequeño gesto y guardan en sus retinas cada minuto de vida como si fuera un tesoro. Me gustaría mucho poder valorar de ese modo la vida y dejar de pensar en problemas que para ellos son tonterías y en cambio para mi son todo un mundo.
Dicen que África engancha y que una vez te coge ya no te suelta: no te la puedes quitar de la cabeza, no eres capaz de ir sólo una vez. Yo creo que es como los tatuajes, o el chocolate…adictiva.
Por suerte ese gran continente esta cada día menos alejado y voy descontando los días que quedan para que llegue octubre. Entonces África y su arte estaran más cerca de mi que nunca.
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Y tanto que crea adicción… Un mes trabajando sobre el país hace que parezca que hayamos estado allí. Muy buen trabajo Sarah.
Gemma Martos