Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

18 de maig de 2007
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Un article de José Ernesto Ayala-Dip

Trobe que és un article que ha de moure a la reflexió. Si volem una societat i unes ciutadanes i ciutadans millors, ací tenim unes pautes.


Una teoría de la gratitud


J. ERNESTO AYALA-DIP


EL PAÍS
 – 
Opinión – 18-05-2007

En un cuento titulado El cobrador,
del gran escritor brasileño Rubem Fonseca, su protagonista sostiene la
extravagante idea de que todo lo que existe en el mundo, sean objetos o
personas, le pertenecen. Todo cuanto no cae en sus manos, él ya se
encargará de cobrárselo (de aquí el título de la pieza). Si alguien
posee un coche lujoso, se convence que es él el que tendría que ser su
propietario. Una mujer hermosa no escapa a su enfermiza teoría. Verla
con alguien que no fuese él, lo pondría fuera de sus casillas. Con
nadie estará mejor esa mujer que con él, puesto que sólo un anormal
azar ha puesto a ese ser en las manos que no correspondían.


A veces da la impresión de que nos movemos por la vida con esa
insultante y peligrosa seguridad. A nada ni a nadie tenemos que
agradecer nada. A aquel personaje de ficción no le sacaríamos nunca un
gesto de agradecimiento, si se nos ocurriera el estéril propósito de
obsequiarle, por ejemplo, con una entrada para el teatro o la final de
la Champion europea de fútbol. Cogería la entrada con la
autosuficiencia del que considera que ha recuperado eso que nunca se
debió dudar que le correspondía. Qué falta hace decir gracias por algo
que nos pertenece, a lo que tenemos derecho. Nos levantamos por las
mañanas y nos desayunamos con la puntual tostada. Mientras la untamos
de mermelada ni se nos ocurre que deberíamos dar las gracias por ese
milagro de las primeras horas del día. ¿A quién o a qué deberíamos
agradecer un hecho tan doméstico? ¿Por qué deberíamos dar las gracias
por algo que nos ganamos con nuestro trabajo, sin pensar que mucha
gente que trabaja en muchas latitudes del mundo, si tiene garantizado
su desayuno puede que no lo tenga tanto el sueldo para pagar un
alquiler y una eventual necesidad sanitaria?


Nunca deja de sorprenderme esa tópica secuencia de las películas
americanas donde los comensales, antes de comenzar su almuerzo,
agradecen a Dios que les permita disfrutar de esos alimentos. Esa
secuencia puede que ilustre una manera de vida muy alejada de la
nuestra. Y una manera de escenificar una creencia religiosa. Incluso,
para muchos, una manera de subordinación trascendental. Pero desde el
punto de vista de una estética de la existencia humana, no deja de ser
un gesto de recóndita humildad en medio de tanta autosatisfacción y
prepotencia contemporánea.


Al calor de esa si se quiere manida imagen, me gusta pensar que lo que
disfruto de la vida, desde esa insignificante tostada hasta el libro
que leo, pasando por una valiosa amistad, me ha sido obsequiado por una
suerte de inexplicable generosidad que no atino a creer que me merezca
del todo. Ni todo el caudal de autoestima de la tierra que pueda
atesorar, me puede hacer creer como a un idiota que todo lo que tengo
me lo merezco absolutamente. Hay una insondable partícula de destino o
azar o de gente buena que desconozco, que me pone en el lugar y el
instante exacto de un presente inesperado. Y ésta es la oportunidad que
nos da la vida a veces para dar las gracias, aunque no sepamos a quién
o a qué.


Estoy hablando evidentemente de la gratitud. Y este sentimiento se
expresa con una milagrosa palabra: gracias. Hace unos días leí en un
trabajo académico un hecho que dio pie a estas consideraciones. Resulta
que en Finlandia, en sus escuelas de primaria, los alumnos suelen
despedirse de sus maestros estrechándoles la mano y dándoles las
gracias por los conocimientos recibidos ese día. Con esto se podría
hacer un sinfín de reflexiones sobre la educación en Finlandia y, de
paso, sobre la educación en nuestro país, donde no creo que nuestros
alumnos tengan la sana costumbre de despedirse de sus maestros hasta el
día siguiente y mucho menos de dar las gracias por nada. Un jugoso tema
para políticos especialistas en cambios de modelos educativos de una
legislatura a otra. Yo me quedo con la imagen de esos niños expresando
su gratitud por los conocimientos adquiridos. Ellos no creen que a sus
maestros no se les deba dar las gracias por el hecho de cobrar un
sueldo. Son los conocimientos lo que cuenta. El hecho casi providencial
de un saber nuevo en medio de la rutina escolar. ¿Qué cosa puede
gratificar más, más que un sueldo incluso, que unas pequeñas manos
pegándose a las tuyas en señal de gratitud por haberles ensanchado la
mente y el espíritu? Esto también conforma un ritual, sin duda. Como
los comensales de las películas que agradecen al cielo los alimentos
recibidos. Pero es un ritual imprescindible, el de la gratitud, que no
deberíamos abandonar si no queremos acabar muy pronto como el
inquietante cobrador de Rubem Fonseca.



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