Raül Romeva i Rueda

REFLEXIONS PERISCÒPIQUES

La nota humana: dones pescadores

Si ja és complicat dedicar-se a la pesca artesanal avui en dia, encara més ho és fer-ho quan ets dona. Això és el que queda palès en el reportatge que publica avui Pilar Encuentra, a El Pais, en què explica com algunes de les dones que dia rera dia lluiten per tirar endavant una manera de viure que cada cop costa més esforços i disgustos. Valgui aquest apunt com a petit homenatge a aquestes dones.

REPORTAJE

“Hemos roto”: Mujeres e
hijas de pescadores reciben desde alta mar el grito de guerra que las pone en
marcha para remendar contrarreloj las artes de pesca desgarradas

PILAR ENCUENTRA – El País, Tarragona
– 30/03/2008

Tienen absolutamente claro que el
suyo es un trabajo vocacional que despunta ya en la infancia. Teresa, de 67
años, por ejemplo, empezó a remendar redes a los 12. Nadie la obligaba: sus dos
hermanas preferían jugar, y así lo hacían. Su hija Teresa, por el contrario,
apenas empezó a andar ya se le enredaban los pies en las artes de pesca de su
padre. Ella lleva 55 años en este oficio, que le encanta. Hoy se muestra como
de estreno porque después de unos meses en paro ha iniciado, junto a sus tres
compañeras de siempre, un nuevo encargo. Lo cuenta mientras saca un café
humeante de la máquina de la cofradía de pescadores, en el barrio marinero
tarraconense del Serrallo.

Hija y esposa de pescador,
capitanea el equipo formado por Cecilia, de 69 años; Antonia, de 64, y Paquita,
de 59, a la que llaman “la niña”. Hace 30 años que trabajan juntas y
están convencidas de que no las sucederá nadie. Se ven a sí mismas como las
últimas de Filipinas. “Ya se aclararán los hombres”, dicen,
desentendiéndose del futuro.

Este trabajo, que tradicionalmente
ha correspondido a las mujeres, esposas e hijas de pescadores, ha sido siempre
esporádico. La actividad surge por accidente. “¡Hemos roto!” es el
grito de guerra que llega desde alta mar y que las pone en marcha. Nunca antes
de las seis de la mañana: atendiendo a la única condición que ha puesto Teresa.
Ella se encarga de hacer correr la voz entre sus compañeras, que saben que los
próximos días o semanas van a tener que ser más previsoras a la hora de
organizar las tareas domésticas porque afrontarán la doble jornada, cuyas
dificultades, hoy generalizadas, vienen asumiendo desde hace décadas.

Han sabido conciliar la vida
laboral y familiar de forma espontánea. Dando prioridades. La red siempre ha
sido lo primero porque es lo que da de comer. “Lo que se queda por hacer
en casa, así se queda. Lo importante es que puedan pescar”, coinciden.

Unas veces es el suyo un trabajo de
emergencia. Otras, como ahora, hay que construir una red nueva. Después de
meses en paro, hoy es el primer día de trabajo y las cuatro se muestran
ilusionadas, pese a que las azota un viento helado, que conocen bien y del que
han aprendido a defenderse. Se desabrochan el forro polar y muestran una
chaqueta, que al abrirla deja ver un jersey de pura lana que esconde aún otro
más. Todos bajo el delantal.

La nueva red medirá 330 metros de
largo por 112 de ancho. Ellas calculan en brazas: “Dieciséis piezas de
ocho brazas cada una, además de las diez o doce del plomo”.

Hablan de su oficio con soltura.
Paquita explica que la red es “el vestido de la barca”. Tiene sus
partes diferenciadas: la cola, el corcho, el plomo… Toda la enorme malla yace
enrollada en el suelo. Teresa y Paquita, de pie, van levantándola poco a poco
para hilvanar, mientras Cecilia y Antonia cosen sentadas en sendas sillas de
anea. Parece un laberinto de rombos cobrizos, pero las cuatro mujeres no
pierden el rumbo. “Hemos cosido el corcho y vamos en busca del
plomo”, aclara Paquita.

“Antes había más
trabajo”, recuerda Teresa. Las redes eran de algodón y se rasgaban con
facilidad. Ahora se fabrican con nailon y aguantan mucho más. Es raro que las
desgarre algún pez. Suelen romperse porque atrapan bidones sumergidos, se
enredan con rocas o simplemente como consecuencia de la mala mar.

Las cuatro mujeres aclaran que
nadie puede ganarse la vida remendando redes. No es un trabajo fijo. Por eso,
ninguna de ellas ha contado con sus ingresos para los gastos corrientes del
presupuesto doméstico. Lo suyo es para extras: “Para Reyes, para los
nietos… No se gana para más”, advierte Teresa. Añade que “el asunto
de la mar está mal. Antes había 34 barcos, ahora quedan 13. Y no se pesca nada”,
concluye con resignación. Por eso, su hija Teresa, de 46 años, propietaria de
una cafetería, optó por otro oficio, pese a que era una pura raza.

Foto:
Dones teixint xarxes Font: L.V.



  1. tema de discriminació de gènere, ja gairebé encarrilat per via judicial, de les dones pescadores de El Palmar. Un flagrant cas de discriminació de gènere. El Punt del País Valencià donava complida informació la setmana passada.

    Cordialment

  2. Però més tard t’escriuré. L’àvia de mumare, ‘la padrina Tacona’ per entendre’ns (nosaltres) va morir a 104 anys, quan jo en tenia 3 o 4. La record molt esborrada. Feia de pescadora. Anava embarcada amb les barques de bou de la seva família, eren rics. Però, com tantes vegades passa en aquest món, no n’hi havia ni un pam de net de tanta de riquesa. T’explicaré una tècnica per estafar (la seva per fer les parts a la barcada). Però ara no puc de cap manera humana. Recorda’m-ho.
    S’engatava com una mala cosa. Però va demostrar que engatar-se no minva l’astúcia.
    Bevia 1/4 de litre de Palo cada dia, i altres coses.
    No sé si t’han informat els teus col·legues d’EU que Pollença és el poble que hi ha més centenàries del món. Segons el poeta local Miquel Bota Totxo, l’enyorat amic que duia el control d’aquest tema (ell els entrevistava a totes i hi parlava llargues estones) la longevitat era deguda al fet de tocar la corneta. Cal dir també que el poeta era del bar Alhambra, de l’Almoina, de dins el brut dels Moros i els Cristians.
    Quantes copes de palo amb xifón no m’hauré begut jo amb en Miquel Bota, la persona més bondadosa d’aquest món…

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