Els Papers de Santa Maria de Nassiu

EDUQUEU ELS XIQUETS I NO HAUREU DE CASTIGAR ELS HOMES (PITÀGORES)

22 d'abril de 2008
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Pom d’articles (6)

Avui us penjaré algun article dels que solc desar al meu pc.Trobe que no està gens malament compartir allò que has llegit i/o t’ha cridat l’atenció (i més si ens pot ajudar a veure una miqueta de llum en el món de les idees i del nostre futur). I també us penjaré una altra convocatòria que m’ha arribat per correu.

Humareda sin fin

MANUEL S. JARDÍ

 

EL
PAÍS – 16-04-2008

LA ZONA FANTASMA
Insultar a resguardo

JAVIER MARÍAS

 

EL
PAIS SEMANAL – 13-04-2008

Humareda sin fin

MANUEL S. JARDÍ

 

EL PAÍS – 16-04-2008

Hay una comedia, Wag the dog,
que dirigió Barry Levinson sobre un guión de Hilary Henkin y David Mamet. Aquí
llegó a las pantallas con el título de La cortina de humo. La nueva
oleada de demagogia a propósito del suministro de agua a la metrópoli
barcelonesa aconseja urgentemente su visión para desintoxicar el ánimo, a falta
de sentido común y mesura por parte de las autoridades indígenas y sus
comparsas habituales. Robert de Niro y Dustin Hoffman maquinan un enredo que
librará al inquilino de la
Casa Blanca de los efectos devastadores de un abuso sexual.
Para ello urden un montaje capaz de desviar la atención y suministrar carnaza a
las masas. Será una exitosa guerra con Albania, que incluye partitura y rescate
de psicópata convertido en héroe y mártir, por ese orden. Poco importa que el
conflicto sea de mentira. Lo que cuenta es que el personal trague. Y aquí,
traga. Esto no es Hollywood, pero la mentira y las medias verdades forman parte
del código genético de la cúpula del trueno. Allá en el imperio, una guerra de
ficción sirve para mostrar el cinismo de la política exterior. Aquí es todo más
basto y procaz, aunque se destine igualmente al consumo interno, pues la
política exterior de Camps tiene principio y fin en esa nimiedad del Comité de
Regiones.

Será para
amortiguar los efectos de lo que puede suponer una semana trágica para el
Valencia CF -hoy frente al Getafe, el fin de semana en San Mamés-, o acaso para
ocultar las sucesivas calamidades que adoquinan el día a día de Camps y los
suyos, pero la guerra sobre la urgencia hídrica de Barcelona y su área
metropolitana les ha caído del cielo. Ahí se ve la influencia del arzobispo y
lo demás son cuentos chinos. La gestión informativa del Gobierno catalán en
este trance ha sido, sin duda, desastrosa. Pero aquí, sencillamente, la
información -la oficial y la paramilitar- ha sido sustituida por una nueva
sobredosis de fervor patriótico e irracional, valga la redundancia. Nada tiene
que ver, por supuesto, la transferencia, envío, compraventa o principio de
Arquímedes entre los sobrantes tarraconenses y su destino provisional, con el
imposible trasvase del Ebro hacia abajo del mapa. Ni por necesidad, destino,
plazo de caducidad, coste, impacto y consecuencias. Pero Camps ya proclama que
no matar de sed a los barceloneses es una humillación para los valencianos.
Sobre todo, para los amantes del golf, le faltó añadir. Una humillación es la
densidad de estudiantes por metro cuadrado de barracones. También la falta de
medios en la sanidad pública, el abuso con la población dependiente, el estado
sin bienestar de la gente mayor… o el urbanicidio que desea perpetrar en El
Cabanyal Rita Barberá, alcaldesa de una ciudad donde más de la cuarta parte de
su caudal hídrico se fuga por canalizaciones ruinosas. Esta guerra del agua,
con su apagón informativo y la atmósfera cero reinante en una oposición cautiva
y desarmada, auspiciará nuevos desmanes con todas las de la ley. La cortina
de humo acaba en el último fotograma. Aquí la razón marchó sin dejar señas
y la única manera de escapar a la humareda es el exilio.

 

LA ZONA FANTASMA
Insultar a resguardo

JAVIER MARÍAS

 

EL
PAIS SEMANAL – 13-04-2008

Hace tres domingos publiqué aquí un artículo titulado “Lo que no
se hace”, y no me cupo o se me olvidó incluir una de las cosas que más se hacen
y se han hecho siempre, quiero decir una de las más detestables y
despreciables. Hay una imagen clásica de eso, sobre la que mi antiguo vecino de
página en otro dominical, Arturo Pérez-Reverte, escribió una columna entera
hace años: si no recuerdo mal, es una fotografía francesa de 1945, en la que se
ve a una mujer (que evidentemente había sido colaboracionista con los nazis, o
acaso se había limitado a sobrevivir durante la ocupación de éstos
convirtiéndose en amante de uno de ellos), en medio de una masa que la increpa
y escarnece. La mujer lleva la cabeza rapada y las ropas desgarradas –era el
primer castigo contra las que habían confraternizado con el invasor, lo hemos
visto también en películas–, y hay que fijarse en las expresiones de los
“virtuosos” para hacerse una idea de lo ruin y cruel que puede ser cualquier
vecino cuando se siente ya a salvo, tiene ganas de revancha y se ve amparado
por una masa. No encuentro ahora la célebre foto y hablo de memoria, pero, si
no me equivoco, entre la cuarentena de rostros que rodean a la mujer rapada, no
hay uno solo que trasluzca un poco de piedad o conmiseración, o de vergüenza
por lo que está pasando en su ciudad o pueblo, ni siquiera de reparo. Todos
están disfrutando con el amago de linchamiento, todos dispuestos a hacer leña
del árbol caído, es decir, de la persona ya vencida, indefensa y cautiva.

En cualquier situación de esta
índole, incluso en las meramente verbales, me he sentido tremendamente
incómodo. Sentado en grupo en torno a una mesa, más de una vez he oído cómo
entre todos los presentes se ponía a alguien a caldo. Y aunque yo pudiera estar
de acuerdo en lo que se decía, aunque tuviera una pésima opinión de la persona
criticada y se tratase de alguien a quien –a solas– le habría negado hasta el
saludo, el mero hecho de oír a muchos despellejándolo a coro me ha impulsado a
levantarme y largarme, para no participar ni como escucha en el general
zarandeo del ausente o caído en desgracia. Uno de los factores más
desagradables en esta clase de situaciones es el enardecimiento recíproco: un
lenguaraz alienta a otro y dos a casi todos, y así se van jaleando entre sí
hasta dejar al objeto de su irrisión o su ira convertido en una piltrafa. (Y en
toda unanimidad hay algo de degradante.) Hoy, como todos sabemos, este tipo de
cobardes despellejamientos en grupo es uno de los principales espectáculos
televisivos de España.

No es, por tanto, de extrañar que la
misma actitud abunde en cuanto se da pretexto para ella, sólo que en ocasiones
más graves y peligrosas. Hace poco los vecinos del barrio de Huelva en que
vivía esa pobre niña, Mari Luz, al parecer muerta a manos de un pederasta,
intentaron palizar a dos hermanos de éste a los que vieron por la calle. Gente
virtuosa, sin duda, que sin embargo ni siquiera conoce ni aplica la famosa cita
del Génesis, “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?”, esto es, nadie es
culpable más que de lo que hace uno mismo: ni el hijo de los crímenes del padre
ni el padre de los del hijo, y así siempre. Esos vecinos también tiraron
piedras y quisieron agredir al detenido, y lo cierto es que esta escena nunca
falla en España: en cuanto un delincuente está esposado, y no puede ya
defenderse ni ser una amenaza ni causar daño, entonces –ah, pero sólo entonces–
se congregan los “buenos ciudadanos” para dar rienda suelta a su indignación
exhibicionista, ya que las más de las veces se la dedican a las omnipresentes
cámaras, o al menos a sus paisanos. Hay en esos insultos que se oyen a las
puertas de las comisarías y de los juzgados grandes dosis de teatro: que se vea
lo rectos que somos, parecen estar proclamando esos individuos invariablemente
torcidos y sumamente cobardes.

Son los mismos sujetos que, tras la
derrota de su equipo de fútbol, acuden al entrenamiento del día siguiente y, a
sabiendas de que ni el entrenador ni los jugadores van a enfrentárseles, y rara
vez a responderles, se dedican a llamarlos sinvergüenzas, vendidos y a cagarse
en sus muertos, desde detrás de una verja que en apariencia protege a los
sufridos futbolistas, pero que también los protege a ellos. Como parte de la Educación para la Ciudadanía dichosa, en
todos los colegios debería proyectarse la película Furia, de Fritz Lang y con
Spencer Tracy, que no ha envejecido nada desde 1936 y que muestra lo que es el
linchamiento de un mero acusado y sus consecuencias. También son esos
individuos los que, ocultos entre el gentío, gritan barbaridades, en los
estadios y en las plazas, a los jugadores negros, y a los árbitros, y a los
toreros, que nunca se atreverían a soltarles cara a cara, dos personas solas en
una calle. Y son los que hacen lo mismo en muchas manifestaciones,
envalentonados, pendencieros cuando no hay riesgo, desvergonzados cuando nadie
repara en ellos, o sólo el que tienen al lado comportándose como otro cabestro.
Uno de los mitos más extendidos aquí es que los españoles son valientes y
nobles. Tal vez fuera así hace dos o cuatro siglos. Ahora, al ver la frecuencia
de estas conductas, de este insultar “a resguardo”, la impresión que a mí me
queda es que nos hemos convertido más bien en un hatajo de innobles cobardes.

 

Més coses soltes
27.09.2006 | 5.47
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