Ya ha habido mensajes de ascender la edad jubilación a los 67 años, pero ahora se sabe, de fuentes de la Seguridad Social, que en el año 2009, año del esplendor de la crisis, casi la mitad de los españoles se jubilaron antes de los 65 años. Tanto el Gobierno como la oposición tejen el manto de Penélope delante de la opinión pública, y lo destejen concediendo jubilaciones anticipadas, lo que supone un mordisco de unos 4.000 millones de euros al año. Ya les tengo dicho a mis hijos que se procuren un seguro privado de jubilación, porque, dentro de 25 años, el Pacto de Toledo se habrá convertido en el «parto de Toledo» y habrá roto aguas, después de que se lo habrán pasado los sucesivos gobiernos por el arco del triunfo de los intereses electorales, y aquí no cobrará pensión del Estado ni el de Belén redivivo, o sea, ni Dios.
Esta gran estafa institucional ante los trabajadores de 40 años para abajo se perpetra sin prisas y sin pausas. Cada año se jubila un cuarto de millón de ciudadanos, y, a la vez, aumentan las esperanzas de vida, mientras los empleos no crecen, y los jóvenes que deberían laborar y pagar la cuota de Seguridad Social para garantizar la pensión de sus padres, están mano sobre mano, esperando encontrar el primer curro. ¿Y esto no preocupa a nuestros políticos, no les atañe? Pues, personalmente, no, porque senadores y diputados pueden disfrutar del 100% de la jubilación cotizando sólo siete años. Los diputados euro-peos están mucho más tranquilos, porque les queda una pensión de algo más de 5.000 euros mensuales por sus esfuerzos para la construcción de esta Europa del «malestar», cada vez más arruinada, más despistada, la vieja puta que le llamaba el recordado Pedro Rodríguez.
Y esto no es, por desgracia, un artículo alarmista, por la sencilla razón de que los datos son muy alarmantes.