Aún recuerdo a Juan Benet cuando contaba que sentado en una terraza de Rosales con García Hortelano y Sánchez Ferlosio se veían venir el tropel azulón con sus correajes y entonces Ferlosio musitaba un “ahí llegan esos, con sus cancioncillas”, segundos antes de iniciar la huida hacia escenarios menos patrióticos. Es sabido que el Generalísimo (siempre le sobró el engorro del superlativo) no era falangista. Era algo todavía peor, un militar incompetente que vio en el ardor guerrero de los salvapatrias falangistas la ocasión de dotar de algo parecido a una ideología a su intención de pasar a la Historia como algo más que el remoto alanceador de unos cuantos moros. Y ahí entraron tantos al trapo (origen, sin duda, de la afición de Sánchez Dragó por la fiesta de los toros) que pronto hubo más ideólogos dispersos que combatientes, de modo que Franco dio el puñetazo en la mesa (de campaña todavía) mediante el Decreto de Unificación, por el cual todo el mundo de su mundo quedaba bajo su mundo mando.
Y ahora llegan estos falangistas encorbatados y reconvertidos en hooligans de los nuevos amaneceres televisivos, leguleyos del furgón de cola, para denunciar al juez Garzón por prevaricación, como si esa amena ocurrencia (y todavía incumplida la revolución pendiente) ignorase que durante cuarenta años aquí no hubo más reprevaricación que la del Régimen, que Judicatura, Iglesia y simulacros de políticos de nuevo cuño rara vez alardearon de la gallardía de poner sus convicciones encima de las mesas de los despachos ministeriales, y que los huesos (mayormente esqueletos de izquierda, si se me permite la barbaridad) yacen todavía sin sepultura en los más diversos y tristes rincones de nuestra ancha y desdichada geografía. Qué estupor, qué inmenso estupor.”
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que ens esguita molt de prop.
En el 1991 el tal rei Baltasart feu una razzia que empresonà i tortura`uns quans amics meus. De Canals, de Rafelbunyol, de Benicarló, i alguns del Principat, obligant-los a declarar-se culpables de ‘noséquèquines’ coses. Més innocents i incapaços de matar una mosca se’n culpabilitzaren de quasi tot que els deien mentre torturaven.
Sebastià, l’advocat gironí, li va posar el llistó i nivell democràtic que té l’estat español a Brussel·les i Estrasburg. Els posà cara a la paret a Garzón i a l’estat español. Dins d’España quasi ningú no es va adonar de què anava la pel·li ni els importa. Ho amagaren tant com pogueren. Sebastià, fa un parell d’anys va morir en sols una setmana, a mi sempre m’ha escamat aquesta estranya circumstància. Arran d’això vaig posar-me a col·laborar a baixar ERC ací baix amb Valerià, Puig i Àngel.
Júlio, encara es pensa que allà n’hi ha res a pelar, quan realment és
‘A foreing affair‘ que ens agafa tan lluny com la democràcia Xinesa. Els españols nacionalment sempre acaben pactant-ho tot entre ells.
Rep una abraçada.