El patrón de la Fórmula 1 negó ayer haber dicho lo que todos, o casi
todos, dijeron que había dicho. «Dije que no firmaría el contrato hasta
después de las elecciones porque no sé con quién lo firmaré», señalaba
ayer Ecclestone en Montmeló. Suele suceder que alguien exprese algo y
que la lectura de un periodista o un político señale hacia una idea
inexistente, y condicione o irradie en todos los medios con apariencia
de veracidad. Estamos acostumbrados. Al protagonista no le queda más
remedio que salir al paso de lo que no ha dicho. Qué se le va a hacer.
El mundo mediático -y no hay otro- es así, señora.
En este episodio, y desde el PP, no han faltado críticas a
Camps por no aprovechar el momento. Arguyen que Camps debió situarse,
ante la maniobra de Ecclestone, con el aura de presidente, lo que
hubiera parado el golpe. Actuar como actuó, aseguran, sólo conduce a
despertar la ira de los adversarios políticos, que se han de sentir
frustrados por la arbitrariedad de la decisión. Excita la movilización
y no es bueno para los intereses del PP.
Aunque la decisión también tiene su aquél: un señor con pelo
de Beatle que aterriza por aquí como si este territorio fuera una
república bananera. Hoy les doy a ustedes el circuito porque quiero y
mañana se lo quito porque me da la gana. Y todos a tragar. El primero,
el señor Olivas. Del presidente de Bancaja dije que se había comportado
con un exquisitez diplomática en la guerra entre zaplanistas y
campsistas. Hoy, ya en campaña electoral, ha pasado del reino de la
oscuridad florentina al paraíso de la luz cegadora. Acaba de alimentar
la Fórmula 1 con muchos euros, extrayendo beneficios políticos para el
PP (de momento, políticos: el negocio aún está por ver).
Aunque lo mejor del capítulo son las manifestaciones del
ídolo español de Fórmula 1, Fernando Alonso, respecto al circuito
urbano de Valencia: «Es como si aquí en Cataluña corremos por las
calles de Granollers y tenemos Montmeló a 10 kilómetros. Pues una cosa
parecida vamos a hacer en Valencia y en Cheste». Menos negocios y
propagandas y más escuchar a los que saben y entienden. |