De nou, el professor d’estudis estratègics del Centre de Recerca Política de Nova Dehli, Brahma Chellaney, ens il·lustra amb una interessant aportació en relació al Tibet i Birmània, i posa de manifest moltes de les similituds que ambdós casos tenen. Ho feia la setmana passada, en un article publicat a La Vanguardia i que recupero a continuació:
Paralelismos
entre Tíbet y Birmania, per Brahma
Chellaney, La Vanguardia, 31/03/2008
La
importancia de Tíbet y Birmania se debe a su situación estratégica y a su
riqueza en recursos naturales. (segueix…)
Cuando
la junta gobernante de Birmania mató en septiembre pasado al menos a 31
personas en el curso de protestas encabezadas por los monjes en Rangún,
desencadenó un escándalo internacional y una nueva ola de sanciones lideradas
por Estados Unidos. Ahora, el socio más próximo de la junta – la mayor
autocracia del mundo, con sede en Pekín- procede a aplicar duras medidas en
Tíbet. La callada respuesta mundial suscita la cuestión de si China ha
acumulado tal poder con el propósito de eludir la censura internacional contra
los actos represivos.
Cabe establecer símiles importantes entre Tíbet y Birmania, cuya mayoría
demográfica – población de etnia birmana- es de ascendencia tibetana. La
invasión de Tíbet por parte de la China comunista en 1950 condujo a las fuerzas
han a las fronteras de India por primera vez en la historia y franqueó un paso
chino a Birmania. Tras haber consolidado su control sobre Tíbet, China se
propuso arrastrar a Birmania a su propia órbita estratégica.
Y sin embargo, en la actualidad los autócratas de Pekín se han visto sacudidos
por el levantamiento tibetano, liderado por los monjes, sólo seis meses después
de que los birmanos desafiaran el autoritarismo en su propio país con protestas
que presentaban un subyacente cariz antichino.
La resistencia contra el gobierno represivo tanto en Tíbet como en Birmania
cuenta con líderes laureados con el premio Nobel, uno que vive en el exilio en
India y la otra bajo arresto domiciliario en Rangún. Resulta igualmente
significativo que el Dalai Lama y Aung San Suu Kyi recibieran el premio Nobel
de la Paz en rápida sucesión por liderar una lucha no violenta en la tradición
de Mahatma Gandhi.
Pero cabe detectar otra circunstancia similar en el hecho de que la fuerte
represión no ha conseguido quebrar la resistencia contra el gobierno
autocrático tanto en Tíbet como en Birmania. Más de medio siglo después de la
anexión de Tíbet, la lucha tibetana destaca como uno de los movimientos de
resistencia más largos y potentes de la la historia mundial moderna. El último
estallido de cólera tibetana coincidió con la legislatura china que reeligió
presidente a Hu Jintao, quien como administrador de la ley marcial de Tíbet
sofocó la última revuelta tibetana en 1989.
De modo similar, a pesar de detener a Suu Kyi durante casi 13 de los últimos 19
años, la Junta birmana no ha conseguido amordazar el movimiento democrático,
como quedó demostrado por las protestas a gran escala del pasado mes de
septiembre.
De hecho, la Junta se ha distanciado aún más de la sociedad trasladando la
capital nacional a la
remota Naypyidaw.
La importancia de Tíbet y Birmania procede de su situación
estratégica y del hecho de que ambos son ricos en recursos naturales. Tíbet
representa una cuarta parte del territorio continental de China. La anexión dio
acceso a Pekín a los inmensos recursos minerales e hídricos de Tíbet.
Los vastos glaciares y altas cumbres de Tíbet le han dotado del mayor sistema
fluvial del mundo. La mayoría de los principales ríos de Asia se originan en el
altiplano tibetano y sus aguas proveen del sustento al 47% de la población
global del sur y sudeste de Asia y de China en particular.
Birmania, rica en energía, es un territorio puente entre el sur y el sudeste de
Asia. Tal es su situación ventajosa, que Birmania constituye el núcleo
estratégico entre India, China y el sudeste de Asia.
China ha logrado colocar baza estratégica en Birmania, país que valora en
calidad de puerta de entrada al golfo de Bengala y el océano Índico. Pekín se
halla enfrascado en dar fin al corredor Irrawaddy (sistema de comunicaciones
vial, fluvial, ferroviario y energético) entre su provincia de Yunan y puertos
birmanos.
Los militares han gobernado Birmania durante 46 años y el Partido Comunista lo
ha hecho en China durante 59 años. Ninguno de estos modelos es sostenible. El
sistema autocrático más longevo de la historia moderna duró 74 años en la Unión Soviética. Pero
mientras Birmania ha afrontado embargos económicos y acciones penales desde la
revuelta estudiantil en 1988, las sanciones comerciales posteriores a Tiananmen
contra China no duraron mucho.
Las sanciones comerciales pueden ser un arma desprovista de filo. Pero, dado
que Pekín se hizo con la organización de los Juegos Olímpicos del 2008 con la
promesa de mejorar su capítulo de los derechos humanos, el mundo libre debe
exigirle que ponga fin a su represión en Tíbet o que afronte un boicot
internacional de los Juegos. China, al hacer del éxito de los Juegos de este
verano una cuestión de prestigio, ha brindado al mundo un instrumento
influyente que hoy pide a gritos ser aprovechado.
B. CHELLANEY, profesor de estudios estratégicos del Centro de Investigación
Política de Nueva Delhi
Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Foto: Brahma Chellaney. Font: Wikipedia
Muchacho, estas batiendo
tu propio record. Ahora, además de dedicarte a lucir camisetas de los “reporteros
sin fronteras”, te dedicas a promocionar los artículos de un propagandista de la política norteamericana, eso si, visión
Partido demócrata. Este señor, al que tu presentan como analista de referencia, hace unos años decía lo siguiente: