Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

3 de juliol de 2010
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Quatre anys de dolor, dol i vergonya

Avui fa quatre anys d’aquell 3 de juliol en què moriren a la línia 1 del metro de València 43 persones i hi hagué 47 ferits. Fins a aquestes hores, el president del vestits encara no s’ha dignat a rebre els familiars d’aquestes víctimes. Ha fet de tot. Fins i tot ha tingut temps de parlar amb el seu “amiguito del alma”. Però rebre i conhortar (en la mesura que algú pot donar conhort en un cas com aquest) els familiars no. Com va dir Crist: pels seus fets els coneixereu.
Us deixe l’article d’Emili Piera sobre l’aniversari malaurat publicat a Levante-EMV:

Emili Piera

Hoy se cumplen cuatro años del accidente en Valencia de la línea 1 del metro que causó 43 muertos y 47 heridos y, como dicen los familiares de las víctimas, ninguna responsabilidad en apariencia o la sola responsabilidad del maquinista, que se dejó la piel en el trance. Eso suele ocurrir en países poco habituados a la idea de responsabilidad personal: se le echa la culpa al muerto y a vivir. La vergüenza es anterior a la ley y la dignidad no cursa en providencias estampadas en papel de barba. No echo en falta ningún castigo, sino la misma posibilidad de haber dado alguna satisfacción a las familias afectadas (aparte las indemnizaciones que de eso se encargan los serios señores de los seguros). 
En Madrid y por un accidente de metro que causó dos muertos fueron sentados en el banquillo y absueltos tres directivos y un responsable de estación. Es la audiencia solemne, la sagrada invocación del derecho a reparar —sobre todo moralmente— a las víctimas lo que aporta alguna serenidad y consuelo a las familias que sufrieron el estrago, no unos años más o menos de cárcel a quien pueda ser hallado culpable. En Castelldefels, las víctimas cometieron una trágica imprudencia: es mucho más de lo que puede decirse de las víctimas de Valencia que no hicieron otra cosa que tomar el metro, que yo también uso con mucha frecuencia y que, pese a todo, les recomiendo. 
A diferencia de otros casos y países (en Bélgica el ministro admitió públicamente que con un mecanismo de frenado automático se hubieran podido evitar unas muertes) aquí dio la sensación de que se quería archivar el caso cuanto antes, que los muertos eran inoportunos además de desgraciados y que alguien les consideraba una amenaza de desdoro en el camino triunfal hacia ningún sitio. Por fortuna, cuando fallan las instituciones, aún queda la gente: este último año a los afectados les llegaron algunas confortaciones, pero si queremos —y debemos quererlo— suturar bien las heridas del pasado, hay que limpiar en profundidad cada una de ellas. Perdón.

 


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