Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

9 de juny de 2010
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Un article d’Ánxel Vence (lne.es)

Paridad, glamour y fuego amigo

El demoledor retrato que César Antonio Molina ha hecho de Zapatero


Paridad, glamour y fuego amigo

Paridad, glamour y fuego amigo  

ÁNXEL VENCE Un año después de haber sido destituido y un día antes de que la Xunta de Galicia lo distinguiese con la medalla Castelao, el ex ministro de Cultura César Antonio Molina acaba de revelar que el presidente del Gobierno oye pero no escucha, no confía más que en sí mismo y -por si todo ello fuera poco- manifiesta una decidida preferencia por las chicas jóvenes como criterio para la formación de su gabinete. Son los riesgos que para cualquier político tiene andar en tratos con intelectuales: gente que, con razón o sin ella, tiende a decir que el rey está desnudo cuando así lo ve. 

En otras circunstancias, esto bien podría entrar dentro de la categoría bélica de fuego amigo, de no ser porque Molina tal vez no figure ya a estas alturas en el elenco de amistades del presidente del Gobierno. Difícilmente seguirá estándolo, en todo caso, tras el retrato más bien demoledor que el ex ministro ha hecho de su antiguo jefe en la entrevista que concedió a un periódico gallego. 

Molina, que es poeta y de los buenos, usa esta vez la prosa para construir con trazos secos una imagen de Zapatero que recuerda extraordinariamente a la que sus adversarios políticos -y algunos que no lo son- han venido dibujando durante los últimos años. 

Quienes atribuían al Presidente un carácter voluble y caprichoso no dejarán de ver refrendadas sus impresiones por el testimonio directo de un ex ministro que fue apartado del Consejo sin otra razón aparente que la búsqueda del «glamour». Alega en efecto el implacable Molina que la causa de su destitución fue -literalmente- «ninguna», salvo que se interpreten como tales las explicaciones «nimias» y a su juicio vergonzosas con las que Zapatero pretendió justificar su cese. 

Puesto a buscar motivos, el intelectual coruñés sugiere que su salida del gabinete pudiera haber obedecido a los principios de la paridad y, lo que es más sorprendente, del glamour. Si lo primero resulta obligado en un presidente que ha hecho del feminismo su bandera y del cortejo a las señoras una baza electoral, lo segundo ya entra en el dominio nada socialdemócrata de los salones de la «jet-set». 

«Glamour» es, en efecto, palabra francesa de origen inglés y nacida en Hollywood que alude a un tipo de belleza asociado al lujo y el refinamiento. Para la Real Academia sería un «encanto sensual que fascina», definición que por fuerza ha de resultar grata a Ángeles González-Sinde, la ministra que Zapatero eligió -según interpreta Molina- por la glamurosa razón de «buscar, supongo yo, una chica joven». 

De ser acertadas las especulaciones del ex ministro sobre la técnica que el presidente emplea para formar sus gobiernos, no quedaría sino pensar que Molina fue a su vez una especie de anomalía ajena al perfil de los gabinetes de Zapatero. De hecho, su corto ejercicio de apenas dos años constituiría un breve hiato masculino -y lo que es más grave: intelectual- entre su predecesora Carmen Calvo y la antes mentada González-Sinde. 

Carente de otro «glamour» que el de la intelectualidad, Molina recordaba más bien a la figura de aquel Jack Lang a quien el nada glamuroso presidente Mitterrand confió por dos veces la proyección cultural de Francia en el mundo. No ha de ser casualidad que el Gobierno de la vecina República concediese a Molina los laureles de caballero de la Orden de las Artes y las Letras, aunque se ignore si tal distinción fue mérito o demérito para el ex ministro en un gabinete confeccionado bajo las premisas de la paridad y el glamour. 

Siempre habrá quien interprete que a Molina lo mueve el despecho por el cargo perdido, pero ése es el peaje de mezquinas sospechas que deben pagar las personas de cabeza bien amueblada cuando deciden meterse en las trochas de la política. Aun así, el cáustico retrato de un Zapatero autista que no escucha a nadie, elige a sus colaboradores para beneficio personal y organiza sus gobiernos bajo principios de orden decorativo es obra de un intelectual y no de un político. Aunque parezca toda una moción de censura.


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