Raül Romeva i Rueda

REFLEXIONS PERISCÒPIQUES

Publicat el 3 de gener de 2008

Buit federalista, per Jordi Sánchez (El País, 31 de desembre de 2007)

Recupero un article de Jordi Sánchez, persona
a qui segueixo i llegeixo de fa temps, i amb qui coincideixo molt sovint en
moltes de les opinions que exposa, sobretot quan parla de model d’Estat. L’article,
publicat a El Pais, s’emmarca en l’actual debat sobre els reptes del federalisme com a proposta d’articular l’Estat.

Vacío federalista, per Jordi Sánchez
i Picanyol
(El País, 31 de desembre de 2007)

Afirmar que el federalismo nunca ha
tenido en España un arraigo sólido y profundo no es ninguna novedad.
Evidentemente, la derecha española ni por asomo se ha acercado al federalismo.
Ya costó lo suyo que en su momento aceptaran el título VIII de la Constitución,
que sienta las bases del Estado de las autonomías, el cual utiliza algunas
técnicas vigentes en Estados federales, pero dista de ser un modelo federal. En
la izquierda las cosas no han ido mucho mejor para las tesis federalistas. El
jacobinismo parapetado
(segueix…)

en un discurso en clave territorial
o redistributiva hacia las regiones menos desarrolladas ha sido la tónica
dominante que ha ahogado cualquier pretensión federalista de calado, entre
otras cosas porque ha hecho creer que solidaridad y federalismo plurinacional
eran incompatibles.

En verdad, con salvedad de las
voces procedentes de Cataluña, el federalismo en España ha sido el gran ausente
del debate y las propuestas políticas. La izquierda y el centro izquierda a lo
más que han llegado es a utilizar para algunas de sus estructuras orgánicas
terminología federalizante, pero de ahí no se pasa. Y lógicamente, ni el nombre
hace la cosa ni el programa ni la práctica política responden a ningún
principio federal. Pero si todo esto ya era así desde los inicios de la
transición, con el desarrollo de la democracia el federalismo se ha ido
diluyendo hasta resultar ilocalizable en las propuestas políticas sobre el
modelo de Estado que los grandes partidos han puesto encima de la mesa.

Probablemente nunca como hasta
ahora el PSC había percibido la soledad federalista en la que se encuentra o,
si se prefiere, el vacío en el que caen sus propuestas federalistas. Hasta que
Maragall alcanzó la presidencia de la Generalitat, el PSC vivía en una
incomodidad relativa el vacío federalista del PSOE. Quizá porque la disputa con
CiU a lo largo de más de dos décadas y la incapacidad socialista de arrebatarle
la mayoría para gobernar hizo que las bases federalistas del PSC, sin
desaparecer, tuvieran un protagonismo menor. Quizá porque muchos de los
dirigentes socialistas catalanes creían saber que abanderar propuestas
federalistas desde la oposición en Cataluña podía aproximarlos a CiU en sus
reivindicaciones ante el Gobierno central y tensionar las relaciones que el PSC
mantenía con el PSOE.

De esa incomodidad relativa se pasó
a unos años (desde finales de la década de 1990 hasta mediados de la actual)
donde no sólo el PSC alzó la bandera federalista y la del autogobierno, sino
que algunos de sus dirigentes fueron más lejos que nunca en sus propuestas de
reforma constitucional. Eran los años en que el PP y CiU sellaron una alianza
que dejaba mucho territorio libre para recorrer al catalanismo de izquierdas.
Fueron los años en que el PSOE purgaba en la oposición los excesos de poder
cometidos y Maragall y el PSC eran de las pocas bazas desde las cuales se podía
infligir una derrota a la derecha. Fue el periodo en que el socialismo en
España construía un nuevo liderazgo, un relevo generacional en toda regla, que
desde Cataluña se creía, primero, que se apadrinaba y, segundo, que respondería
favorablemente a las tesis federalistas del PSC.

La imagen de Zapatero en el balcón
del Palau de la Generalitat el día que Pasqual Maragall tomó el relevo en la
presidencia del Gobierno catalán a Jordi Pujol fue, sin duda, el momento álgido
de las expectativas de los federalistas catalanistas del PSC. Fue el instante
mágico en que se creía que el momento de influir en el PSOE y acelerar en éste
su apuesta federalista había llegado. Después vinieron las promesas de Zapatero
y ese juego de seducción que el líder socialista español desplegó tan
hábilmente hasta poco después de su victoria electoral. Quizá la capacidad de
arrastrar desde el PSC al PSOE hacia el federalismo habría sido mayor si
Zapatero no se hubiera alzado con la victoria el 14 de marzo. La derrota del PP
devolvió al PSOE de manera progresiva a las actitudes que ya había tenido el
Ejecutivo de González. Las promesas de Zapatero se fueron diluyendo y las
apuestas de reforma del Estado que parecía compartir la nueva dirección
socialista antes de la victoria de Zapatero se quedaron simplemente en un
proceso consecutivo de reformas estatutarias, sin duda por el empeño del
Gobierno de Maragall y el Parlament, pero en el que el PSOE no se distinguió
del PP si nos debemos atener a la literalidad de las reformas de aquellas
comunidades gobernadas por unos o por otros.

Es cierto que fue brutal la
agresividad verbal del PP contra el Estatuto catalán y contra lo que ellos
definían como una política encubierta de Zapatero de transformación del Estado
de las autonomías. Pero no es menos cierto que Zapatero y su equipo declinaron
cualquier oportunidad para hacer pedagogía del federalismo y la
plurinacionalidad. Y con ellos, la izquierda intelectual y cultural española.

El PSOE y la izquierda española
conllevan el federalismo y la realidad plurinacional, pero no la sienten como
propia. Por eso consideran una deslealtad con el proyecto socialista algunas de
las propuestas y actuaciones del PSC. El drama para el PSC es que estamos ante
un nuevo PSOE, con una generación que tiene por delante como mínimo una década
larga para seguir asumiendo el poder. Un equipo y una generación que a priori
era la esperanza blanca para que las propuestas federalistas impulsadas por el
PSC fructificaran en el PSOE.

En España no hay muchos más federalistas
que los federalistas catalanistas. Y sus posibilidades de éxito son visibles.
El problema para el PSC es que ahora gobierna él y difícilmente encontrará una
salida que no sea la de la confrontación con el Gobierno central o la renuncia
a sus ideas y principios, y al impulso decidido del nuevo Estatuto. Si no
cambian mucho las cosas, el PSC deberá elegir entre volver a la oposición o
asumir una creciente confrontación con el PSOE. Y si no, al tiempo.

Foto: Jordi Sánchez. Font: CETIB



  1. Raül,
    L’article de Jordi Sánchez reflecteix la crua realitat. El PSOE i el PP massa sovint són dos cares de la mateixa moneda. Avui al meu bloc parlo d’ICV i també de tu. No ho faig malament!!!
    bon cap de setmana,
    emigdi

  2. Apreciat Raül,

    Crec que l’article d’en Sànchez és d’una obvietat manifesta. Retrata una realitat evident, una història coneguda per tots, sense massa reflexió, crec, sense massa profunditat. Més enllà de l’estricte anàlisi d’una realitat innegable, més enllà d’una simple descripció d’acadèmia, quina és la reflexió? Quina és la proposta? L’oferta? El camí? La conclusió?

    Salut

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