Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

9 de maig de 2012
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Una lata de Berberechos

Paco Bello Iniciativa Debate 5/5/2012

Revolución ¿cómo y con quién?

He recordado últimamente detalles de mi niñez, motivado supongo por alguna conversación con amigos y compañeros de la página. Y qué cosas tiene esto de la memoria selectiva, porque he ido a recordar detalles sin importancia, como cuando en alguna ocasión –eventualmente y en fin de semana–, mi padre también venía a comprar junto a mi madre y mi hermana a aquellos nuevos hipermercados en los que había de todo.

¡Qué diferencia! porque ir solo con mi madre era un continuo “eso no”, que frustraba cualquier intento de añadir novedades a mi monótona dieta. Todo lo más que lograba era cambiar aquel chorizo corriente por uno con mejor aspecto, o la mortadela por la boloñesa… y gracias.

Pero cuando venía mi padre (que era mucho menos responsable), siempre caía en el carro todo aquello que por norma yo solo podía mirar con deseo. Era finalmente la compra menos práctica del mundo. Al llegar a casa y descargar en la cocina no sabía por dónde empezar; si por los mejillones, por los pasteles, o por las cebollitas en vinagre. La verdad es que en un momento se acababa la orgía de consumo, y cada cual se dedicaba a sus cosas; los mayores a sus quehaceres festivos, y los jóvenes a los suyos, que poco tenían que ver con comer o, al menos, no alimentos para el cuerpo. Había que comerse el mundo y todas las sensaciones, y eso era más interesante.

Lo que es innegable es que existía un deseo y que este había sido satisfecho. Y no solo se trataba de mi deseo por tener aquello a lo que normalmente no podía acceder y que tanto me gustaba, también se había satisfecho algo en mi padre, porque su sonrisa reflejaba su satisfacción (también la de mi madre, por mucho que medio camino de vuelta se lo pasara renegando por la inutilidad de lo comprado).

Uno se pone a recordar aquello, y no puede dejar de pensar que no había ninguna maldad en querer disfrutar de eso que estaba ahí, diciendo cógeme, y que por norma no estaba a mi alcance. Por aquel entonces no buscaba ser más que nadie bebiéndome un zumo de piña, me lo hubiera bebido escondido en un rincón, y era porque simplemente, me gustaba. Aún hoy me sigue gustando comprar una lata de berberechos… o salir a comer a un buen restaurante de siglo en siglo, sabiendo lo que esto significa.

El problema es que no todo el mundo lo interioriza igual, y la edad y el sistema te hacen necesitar destacar y comer (o tener), y ese comer (o tener) sí puede tener añadidos no naturales y no deseables. Nadie se bebe una botella de agua de 50 euros por saciar la sed o por capricho, y tampoco se hace a escondidas.

Pero nada es blanco ni negro. Nada es nocivo per se. Al final todo se basa en esto: racionalidad, empatía, cultura y moderación. Otra cuestión que entra dentro de estos conceptos (por ausencia) es por qué, por ejemplo, comemos tomates en invierno o por qué es tan fácil encontrar unas cigalas a 3000 kilómetros de su lugar de origen. Pero esto es una cuestión de educación en el más amplio sentido del término, y que a no mucho tardar habrá que tratar, aunque se escapa de mi intención por hoy.

En cualquier caso, si comento todo esto es para decir que unos con más y otros con menos, todos hemos sido educados en un sistema capitalista, y que lo tenemos tan interiorizado que dudo de todas las posibilidades rupturistas que tan activas están en muchos extremos ideológicos.

No creo en ellas porque aún compartiendo el mismo deseo con aquellas que parten de la izquierda, no creo en su capacidad de convocatoria, y no me gusta en absoluto la imposición, que sería la única forma de aplicación si es que esta fuera una opción viable (la de imponer), aunque afortunadamente tampoco lo es.

Mucho menos comparto el liberalismo, que está tan cercano al repugnante e inhumano darwinismo social. Lo único bueno de este sistema es que de implantarse, muchos de sus adeptos sufrirían una gran lección en sus propias carnes por haberse sobrevalorado. En cualquier caso, muy cara nos saldría a todos una lección para unos pocos.

Creo sinceramente que la mayoría de la sociedad tiene como gran meta, de momento, un término medio. Un mundo sin miseria y sin las excesivas desigualdades actuales, en el que cualquiera pueda tener una vida digna y relativamente libre. Y seguro que su consecución sería un buen punto de partida para evolucionar.

Si es que quisiéramos romper el sistema ¿hacia dónde iríamos? ¿alguien lo sabe? Puede que sí, pero ¿Con cuántos comparte esa perspectiva?

¿Todo el mundo viviría de lo que la naturaleza ofrece al que trabaja la tierra? ¿Todo el mundo estaría dispuesto a colaborar en cooperativas? ¿Todos aceptaríamos restringir el transporte privado o adoptar un modelo estándar de vivienda? ¿todos…?

Yo sí sé lo que me gustaría, pero sé que no puedo, y sé que si pudiera tampoco lo impondría. Tenemos un largo camino de difusión de la buena información, para que en un futuro nadie acepte la corrupción, la desigualdad, la imposición, la exclusión, la ausencia de diálogo o la soberbia de unos pocos. Y no es un camino fácil.

Determinemos con claridad qué es lo que no queremos, antes de lo que sí queremos. Fijemos el objetivo en lo que ya sabemos que es injusto, y apoyemos todo lo que creamos que es positivo. No busquemos enemigos por intuición, cuando tenemos enemigos absolutamente claros por definición. No malgastemos nuestras fuerzas en luchas sin sentido.

No queremos desigualdades: exijamos regulación y nuevas normas de convivencia en el marco de un nuevo contrato social.
-No queremos corrupción: exijamos separación real de poderes, y métodos de elección democráticos.
-No queremos ser espectadores del poder: exijamos cauces de participación, posibles y necesarios.
-Queremos un modelo sostenible: empecemos a educar en estos valores a las próximas generaciones, y empecemos a racionalizar el consumo.

Y por favor, acabemos con la competencia. Con todas las “competencias”.

Tenemos mucho que hacer para andar perdidos en conspiraciones y disputas ideológicas. Ojalá sepamos, porque si no hay unión en un objetivo aceptado por la mayoría, difícilmente alguno conseguirá el suyo particular.


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