Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

8 d'agost de 2007
7 comentaris

Un article que havia desat fa temps

Franco, años
cuarenta

BARBARA PROBST SOLOMON


 

EL PAÍS  –  Opinión –
19-05-2007

Era de esperar que la
exposición Contra el fascismo: Nueva York y la Guerra Civil española,
organizada por la Biblioteca Tamimnet de la Universidad de Nueva York (propietaria
de los archivos de la Brigada Lincoln), el Museo de la Ciudad de Nueva York y
el Instituto Cervantes, levantara las críticas que ha levantado entre los
herederos de la extrema izquierda, hoy en las filas de la derecha. La muestra
recrea en fotografías, panfletos, objetos y textos, los años treinta, cuando
Nueva York era "roja", Hitler, Mussolini y Franco iniciaban su
ascenso al poder y en el City College tenían lugar acaloradas discusiones entre
los estudiantes trotskistas y comunistas.

El encendido ataque de
Ronald Radosh publicado en The New York Sun tiene, al menos, unas raíces
biográficas. Radosh había idealizado a sus padres, comunistas destacados, a
quienes los rusos alojaron en el elegante Hotel Lux cuando visitaron Moscú. Su
tío, que había estudiado en la Escuela Lenin y había llegado a comisario de las
Brigadas, moriría en el frente. Los ideales de Radosh se hicieron añicos en los
años setenta al enterarse de que Julius Rosenberg había ejercido de espía para
los rusos. Cuando publicó este descubrimiento, sus amigos de la izquierda lo
ridiculizaron. Entonces Radosh dio un viraje de 180 grados -Dios nos libre de
los ideólogos maniqueos- y se apuntó a defender la vieja historia de que Franco
salvó del comunismo al mundo libre y aquella otra de que si hubiera
sobrevivido, la República habría terminado por convertirse en un Estado
policial, en un satélite de la Unión Soviética.

Edward Rothstein seguía
una línea bastante similar en su artículo de The New York Times:
"¿Era la España de Franco un brazo de lo que se dio en llamar fascismo
internacional?".
Y ventilándose de un plumazo setenta años de
historia, afirma luego: "España permaneció neutral durante la II Guerra
Mundial, y Hitler rechazó la ayuda que Franco le ofreció a última hora. Además,
la visión tiránica de Franco nunca llegó a igualar los enloquecidos planes de
Hitler ni las demoniacas iniciativas de Stalin, razón por la cual España pudo
tener una transición tan fácil a la democracia tras la muerte de Franco".
Rothstein selecciona cuidadosamente las citas de Orwell, a fin de dar la
impresión de que no merecía la pena conservar aquella "delirante"
República.

Paradójicamente, los
pragmáticos funcionarios estadounidenses destinados a España durante los años
cuarenta no hacen en sus libros este tipo de afirmaciones con respecto a la
neutralidad de Franco, o a la posibilidad de que los comunistas se hubieran
hecho con el poder de haber ganado la guerra el bando republicano.

Emmet John Hughes fue
agregado de prensa de la embajada estadounidense en Madrid y trabajó en la
Agencia de Servicios Estratégicos y de Información Bélica entre 1942 y 1946. En
su libro, Report from Spain (1947), ofrece unos detalles reveladores
sobre la evolución del aparato de propaganda del franquismo, desde su inicial
belicosidad, alentada por los agentes de Goebbels que trabajaron en el interior
del país, hasta la falsa neutralidad posterior a 1943, cuando ya parecía claro
que Alemania perdería la guerra. Un comunicado típico: "¡Aviso importante!
Todos los periódicos están obligados a publicar tres editoriales sobre el
acuerdo que acaban de firmar Gran Bretaña y la Unión Soviética. Los acuerdos a
los que han llegado recientemente los representantes de los Estados
democráticos con los dirigentes bolcheviques constituyen un peligro de la
máxima magnitud para toda Europa… Los gobiernos de Londres y Washington se
ponen así al servicio de los bolcheviques para terminar con la cultura
occidental…". Y Hughes observa: "Ni siquiera después de que
terminara la II Guerra Mundial informaba la prensa franquista de los crímenes
nazis, y siempre describía a los aliados cual fuerzas vengativas que estaban
prolongando un conflicto sangriento cuando el mundo sólo quería la
paz…".

Hughes era católico
practicante y le enfurecía que durante la "fase neutral" de Franco su
aparato de propaganda reprodujera los artículos elogiosos para el dictador que
publicaba The Tablet, un periódico católico y derechista de Brooklyn de
escasa tirada, mientras que censuraba todas las noticias y reportajes
antifranquistas que aparecían en los grandes medios informativos
estadounidenses.Hughes conduce al lector por los complicados vericuetos de la
clandestinidad comunista, anarquista y socialista (había trabajado con ellos
antes de la invasión del Norte de África), así como entre las diferentes
agrupaciones monárquicas y falangistas. Los comunistas estaban bien
organizados, pero había continuos trasvases entre falangistas y comunistas y
siempre se corría el riesgo de que se infiltraran agentes provocadores; los
anarquistas eran numerosos, pero carecían de planes para poder formar parte de
un gobierno en el futuro; los socialistas en la clandestinidad tenían poca
fuerza, pero la demostrarían al salir a la luz. Hughes señala de pasada que a
Franco le venía bien esa mínima presencia comunista en el interior del país,
que la tendencia era a detener más socialistas y anarquistas que comunistas y
que durante el pacto de soviéticos y nazis, el dictador no tuvo ningún reparo
en continuar prestando apoyo a Alemania, ya que, como el propio Hughes observa,
el único "enemigo comunista" de España era Gran Bretaña.

Los agentes del Eje se
beneficiaron de la colaboración de la policía española y de la Falange, de los
importantes acuerdos económicos entre los dos países, de la influencia e
injerencia de España en Latinoamérica, del sabotaje durante el último año de la
guerra de buques de guerra italianos proaliados, de la información sobre los
movimientos de la marina aliada en Gibraltar y del establecimiento ilegal de un
consulado alemán en Tánger que sirvió de centro estratégico para los agentes
nazis, además de la posterior canalización de fondos monetarios nazis a través
de falsas empresas españolas, en donde no se les podía seguir el rastro.

Si los alemanes hubieran
estacionado tropas en los Pirineos y atravesado España durante la invasión
norteafricana, nadie los hubiera detenido. "En la embajada se quemaron los
archivos confidenciales.

Se almacenó gasolina en
los sótanos por si había que llegar a Gibraltar antes de que lo alcanzaran las
fuerzas nazis que entraran por el norte. El temor era que los estrategas nazis
decidieran hacer una ofensiva a través de España, se apostaran en Gibraltar y
cortaran nuestras líneas de abastecimiento marítimas, lo que les hubiera
permitido atacar la retaguardia aliada en el Norte de África". Pero
dándose ya por segura la derrota de los alemanes, en una España empobrecida y
sin petróleo, Franco se vio forzado a la "neutralidad". Masquerade
in Spain
(1948), de Charles Foltz, un corresponsal de Associated Press con
ciertas simpatías por los anarquistas, ilustra el poder persistente de la
oligarquía en la España franquista, la verdadera situación en las cárceles y
los intentos del régimen por ocultar estos hechos a los corresponsales
extranjeros.

El embajador estadounidense
Claude Bowers (My mission to Spain) hubo de enfrentarse al Departamento
de Estado, a Joseph Kennedy, embajador en Londres, a Neville Chamberlain y a
Bonnet, el embajador francés, quien no tardaría en mantener amistosas charlas
con Ribbentrop al respecto de qué hacer con los judíos. Roosevelt se enfureció
cuando, el 29 de febrero, Inglaterra y Francia se apresuraron a reconocer sin
ningún tipo de condiciones al Gobierno de Franco. Bowers había exigido a cambio
de este reconocimiento por parte del Gobierno estadounidense (el primero de
abril) "un compromiso de que no habría represalias, ejecuciones políticas
ni persecuciones… de que se pondría en libertad a los republicanos
encarcelados". No se cumplió ninguna de estas condiciones, y cuando Bowers
volvió a Madrid para cerrar la embajada, se encontró con que Franco había
denegado el permiso de trabajo a los estadounidenses responsables de las
oficinas en España de la International Telephone and Telegraph Company (ITT).

En 1961, Arthur P.
Whitaker, en su documentado Spain and Defense of the West, veía a Franco
como un lastre anacrónico y pudo referirse entonces con sus nombres y apellidos
a ciertos miembros de la oposición antifranquista, un lujo que no pudieron
permitirse aquellos primeros pragmáticos moralistas que nunca perdieron de
vista lo que significaba vivir bajo una dictadura.

 


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  1. Present del verb deixar, jo deixe.

    Present del verb peixcar, jo peixque.

    Present del verb viure, jo vixc.

    Present del verb voler, jo vullc.

    I qui no vullga que s’aguante. 

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